DAÑO REAL O POTENCIAL
Las caras del dolor
FUNCIÓN. YA SEA PROVOCADA POR UNA CAUSA EXTERNA O INTERNA, ESTA SENSACIÓN DESAGRADABLE LE INDICA AL HUMANO QUE ALGO ANDA MAL
Santo Domingo.- El dolor nos defiende, dice José Asilis Záiter, presidente de la Academia Dominicana de Medicina. “Aunque si es en exceso, nos abate”. Ya sea provocada por una causa externa o interna, esta sensación le indica al ser humano que algo anda mal. Quien pierde la capacidad de sentir dolor corre riesgo. Es lo que sucede, por ejemplo, con el diabético sin sensibilidad en las extremidades inferiores: se expone a lesiones y, en consecuencia, amputaciones. La Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP, por sus siglas en inglés) define el dolor como una experiencia sensorial y emocional desagradable asociada a un daño real o potencial del tejido. Como señala esa definición -o como la experiencia enseña- el dolor se caracteriza por lo disgustoso o indeseable que resulta para quien lo sufre y porque se trata también de una experiencia emocional. Esto es particularmente cierto en el caso de dolores agudos o crónicos. Y aunque “el dolor es siempre subjetivo”, como aclara la IASP, porque “cada individuo aprende la aplicación de la palabra a través de experiencias relacionadas con lesiones en su vida temprana”, también tiene una función útil y necesaria para la vida. El dolor: subjetivo y objetivo a la vezEn dolor hemos sido formados, opinan algunos. Esa desagradable sensación acompaña al ser humano desde temprano en la vida y no le abandona sino hasta la muerte, cuando pierde la capacidad de sentir. “El dolor es un proceso natural que acompaña al crecimiento”, dice la psicóloga Karina Pereyra. Un par de ejemplos ilustran su afirmación: el lactante desespera cuando le salen los dientes; sin embargo, el proceso es necesario para que pueda ingerir alimentos sólidos; y muchos adolescentes, a medida que crecen, se quejan de dolor en los huesos de las rodillas y las piernas. Fuera de estos casos, el dolor físico tiene la importante función de alertar y proteger al ser humano ante posibles daños, pero cuando se vuelve agudo o crónico se convierte en un problema y afecta la calidad de vida de la persona. En esos casos, las emociones inciden en la percepción del sufrimiento. Rafael Johnson, psiquiatra y presidente del Colegio Dominicano de Neuropsicofarmacología, explica que el miedo y la depresión agravan el dolor. La depresión hace que el paciente asuma una actitud pasiva y se rinda ante los efectos del dolor. Por otro lado, el sufrimiento emocional puede generar malestar físico. El dolor emocionalEl dolor emocional es un mal común. “Nadie está exento de sentirlo, ya que sentir dolor es parte de los procesos que vivimos en la realidad física”, afirma Karina Pereyra. Se presenta con frecuencia en momentos críticos como cuando hay pérdidas emocionales (divorcio, separación, muerte), materiales (despidos, quiebras) y decepciones amorosas (infidelidad, desamor, rechazo). Algunas personas, incluso, afirman que se trata del mejor maestro (mientras más dolor genera una situación, más se aprende de ella). Pero ¿necesariamente debe ser así? “El dolor es inevitable, pero el sufrimiento, que es la permanencia en el dolor, es opcional”, explica Pereyra. “Hay personas que son adictas al dolor, van pasando de dolor en dolor por la vida. En este caso la pregunta es: ¿cuál es la ganancia que este dolor le reporta a esta persona?”. Una cultura que reniega del dolorLa sociedad occidental suele considerar el dolor emocional como un enemigo. A las personas capaces de sintonizar con sus sentimientos y emociones, incluyendo el dolor y la tristeza, se les considera débiles. El éxito en esta parte del mundo apunta generalmente a la supervivencia. Se suele medir en tiempo “cuánto tiempo podré seguir viviendo”, mientras se deja de lado el “cómo seguir viviendo”. “A todos nos cuesta aceptar que somos mortales humanos y que el dolor forma parte de la vida, de la familia y de la comunidad”, asegura Pereyra. “El que tantas personas consideren el dolor emocional un fracaso personal -prosigue la experta- es lo que permite sociedades insanas donde la neurosis es un estado cotidiano”.