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SIN PAÑOS TIBIOS

El canal es más que eso

En los juegos del poder, los símbolos son determinantes y cada gesto conlleva un mensaje, una carga semántica que indica una razón subyacente, que a su vez condiciona. La diplomacia es el arte de ocultar lo evidente, por eso llama a suspicacia la manera en que el Estado dominicano se deja avasallar de eso que alguna vez se llamó Estado haitiano, obviando el hecho cierto de que estamos atados a su cadáver, y que son los intereses de nuestros grupos económicos los que nos obligan a seguir interpretando la farsa de su supuesta existencia, porque ellos son quienes, en definitiva, condicionan la efectividad de nuestras políticas migratorias mientras nos venden la patria poco a poco, con tal de hacer sus negocios.

Si el poder es simbólico, el canal de riego que se está construyendo del lado haitiano, a la altura de la comunidad dominicana de La Vigía, con el objetivo de desviar parte del cauce del rio Masacre, obviando las disposiciones contenidas en los acuerdos suscritos entre ambos países es, más que una obra civil, una provocación calculada.

A confesión de las propias “autoridades” haitianas, el canal es una iniciativa privada - que no oficial -, promovida por un empresario. Esto, más allá de ser la expresión del colapso de la institucionalidad vecina, en donde cualquier particular puede realizar una obra de esa envergadura sin permisos, supervisión o cuestionamientos, deja claro también que el mismo servirá para que los políticos populistas a ambos lados de la frontera instrumentalicen su construcción como una expresión del conflicto político que se busca provocar.

El presidente Abinader subió las apuestas la semana pasada y cerró el mercado binacional - yugular del comercio fronterizo -, pronto veremos cuánto puede sostenerse la medida, ya que, al parecer, nuestra política soberana está condicionada a si los productores de huevos, cerdo, pollo, harinas y productos agrícolas puedan vender su producción los lunes y viernes… así de pedestre como se lee.

Mientras nuestra política frente a Haití esté condicionada a si el mercado y sus negocios deban funcionar o no, estamos condenados al fracaso. Que el gobierno dominicano sepa eso y vaya desde ya pensando en instrumentos que compensen el impacto negativo de esas medidas en nuestros productores y comerciantes.

En los hechos, Haití sólo reacciona ante la diplomacia testicular, esa que raras veces ejercemos, pues así como los políticos haitianos son especialistas en victimizarse, así los dominicanos lo son en asumir el rol de victimarios.

El canal no es sólo una provocación, es también un sondeo de qué tanto estamos dispuestos a ceder, para luego escalar las apuestas en otro lugar y situación, y así, ponernos de rodillas nuevamente. Desde la lógica de la reacción tardía nunca podremos hacer valer nuestros derechos soberanos y siempre estaremos a la defensiva. Que las autoridades tomen nota de ello.

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