TURISMO
El otro Conde
ATRACCIÓN EN EL PARQUE NACIONAL MÁXIMO GÓMEZ
En El Conde de Mana, Yaguate, todos miran a lo alto. Literalmente. Dos enormes peñas se yerguen y, arriba, parecen recostarse una de la otra formando una especie de arco. Para quien decide iniciar aquí el recorrido por el cañón del arroyo Mana, afluente del río Nizao, ubicado justo en el lindero del Parque Nacional Máximo Gómez, este arco de roca hace las veces de puerta y conduce al edén de piedra.
Pero El Conde de Mana es apenas un punto de atracción en el área protegida. En las cavernas próximas, moldeadas por la erosión del agua en la roca caliza, muchos miran a lo alto. En sentido espiritual. Y desde hace siglos.
En Escondido de Mana se encuentra uno de los grandes santuarios de la cultura indígena: la cueva Las Caritas, en cuyas paredes se conservan 86 petroglifos y dos bajorrelieves, algunos de los cuales representan importantes figuras mitológicas.
“Cuando tú entras en una cueva con arte rupestre taíno es lo mismo que si tú entras en una iglesia de Santo Domingo o en la Catedral”, comenta el arqueólogo español Adolfo López Belando. “La cueva de Las Caritas sería la Catedral de esta zona de la isla”.
López Belando dirigió el equipo que hizo el levantamiento de bienes culturales del Parque Nacional Máximo Gómez, creado mediante el decreto 571-09 con el nombre original de Parque Nacional El Conde.
En su opinión, el área es uno de los sitios fundamentales para entender las religiones prehispánicas del Caribe. “Es un sitio de una importancia enorme”, asegura.
Otras cuevas con vestigios prehispánicos son Los Murciélagos, que cuenta con 20 petroglifos, y La Mancha (también conocida como Mana), donde se han identificado 26 de estos grabados. Esta última caverna, situada en Boca de Mana, tiene otra particularidad: en ella convergen la mitología prehispánica y los ritos mágico-religiosos contemporáneos.
Peregrinaciones
La carga religiosa de las cuevas ubicadas en esta sección de Yaguate no desapareció con los taínos. Los 30 altares vudú erigidos en la cueva La Mancha y los cuatro de la cueva El Conde lo prueban.
Mana es, asimismo, centro de peregrinación para los seguidores de Bibiana de la Rosa (sí, Bibiana), vidente y curandera que ejerció su ministerio aquí a principios del siglo XX y cuyos restos reposan en la ermita de Mana. Bibiana realizaba ritos y sanaciones en el salón central de la cueva La Mancha, cerca de uno de los paneles de petroglifos.
Cientos de peregrinos, sin diferencia de clase social, desfilan por este lugar en fechas religiosas especiales con la esperanza de recibir algún favor de su deidad. No son, sin embargo, los únicos que han hecho de esta zona un lugar de culto...
Devotos de la naturaleza
Giordanno de Peña, aficionado a la escalada sobre roca y miembro de Frontón Club de Escalada (frontonclubdeescalada@facebook.com), todavía recuerda la impresión que le causó El Conde de Mana la primera vez que lo visitó. “No me imaginaba un cauce de río con paredes de roca sólida tan altas en la isla, ni hablar del túnel y la cascada”, comenta.
Como De Peña, otros amantes de los deportes y del ecoturismo provenientes de Santo Domingo y provincias aledañas se han convertido en devotos del lugar. El Conde y sus alrededores en Mana brindan al visitante la oportunidad de realizar, a menos de una hora del centro de Santo Domingo, diferentes actividades: darse un chapuzón, hacer senderismo o ciclismo de montaña, escalar las rocas, practicar ‘rappel’, barranquismo o, ¿por qué no?, disfrutar de un tranquilo día de campo.
Además, gracias a los escarpados montes y a la vegetación circundante, el sol no penetra de forma directa -al menos a la zona del cañón- y la temperatura resulta siempre agradable.
Profanación
Las rocas no parecen sagradas para todos: tanto peregrinos como lugareños las profanan arrojando desechos y cometiendo actos de vandalismo.
“Falta mucha educación en la zona -se lamenta De Peña, quien realiza visitas guiadas a El Conde de Mana-. Temo que el lugar pase de ser un arroyo a ser una cañada de desperdicios”.
López Belando, en tanto, señala que algunos petroglifos han sido arruinados por desaprensivos que pintan grafitis sobre ellos “porque no tienen conciencia del valor de esos bienes culturales”.
Aun así, los bellos paisajes y la riqueza cultural hacen del Parque Nacional Máximo Gómez un santuario natural con gran potencial turístico.
“Bien manejado -concluye López Belando- se podría convertir en un foco de ecoturismo y de turismo cultural sumamente importante para la capital”.
Importancia
¿Qué hace al Parque Nacional Máximo Gómez tan estimado a los ojos de los ecologistas? Su protección asegura un recurso sagrado para la vida: el agua.
Con un bosque bien conservado, dentro de los límites de esta área protegida ubicada entre San Cristóbal y Baní se encuentran la presa de Valdesia y el contraembalse Las Barías.
El área protegida, de 42.35 kilómetros cuadrados cumple una doble función al permitir la conservación del ecosistema y de un importante reservorio de agua. El parque, en el cual comenzó a construirse un corredor ecológico, aún no cuenta con un plan de manejo.