El historial de La Puya: “matando gente y naciendo tígueres”
Después de las 6;00 de la tarde no hay salida. Aparentemente no hay forma de estar en la calle cuando baja el sol sin correr el riesgo de ser asaltado
Hay una cultura de pánico… Es absolutamente definitivo que los residentes de “La Puya” de Arroyo Hondo, en el Distrito Nacional, tienen mucho miedo infundido por unas supuestas bandas de delincuentes que se han adueñado de las calles, de los negocios e incluso de sus pertenencias más personales.
El barrio La Puya resulta llamativo, sobre todo por estar ubicado en un sector conocido por dar asilo a personas pertenecientes a la clase alta del país, y más aún porque precisamente al otro lado de su vereda minada de carros y locales comerciales, contrasta con grandes edificios residenciales y una vista a calles vacías.
Sin embargo, al indagar en torno a las perspectivas de la gente, parece que estas diferencias no son todo lo que resalta, ya que ellos mismos aseguran que hay “mucha seguridad", pero solo “del lado de los ricos", cómo ellos le llaman.
“¿Qué cómo es un día en La Puya?”, cuestionó con risas de ironía un entrevistado por periodistas del Listín Diario, “lo mejor. Este es el mejor barrio, donde todos los días van matando gente y naciendo tigueres” continuó para más adelante lanzar una advertencia:
“No se metan para allá atrás, quédense aquí en lo claro porque si pasan de esa esquina no les puedo garantizar su seguridad”.
El constante asedio
La calle primera, la principal del sector, podría ser comparada con cualquier mercadillo de la capital, con negocios de todo tipo de lado y lado y en las aceras puestos de venta de frutas y vegetales frescos, pero hay un detalle esencial…
“Es con cuatro ojos que hay que estar. Los colmados por aquí vivimos en un azote”, dijo Alfredo Alcantara, quien señaló que únicamente su colmado lo habían atracado unas tres veces.
La mecánica es la siguiente: el grupo de desaprensivos, unos 15 o más, se acercan en motores por uno de los pasos del sector, alertando de su llegada a una o más personas que, al grito de “¡ahí vienen!”, logran regar la voz y ponen al tanto a todos los demás que corren a cerrar sus puertas.
Después de las 6 no hay salida. Aparentemente no hay forma de estar en la calle cuando baja el sol sin correr el riesgo de ser asaltado y la labor policial es solo para disimular y rellenar un requisito, o por lo menos así lo ve la gente.
“Aquí en La Puya tenemos un récord invicto. Mínimo dos muertos por mes y varios heridos”, estableció una persona bajo la promesa de mantener su anonimato.
Todo el mundo se niega a dar su nombre y las fotografías a directas al rostro se complican por el miedo a ser reconocidos y buscados por los azotadores, sin embargo más de uno se atrevió a hablar y contar lo mínima que es la labor de los cuerpos castrenses, quienes con recorridos solo a la luz del día y limitaciones en la noche.
“En el día tu puedes ver a la Policía aquí diez veces, pero en la noche ni por sospecha pasa esa gente por aquí”, denunció una señora que afirma que “la Policía nunca se ha chocado con los tigueres”, además de que parece que hay un acuerdo de ambos lados de “tu llegas yo me voy, yo me voy y tu llegas”.
La confianza de los malhechores va desde atracar, hasta ubicar a los que hacen vida en el área y verificar sus teléfonos personales para asegurarse de que no tengan contacto con una de sus bandas enemigas, sin embargo de momento todo se encuentra tranquilo debido al asedio policial por una muerte ocurrida hace unos pocos días.
Otra queja
A quienes hacen vida en La Puya, no solo les aqueja el intenso azote de la delincuencia, también viven en apuros por el retraso en la llegada del agua potable.
En cada calle del limitado barrio el agua llega en días y horarios diferentes, pero lo que sí es general el malestar de que hace meses que la cantidad es poca y en horarios no favorables.
“Aquí se supone que el agua llega lunes y viernes, preguntame si llegó ayer (lunes)... No, no llegó. Aquí hemos sabido durar un mes sin saber lo que es agua”, declaró una residente de la calle #17, que para variar también se negó a dar a conocer su nombre.