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¿QUIÉN ESTÁ EDUCANDO AL PUEBLO?

Primer domingo de Cuaresma

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Maruchi R. De ElmúdesiSanto Domingo

Movimiento Familiar CristianoCuaresma, tiempo de preparación al Misterio Pascual. 40 días para aprender a amar, para aprender a dominar nuestras pasiones y templar el espíritu. “Recordad que la carne es débil” y sin oración, ayuno y sacrificios es muy difícil controlar el mal que rodea continuamente a su presa. Cuaresma, tiempo fuerte en que el Señor desea que nos vayamos puliendo hasta convertirnos, de un carbón simple en un brillante impresionante. Cuaresma, tiempo de reconciliación con Dios Padre para apartarnos del mal. Cuaresma, tiempo de gracia, en el que vivimos la cotidianidad confiando en compartir las primicias del Espíritu, para poder llegar a una conversión. Cuaresma, tiempo de retiro colectivo de cuarenta días, “durante los cuales, la Iglesia, proponiendo a sus fieles el ejemplo de Cristo en su retiro al desierto, se prepara para la celebración de las solemnidades pascuales con la purificación del corazón y una práctica perfecta de la vida cristiana” (Tomado de “Rayo de luz”). El evangelio de hoy nos habla de cómo Jesús permitió ser tentado por Satanás. Como dicen las Escrituras, Jesús fue probado en todo igual que nosotros: tentaciones, dolores, traiciones, persecuciones, destierro, incomprensiones, calumnias, mentiras, chismes, abandono, deserciones y hasta la muerte. Lo que lo diferencia de nosotros es que nunca sucumbió ante el pecado. Y si Jesús, el Hijo de Dios, fue tentado, ¿por qué pienso yo que no seré tentado? ¿Es que dudo de las tentaciones? ¿Todavía no las reconozco cuando se acercan a mí? Por eso es tan importante estar alertas. Los cristianos del mundo de hoy debemos de tener claro que somos en parte responsables de que las nuevas generaciones sean escépticas. ¿Cómo hemos resistido nosotros las tentaciones? ¿Hemos sucumbido a éstas? o ¿hemos permanecido libres en el Señor? Las tentaciones vienen siempre disfrazadas de “luces, de promesas, de poder, de exaltación del ego. Las glorias, las vanidades de este mundo, las insinuaciones provenientes de muchos, el autoritarismo, el afán de lucro, de poder, de controlÖ todo esto y mucho más son las tentaciones, las provocaciones que inducen a la humanidad a vivir marginando a Dios de nuestras vidas, de la sociedad, del mundo. En última instancia, es el deseo del ser humano del endiosamiento, de rebatirle a Dios, el ser criatura suya. “Jesús no se dejó tentar. El tentador no tuvo poder sobre Él. Jesús, con su actitud, nos dio la primera lección de libertad. Ser libre es no dejarse llevar por nada ni nadie que no produzca libertad, bien, justicia y honestidad. Ser libre es la condición de ser creados por Dios. Solo siendo libres somos el proyecto de Dios, somos hijos de Dios.” Ya estamos en el tercer milenio de cristianismo, y captamos un renacer en la espiritualidad de algunas personas. Una búsqueda hacia la seguridad personal y de los suyos. Un querer descubrir el misterio de Dios y el del final de los tiempos. En cambio, en otros, observamos como un querer vivir como si Dios no existiera. Sólo importa el acumular, aún a costa de los otros. Comprendemos que esa es la naturaleza del ser humano. La lucha cotidiana del ser bueno o ser malo. Esa es nuestra opción. Nos recordamos entonces de ese Evangelio según San Lucas en su capítulo 12, verso del 19 al 21, donde el Señor nos dice: “Y diré a mi alma: ‘Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, diviértete’. Pero Dios le dijo: ‘¡Necio! Esta misma noche te reclamarán el alma; y las cosas que preparaste, ¿para quién serán?”. Cuaresma, otra nueva oportunidad que nos brinda el Señor para hacer un alto en nuestras vidas. Reflexionar en si soy coherente en cuanto a lo que creo y actúo. Vamos a aprovechar este tiempo de Cuaresma, para escuchar la llamada de Jesús a una renovación interior personal, comunitaria en la oración, y en la vuelta a los sacramentos, pero también una manifestación de caridad a través de sacrificios personales y colectivo de tiempo, dinero y bienes de todo género para remediar tantas necesidades y miserias de nuestros hermanos más necesitados. Cuántas veces pasamos hambre para obtener una buena figura, o para mejorar nuestra salud, y ¡qué pocas veces ofrecemos ese sacrificio por el dolor o la conversión de nuestros hermanos!

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