TERCER CAMINO
Cuestión de autoestima
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Aquel día recibí de uno de mis clientes una carta que decía así: “¿Quién de nosotros no tiene entre sus más terribles recuerdos de juventud el haberse tenido que enfrentar con la figura enojada de un padre, para rendir cuentas por unas malas calificaciones escolares, o por una conducta mala que desveló a todos en la casa? Y uno hecho todo un manojo de nervios al ver a ese padre echando humo por las orejas. Después de todo, era él quien hacía las leyes de la casa, y quien tenía la última palabra en toda discusión, sin importar el tema. Su mirada penetrante, su voz baja, y su fuerte constitución eran capaces de demoler cualquier ilusión de salir victorioso en una confrontación con él. DespuésÖ cuando al intentar descubrir el mundo me movía por mi cuenta, y olvidaba las reglas, mi madre ¡me daba cada regaño! Creo que desde ese tiempo la plantita de autoestima que en mí crecía se marchitó o se torció. Pero recuerdo a mi amigo Damián; a él le fue peor. ¡Le pegaban fuerte! Era problemático, y lo insultaban. Crecía más travieso y arriesgado”.