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VIVENCIAS

Entresijos de la independencia y la revolución

“Nada vive eternamente, y nada dura mucho tiempo, como tampoco hay gigante que no venga al suelo”.

Entre los términos independencia y revolución existen diferencias que resultan evidentes, aunque no bien expuestas en muchas ocasiones. Si apreciamos en su justo sentido el vocablo independencia contiene aspectos que entraña pasiones y reclamos no resueltos, que inducen a buscar los medios para ordenar un pueblo que busca su identidad sobre las bases de la libertad, la justicia y la paz.

Por su parte, la revolución en su esencia más pura tiene un significado en la que las conmociones políticas inducen a un levantamiento contra la autoridad establecida, cuya insolencia se hace insoportable para que la sociedad marche por las sendas de la justicia y la razón.

Queda en evidencia, que, bajo ningún sentido, jamás un pueblo puede quedar relegado a una obediencia impuesta de manera perpetua, más si por ella no se vive la justicia y por la justicia no se vive la libertad, ni en nombre de una reconstrucción nacional, como tampoco de una revolución, más, si esta última solo ha servido para enriquecer a los “revolucionarios”, gozar de privilegios irritantes, como crear material de ficción con supuestas primeras combatientes.

Desde esa perspectiva, ya específicamente sobre la revolución, se ha dicho con mucha propiedad, que se trata de un mito, a veces vista con un enfermizo misticismo que lleva, al extremo de una adoración trascendental tanto para el hecho en sí como para el comandante o líder de masas que la encabezó.

Hay revoluciones como la paradigmática revolución francesa, y seudo revoluciones. Una y otra, no traen buenos augurios cuando estas a través de hombres insolentes en el corto de tiempo sublevan a las masas para beneficio propio, convirtiendo la prosperidad pasada en la principal desgracia de la amargura de un pueblo. En libro de Proverbios lo expresa con mayor claridad al decir, que “cuando llega el mal, viene también el desprecio, y con la ignominia, el oprobio”.

Cuantas veces consideramos las diversas situaciones que conducen a un caudillo a crear estructuras ideológicas sobre la base de alborotos efímeros, lo que hacen es, que como jefes revolucionarios quieren, perpetuándose en el poder marchar por la historia del mundo en busca de mando y notoriedad, que lo catapulte a la gloria de la inmortalidad.

La fatuidad juega un papel de trascendencia en esto, si observamos que son los necios que consideran a alguien como un hombre de mérito y reconocimientos.

Coincido pues, con Sergio Fernandez Riquelme, que hay “mitos sagrados y profanos, metafísicos o costumbristas, pretéritos o actuales, útiles o inútiles, cuyo impacto en el imaginario personal o colectivo siempre lo decide, como lo parece demostrar la breve historia del mito revolucionario; se dice, que son supuestamente ficticios en su origen, impostores de la verdad racional y adulteración consciente de almas cándidas; pero aparecen en la realidad de la Historia como parte de nuestras más íntimas experiencias pasadas, de nuestras posibilidades presentes y soñadas, y de nuestras expectativas futuras que nos impulsan o nos frustran”. Estos mitos, tienen la particularidad o la desgracia que se han hecho parte fundamental de la vida misma de muchos, que los han convertido en una farsa con el fervor que lleva al fanatismo. Cabe señalar, que el “mito es, por naturaleza, ambiguo, perteneciendo tanto al ámbito de la realidad más básica y constatable como a la capacidad imaginativa del hombre, que a la vez es una fusión de realidad e imaginación, y a la vez verdad y ficción, por eso uno de los significados más comunes de la palabra mito en la actualidad es mentira, como las musas mismas que lo declaran a Hesíodo al inicio de la Teogonía: “Sabemos decir muchas mentiras con apariencia de verdades; y sabemos, cuando queremos, proclamar la verdad” (CABRERA, Yoandy. Mito y política en Cuba: teoría, conceptos y variaciones, en Los mitos de la Revolución cubana Estancamiento y regresión de una utopía, Compiladores Claudia González y Sergio Ángel Primera edición, Bogotá; Universidad Sergio Arboleda, 2023, p. 26).

Con todo y lo anterior, la subyugación y la arbitrariedad no son fáciles de anular, en especial los mandatos otorgados a quienes su fidelidad temporal le ha hecho una mala pasada, cuando el espíritu que soporta sus caprichos se ha hecho añicos.

Queda definido, en conclusión, siguiendo la línea de pensamiento de Ángel Ganivet García de gran significación intelectual en su época (1898), que la mayor parte de las revoluciones son engendros de la ambición o de la vanidad de los hombres, que no contentos con seguir la eclosión natural de las cosas, se precipitan a dirigirlas, para cargar con la gloria de haber salvado a la Humanidad, teniendo en cuenta que el verdadero revolucionario no es el hombre acción, es el que tiene ideas más nobles y más justas que los otros y los arroja en medio de la sociedad para que germinen y echen fruto, y las defiende, si el caso llega, no con la violencia, sino con el sacrificio.