sin paños tibios
Fue un buen año
Lejos de dejar pasar este año que hoy acaba como si fuera un evento ordinario, la buena cara ante el nuevo año nos conmina a celebrar con optimismo su llegada, y a dar gracias a Dios por las bienaventuranzas de este 2024, al que apenas le quedan horas.
Pero –preguntaría un pesimista–, ¿en realidad 2024 fue un buen año? La respuesta –a nivel de medios– habría que darla desde las generalidades y, a nivel personal, cada quien juzgará en su fuero interno si lo fue o no; pero, en lo que respecta a cómo nos fue como colectivo, habría que ser mezquino para no reconocer lo evidente.
Aún así, en caso de que la humildad faltara y la maledicencia sobrara, los comentarios, ponderaciones y valoraciones que desde fuera se hacen en torno a esta media isla son favorables y halagüeños.
El futuro nos mira con optimismo. A nivel económico, a pesar del sostenido y persistente déficit que año tras año se financia con deuda, las principales variables macroeconómicas son robustas; la inflación está controlada, hay estabilidad en el tipo de cambio, provisión de reservas internacionales y exportaciones, remesas y turismo se superan a sí mismas.
Persisten los desafíos estructurales y el gobierno planea y ejecuta su respuesta frente a ellos como puede. Las recaudaciones se incrementan, las principales variables se muestran estabilizadas o mejoran, y, en definitiva, desde el Estado hay apertura para favorecer inversión extranjera y motorizar el crecimiento económico.
Educación, salud, vivienda, seguridad, empleo, alimentación, constituyen retos; el colapso del Estado haitiano pende como espada de Damocles sobre todo lo que hemos construido; el desmadre del tránsito crea un clima de ansiedad generalizada; pero, aún así, no desfallecemos.
Y es que si muchas son las razones para sentir que hemos pasado con “notable”, la variable de estabilidad política/institucional es nuestra mayor fortaleza, a pesar de que por aquello de que nadie es profeta en su tierra, es la que menos valoramos.
Desde Río San Lorenzo hasta Tierra del Fuego (si, increíblemente, Estados Unidos incluido) el continente bulle, y, en algunos países, al rojo vivo. Mientras Argentina transita hacia no se sabe dónde, en Bolivia, Perú y Ecuador la gobernabilidad pende de un hilo; Chile, Colombia y Costa Rica se resienten en la incertidumbre económica; Nicaragua y Venezuela refuerzan la deriva autoritaria; dominicana es, con mucho, un paraíso de institucionalidad, paz social, estabilidad económica y política, donde una clase política muchas veces cuestionada (con sobrados argumentos) no rehúye su sentido de Estado y compromiso de entendimiento, apoyada por un empresariado responsable y una sociedad civil vibrante; y los dos procesos electorales recientes dan fe de ello.
Nos falta mucho por mejorar y puede que las decepciones de todo lo no logrado resulten frustrantes, pero, sin temor a equivocarnos, 2024 fue un buen año en casi todos los aspectos, y 2025, sin dudas será mejor.