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SIN PAÑOS TIBIOS

¿Aggiornamento o divertimento?

 En 1959 la Iglesia Católica se encontraba atrapada en las formas y anquilosada en el tiempo. La única forma de responder a los desafíos que la modernidad planteaba era actualizándola y modernizándola; o lo que es lo mismo: había que hacer un Aggiornamento, una “puesta al día”, una “actualización”. Así nació Vaticano II, para muchos, la tabla de salvación que permitió que la iglesia sobreviviera al naufragio de muchas certezas y relanzar su imagen de cara al siglo XX.

Tres años tomó el proceso de aggiornamento, pero 23 no han sido suficientes para que el congreso modernice nuestro Código Penal (CP) vigente desde 1884, que a su vez fue traducción del francés de 1810. En otro contexto, debería darnos vergüenza que en términos generales siga vigente un código con 214 años de edad, y no precisamente por viejo, sino porque la sociedad ha evolucionado demasiado en dos siglos –por no decir que es otra–, y porque su efecto punitivo debe ser actualizado a la luz de la sofisticación de los delitos y crímenes.

Por las razones que sea, nuestro congreso no ha sido diligente y en varias ocasiones la pieza ha perimido en una u otra cámara. Más allá de las tres causales (tema nodal desde la Constitución de 2010), un sinnúmero de tipos penales, la incorporación de nuevas modalidades criminales, conceptos doctrinarios, tecnicismos en materia de tipificación penal, etc., hacen que la discusión en torno al código deba ser rigurosa y metódica.

Incluso, vale la pena preguntar si la propuesta de CP que finalmente fue aprobada en primera lectura la semana pasada, responde realmente a los desafíos penales actuales. Lejos de analizar si ese CP aprobado es el indicado o no, más allá del fondo, esta vez deberíamos adentrarnos en la forma; en esa urgente prisa con la que de golpe fue desengavetado, desempolvado y aprobado de urgencia en el Senado; con la prisa propia de cuando de una aprobación legislativa depende un desembolso crediticio… que no es el caso.

En la forma a veces se pierde el fondo, y esta urgencia innecesaria no hace sino levantar suspicacias y recelos. Más que de aggiornamento deberíamos hablar de divertimento, de ese introito festivo que busca distraer la atención de lo principal, en donde la aprobación –in extremis– del CP funciona más como un fuego de artificio, para hacer que el foco de la opinión pública y el interés social se dirija hacia otro lado; pues el código y la discusión que se instalará en torno a las tres causales –entre otras discusiones ideológicas– burlará el interés y redireccionará la atención.

Maestro consagrado en el Juego de Abalorios, el senador proponente –Genao– sabe cómo mover las castañas de un fuego a otro, y hacer que todos se concentren en un punto en lo que se distraen de otro, y ese es, quizás, el objetivo final del divertimento.

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