COSAS DE DUENDES
!Eureca, crecieron!
Mis lectoras insisten en que extrañan las historias sobre las travesuras de mis hijos. Me llaman para pedirme que vuelva a escribir sobre los Duendes. Siempre les hablo, con nostalgia, de que ya no tengo niños pequeños. Y esa nostalgia se trasluce en que sigo llamando “chiquitico” a mi hijo menor cuando ya es un pre adolescente, que ha crecido muchísimo y, con poco apuro, comerá en mi cabeza. Es más, en estos días Jorgito se enfermó y lo llevé al médico. Mientras esperábamos en el consultorio, yo lo tenía abrazado, entiendan que perder la costumbre de mimar al más pequeño no es tan fácil. Claro, él se mantenía, como siempre, pegadito a mí. El caso es que, alJorgito abrir la boca para decirme algo, una señora se sorprendió por su tono de voz grueso. “Le está cambiando la voz. Yo creía que cuando hablara iba a oír la vocecita de un niño”, comentó. Con cara de fastidio, Jorgito reconoció que todo el mundo dice lo mismo. Para colmo, yo agregué mi retahíla de lamentaciones sobre que ya no tengo a quien mimar, que no tengo niños en casa. Y así repetí la misma cantaleta, lo reconozco, en una fiesta con amigos de mi pueblo donde volvió a surgir el tema de que ya no escribo sobre niños pequeños. Pero, al llegar el fin de semana, Jorgito siguió enfermo y necesité hacer arreglos familiares. Había que comprarle algunas cosas y me llevé a Laura. Ella escogió por él. Laura me solucionó el problema de equivocarme con los gustos de Jorgito, suele ocurrirme, mientras Javier cuidaba de su hermano. Al llega a casa, subí al apartamento sin mucha carga, mientras mis hijos se ocupaban de sacar la compra y colocar todo en la despensa. Además, sacaron el perro, vaciaron los zafacones, y bajaron la basura. Por supuesto, como era domingo, también arreglaron sus camas. Y, además, me di el lujo de recostarme a ver películas yÖ¡me trajeron un cojín! Ahí fue que pensé: ¡Ya crecieron! ¡Qué maravilla! Tengo ayuda y hasta quien me mime. Así que no todo es tan malo cuando crecen. Algunas cosas son para bien. Cada etapa tiene su belleza y esta de mis hijos, para mí, como madre, también es hermosa. Es maravilloso que ya no sean bebés a los que hay que hacerles todo. Aunque, de vez en cuando, vuelva a llamar “mi chiquitico” a Jorgito.