enfoque 

¿De dónde esa fascinación por el Papa Francisco?

La semana pasada en el artículo, de nuestra autoría, “Magisterio del Papa Francisco en época de cambios”, se centró la atención en la enseñanza magisterial del Santo Padre. Para mi sorpresa, recibí notables muestras de receptividad de este, al tiempo de que fue ocasión para poner como tema de conversación la incidencia magisterial y pastoral del Papa Francisco.

De pronto me sentí atrapado en la interpelación que siempre provoca su pontificado, frente al cual no se puede ser tibio o ambiguo, y la pregunta inquietante que encabeza este artículo, ¿De dónde esa fascinación por el Papa Francisco?

Pudiera contestarse de modo simplista diciendo que su oficio es una fuente natural de noticias e información. Pero en realidad no se refiere a una cuestión de aceptación pública o de cierta eficiencia en el manejo de las relaciones públicas y las ciencias conexas a la comunicación que hoy en día ponen en primer plano a los líderes del mundo.

Lo del Papa Francisco está por encima de cuestiones comunicacionales o corporativas de la institución eclesial o de la Ciudad Estado del Vaticano, porque en torno a su enseñanza y testimonio personal se cose una fascinación por todo lo que hace y dice, sin notar fisuras o contradicciones importantes.

reivindicación del liderazgo espiritual de la iglesia católica 

Papa Francisco

Papa FranciscoArchivo

Frente al derrotero de desprestigio y mala fama a que era empujada la institución eclesial, marcado por los casos de denuncias de abusos a menores, asociados a cuestiones de pedofilia en el clero o instituciones católicas de varios lugares del mundo, junto al descrédito que animó la tea de la discordia en temas económicos, de gobierno y de disciplina, el Santo Padre ha respondido con serenidad demandando claridad sobre hechos, estableciendo la verdad de los mismos y caminos de sanación, justicia y reparación.

La confianza ha vuelto a posarse en la valoración pública que tiene el mundo sobre la Iglesia, de modo muy especial los constructores sociales, los nuevos creadores de opinión que dominan la escena comunicativa y cultural del momento a través de nuevos medios de comunicación masiva veloz, instantánea y democratizada.

Una política de tolerancia cero contra los abusos y una gestión de los bienes temporales que se precia de ser repulsiva con lo que considera una “mundanización” de la visión espiritual que ha de predominar en la gobernanza eclesial.

la parresía pontificia 

La narrativa pontificia no tiene miedo de llamar las cosas por su nombre, y hace caso omiso de la expresión manipuladora de que los trapos sucios se lavan en casa, justamente porque para este pontificado el mundo y los no católicos no son simples extraños, si no destinatarios de la verdad evangélica, ese pueblo, lugar de Dios, al que la Iglesia está enviada a servir.

La visión de los otros en el Papa Francisco está sólidamente edificada en visión filosófico-judaica del hombre como persona que siempre es la ocasión de encuentro con lo misterioso y desconocido que está en Dios y se expresa en realidades humanas. El Papa no tiene miedo del hombre de hoy, sino compasión, empatía y familiaridad.

Esa recuperación antropológica busca volverse una demanda de desagravios que puedan reconstruir el verdadero y auténtico rostro de la humanidad, por eso no se cansará de llamar las cosas por su nombre.

un PROFETA de nuestro tiempo 

Las palabras del Papa son muchas veces un río de fuego que quema las conciencias, una llama ardiente que procura la purificación y desmantela las obras de mal que imperan en el mundo como verdaderos agentes de la muerte. La voz del Papa es entonces la voz de Dios y la voz de la gente, de los pobres y los humildes, de los descartados del mundo.

Por eso denuncia el sistema financiero mundial como un ente que produce pobreza, exclusión y dependencia (ONU 2015); la condena del aborto como un homicidio deliberado y llama sicarios a los que lo ejecutan; denuncia el cambio climático como una realidad dominada por la mala relación del hombre con la Creación de Dios (Laudato si); promueve la paz mundial sobre el gesto humano básico del simple reconocimiento del otro como persona como ámbito de una amistad llamada a ser universal (Fratelli tutti); demanda la cercanía en las situaciones rotas de la humanidad: los pobres, las familias rotas, las nuevas formas de familia, los migrantes, los excluidos y discriminados.

Poniendo el Evangelio de Jesucristo en medio de todo y de todos y todas, como regla de vida, examen de conciencia cotidiano y fuerza transformadora de Dios y su Espíritu en el mundo.

habla de dios con cosas de los hombres

Un magisterio sencillo, no solo para las facultades eclesiásticas, sino para iluminar las vidas de todos, creyentes y no creyentes, clérigos y fieles, Iglesia y sociedad, que ha calado haciéndose un nicho en la difícil y secularizada opinión pública de hoy.

Es justamente este modo de hablar, que como el de Jesús, se juzga extraño, raro y hasta alejado de cierto control preciado de ortodoxia, gracias al cual los demás descubren no solo la materialidad del mensaje, si no su novedad y su capacidad para impactar la vida de las gentes, porque es un hablar que se hace con autoridad (Mt 7,29).

en el seno de la nueva cultura 

Si bien la radicalidad evangélica es de algún modo contracultural, en el sentido de su fundamentación revelada y dada para siempre, el discurso cristiano cobra notoriedad cuando consigue iluminar la realidad a partir de las categorías epistémicas que dominan la mentalidad de la época y los símbolos culturales desde los cuales la semántica del evangelio se vuelve una clave de interpretación de la vida humana, una hermenéutica de los nuevos acontecimientos históricos que definen el mundo. El Papa Francisco es un hombre del Concilio Vaticano II y cual maestro de la fe sabe auscultar en las situaciones del mundo actual llamadas especiales de Dios para que el testimonio cristiano manifieste una palabra que le sea propia y ayude a los hombres y mujeres de hoy a descubrir la grandeza y transitoriedad de la vida, y la garantía de la vida para las futuras generaciones.

Es el hombre de Dios que con los pies en la tierra sabe ver en las cuestiones terrenas desde la autonomía propia del mundo en que habita el Espíritu de Dios. Es el maestro y padre espiritual que tiene puesta la mirada en los acontecimientos como expresión de los signos de los tiempos.

  • un hombre de dios 

Si algo ve la gente de este mundo en el Sumo Pontífice no es más que a un hombre de Dios. Tierno y recio; sereno, pero determinado; serio y con gran sentido del humor; amistoso con todos, pero más de la verdad del Evangelio; sencillo e inmensamente profundo; locuaz, firme y sabio.

Un testigo del amor, bondad, ternura y misericordia de Dios que nos desafía a tomar el camino de la santidad, sin mayores pretensiones que ser el santo de la puerta de al lado.

En un mundo atomizado y a la vez trabado, seco y hostil, el Papa Francisco es una figura fascinante, un astro que ilumina las conciencias del hombre de hoy y una sabiduría que hace arder los corazones (Lc 24,32).

Las grandes interpelaciones del momento actual encuentran en el Santo Padre respuestas sabias, que apuntan a nuestras propias conciencias para que por la luz de la fe encontremos argumentaciones racionales y emocionales que nos ayudan a responder nuestros propios enigmas más personales, dejándonos perplejos ante la grandeza de un Dios que con su Espíritu sondea las intimidades de nuestros corazones.