SIN PAÑOS TIBIOS
El deslumbramiento del rojo
Había tinieblas sobre la tierra en el momento primigenio de la creación y por eso dijo Dios “hágase la luz, y la luz se hizo”; y que conste, que en el Génesis quedaba revelada la misma verdad que ya había sido expresada antes en otros confines de la tierra. Porque el “I Ching”, el “Tao Te Ching”, los vedas, o el “Libro de los Muertos” se refieren al mismo dilema existencial que nos atormenta desde los tempranos días en que la luz luchaba contra la oscuridad en una batalla cotidiana y cíclica.
Por eso, el destello de luz que percibió el rabillo de mi ojo izquierdo no pudo pasar inadvertido; porque la evolución condicionó nuestro cerebro para percibir y apreciar la luz, en tanto expresión cognoscible de la creación y la belleza.
Lo del rojo era algo que intuitivamente “sabíamos”, aún sin saber las razones del porqué. Que no porque los arqueólogos no entendieran las razones que impulsaron a los sapiens a recurrir al ocre en sus eventos chamánicos importantes, no significaba que careciera de sentido.
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