FÁBULAS EN ALTA VOZ

Iluminación al extremo

Mientras limpiaba su nevera y sacaba de ella una gran cantidad de alimentos en descomposición, Fátima se lamentaba de que a pesar de lo mala que está la situación económica, el esfuerzo que hace para ir al supermercado es en vano, ¡son cuartos perdidos! Pero prefiere no seguir lamentándose y en lo que espera la llegada de su entrañable amiga la luz para seguir sus quehaceres, hace un viaje hacia una ciudad magnífica conocida por su iluminación extrema. Paseando por ella admira sus calles tan claras que, pese a ser de noche parece pleno día. Los habitantes de aquel lugar no temen a la oscuridad. Bien podría decirse que para ellos ésta sólo importa por el aspecto romántico y como musa para los que gustan de las artes y la literatura. Fátima disfruta caminar a la luz de la luna sin temor a que un desalmado aproveche el negro de la noche para hacerla presa fácil de sus pretensiones. Llega a la casa y disfruta a plenitud del fábuloso clima que proporciona el aire acondicionado. No le molesta encenderlo por varias horas, sabe que la factura energética cobrará lo justo, y aún sea algo más, lo paga con gusto. Allí se goza de una iluminación extrema a todas horas del día. Si se acumula la ropa para lavar, es por falta de tiempo o decisión propia, no porque la energía eléctrica falte. Los alimentos no se dañan, y tanto Fátima como su familia los consumen sin remordimientos, pues tienen la garantía de que sólo la fecha de vencimiento les impide comerlos. Ni hablar de lo bien que se duerme allí. El calor poco se conoce en el lugar, debido a que por pobre que sea una familia, tiene al menos un abanico en la casa y lo mejor, lo puede usar todo el día. Imáginese, si hay energía para iluminar todo al extremo, cómo no haberla en las viviendas y negocios. La prosperidad de los establecimientos es comprobada. Si no progresan es por un mal manejo o por causas muy lejanas a lo relacionado con la energía eléctrica. En esa ciudad nunca se ha gritado “se fue la luz”. Y mire como es la vida, aquí ésta es común como también lo es ¡llegó la luz” que fue precisamente, la exclamación que trajo de vuelta a Fátima a su realidad donde la esperan dos canastos de ropa sucia para lavar, secar y planchar, si le da tiempo. Rápidamente y sin perder un segundo, comienza a recolectar agua, ya que llega cuando hay energía eléctrica. Al tiempo que hace todo esto se percata del acontecer nacional e internacional por la radio. Ya no ve novela, pues debido a la falta de luz ya hasta le perdió el hilo a la que veía y lo cierto es que como Fátima están muchas de sus vecinas y otras personas en el país, esperando una o dos horas de energía para poder realizar las labores cotidianas. Afortunadamente Fátima ya sabe que mientras espera la luz puede disfrutar de ella aunque sea en una ciudad fabulosa.

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