SIN PAÑOS TIBIOS
El desafío eléctrico también es político
El déficit en el suministro de energía se agrava y a la gente poco le importa si es un tema de generación, transmisión o distribución, o el nivel de responsabilidad de las autoridades anteriores; ya no es momento de endosar culpas, ha llegado la hora de buscar soluciones.
El gobierno está en una encrucijada, con el tiempo corriendo en contra y con la misma gente que permitió que el problema se agravase dirigiendo el sector.
Hubo descuido en abordar el problema y negligencia en construir el relato. El agosto pandémico fue el momento crucial para comunicar a la población el estado de situación del sector, imponer consecuencias y apelar a sacrificios colectivos… pero no, se privilegió la demagogia sobre el diálogo; la auto complacencia sobre la honestidad técnica.
Ahora, con tres años de gestión a sus espaldas, esas mismas autoridades sólo atinan a echarle la culpa a quienes les precedieron por no haber hecho las mejoras estructurales necesarias, y, aunque llevan razón en ello - ya que la mayoría de las subestaciones tienen más de 30 años; muchas de las líneas no tienen la capacidad de evacuación de la generación disponible; hay fallas en transmisión, distribución y un largo etc. de negligencias históricas -, cabe preguntar, ¿cuándo fue que se dieron cuenta?
En los últimos tres años, ¿cuántos kilómetros de redes de transmisión, subestaciones y nuevas instalaciones de generación se han licitado?, ¿cuántos contadores y transformadores se han adquirido?, ¿de qué sirve tener mucha generación limpia si no se puede transmitir y distribuir eficientemente?, ¿se hizo tarde para invertir en ello?
Alguien debiera decirles a los funcionarios del sector eléctrico que no están a tres años de gobierno para esquivar los problemas, sino a nueve meses de unas elecciones presidenciales para encontrar soluciones. Mientras tanto, los apagones agobian e irritan a la población.
Ante ello, las respuestas de las autoridades responsables del sector eléctrico ni siquiera caen en la categoría de evasivas, se quedan en el cinismo y rozan el descaro, aunque la negación de la realidad sea la manera más torpe de enfrentarla. Decirle a la gente que a diario sufre apagones que lo que sienten y padecen no es real - porque las estadísticas indican lo contrario, porque no hay apagones financieros en generación, ni aumentos en la tarifa, etc.-, es una burla que nos obliga a preguntarnos, ¿el problema de fondo es de comprensión?, ¿competencias?, ¿capacidades?, ¿gestión?, ¿comunicación?, ¿empatía?, ¿o todas las anteriores?
Balaguer entendía poco de energía, pero conocía lo suficiente como para saber que con apagones no se ganaban unas elecciones, e igual sabía que -cual breakers- los tecnócratas a cargo tenían que contener la sobrecarga política… y que cuando alguno no funcionaba o se quemaba, había que cambiarlo inmediatamente.