sin paños tibios
Ni guardar las formas saben
Con 47 meses de gobierno, lejano está el día en que un grupo de funcionarios recién designados –con poca experiencia, muchos de ellos–, aún no habían asumido conciencia y dimensión de sus funciones cuando tuvieron que gestionar el día a día del gobierno, agravado por el contexto pandémico que caracterizó el primer año de Abinader.
En muchos casos la carga se acotejó en el camino, y al poco tiempo de andar, las impericias dejaron de ser visibles; los equipos se fueron nucleándose alrededor de cada función específica y comenzaron a dar frutos. En otros, la deficiente gestión de lo público sólo venía a confirmar que 16 años de oposición –con estrecheces y crujías– no sólo debía ser visto como un rito de pase hacia al poder, o el precio pagado por desafiar en su momento a un PLD que se veía –y auto percibía– invencible y dispuesto a gobernar hasta 2044, sino como consecuencia lógica de la media premisa [ejemplos exitosos la desmienten] de que quien no ha administrado una paletera o un puesto de empanadas, carece de competencias para gestionar un ministerio, dirección o empresa estatal.
Más que inexperiencia, lo que causó ruido fue la soberbia; más que incompetencia, lo que indignó fue la autocomplacencia de muchos funcionarios que en la oposición eran pródigos conversando, opinando, dialogando; asistiendo a programas de televisión, radio o plataformas digitales; pero, una vez en sus cargos se sintieron tocados por el rayo de luz que desde el altísimo primer piso del Palacio Nacional les iluminaba el rostro, y entendieron que no tenían que rendir cuentas a nadie; porque más que críticas de parte de medios a los cuales antes iban a criticar, ahora sólo debían recibir aplausos o masajes a sus egos inflados.
En efecto, en los primeros tres años y medio en muchos funcionarios operó una desconexión total con la sociedad y la prensa –esa que cuestiona, escudriña y escarba–, que se sustituyó estableciendo mecanismos alternos de resonancia suplidos por redes sociales controladas; a la par de una actitud de superioridad olímpica que se manifestó no dando declaraciones, informaciones, ni mucho menos acudiendo a aquellos programas a los cuales fueron tan asiduos estando en oposición, pero que desde el gobierno entendieron que no estaban a la altura de su majestad estatal.
Ahora que la rueda da vueltas, quienes se saben con el deber cumplido organizan tranquilamente la casa mientras continúan trabajando; pero los funcionarios infuncionales que no hicieron el trabajo se cuecen en la incertidumbre de desconocer si habrá cambios o no, y salen en tropel a intentar lograr en tres semanas lo que no hicieron en tres años y medio; a tocar puertas, publicar embustes y hacer media tours, porque toca cacarear los huevos aunque no existan, o el dueño del gallinero cambiará de gallinas… porque lo que no funciona se cambia.