CAMINOS DE DIOS
Madre, enseña a tu niño
El bien más grande que una madre (o un padre) creyente puede hacer a sus hijos es enseñarles las verdades de las Escrituras a temprana edad. La infancia es época de aprendizaje, y la palabra de Dios es una guía segura para esta vida y la vida eterna. Los profetas y los apóstoles no hablaban por sí mismos, sino que entregaban lo que recibían de Dios. Timoteo, siervo fiel de Jesucristo, debía mucho a dos mujeres piadosas: su abuela Loida y su madre Eunice. Ellas le impartieron con fidelidad educación bíblica “desde la niñez”. Cuando Timoteo era un joven conoce a Pablo en Listra y este le refuerza las enseñanzas cristianas, al punto que el atento discípulo recibió el evangelio que el apóstol predicó. A continuación, Timoteo se convierte en colaborador de Pablo, quien lo llama “verdadero hijo en la fe”, y posteriormente la historia lo consagra como un útil ministro para la iglesia de Cristo. En la segunda carta a Timoteo, el apóstol expresa su deseo de ver a este “hijo amado y fiel en el Señor” para llenarse de gozo: “Ötrayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también”.