HISTORIA
“El infierno del sisal”: el campo de concentración trujillista donde aniquilaron a cientos en Azua
Poco se sabe de esta historia, la evidencia es reducida en diarios y libros de la época.
Cuando los camiones salían del Sisal para recorrer el sur, la capital y o el Cibao tenían una misión muy específica: despojar de su libertad a todos los hombres (trujillistas o no) que veían caminando por las calles, sin discriminación de raza o edad.
Poco se sabe de esta historia, la evidencia es reducida en diarios y libros de la época.
De hecho, una de las limitadas denuncias públicas se hizo luego del ajusticiamiento del dictador Rafael Trujillo Molina, a través del periódico del 14 de junio (J14), nombrado a propósito del movimiento revolucionario.
Inicios del Sisal
Todo comenzó cuando en 1950, Rafael Leónidas Trujillo Molina se interesó en la planta del sisal (agave sisalana), proveniente de México, y vio en los terrenos de lo que hoy es el municipio Sabana Yegua, en Azua, al sitio ideal para comenzar a desarrollarla en el país.
Las órdenes comenzaron el 15 de mayo de 1950 cuando un hombre conocido como Manuel María Pérez fue con maquinaria pesada para preparar el área donde se sembraría el sisal. En un principio la preparación del área estaba a cargo de un español llamado Osiris, posteriormente fue sustituido por el coronel Arturo Espaillat (Yilé).
Periódicos de la época reseñan que la tarde del 25 de octubre de 1952, un día después del cumpleaños 61 del dictador, fueron inauguradas las instalaciones del Sisal en Pueblo Viejo, Azua.
Para tal ocasión también entregaron 20 edificaciones de madera para alojar al personal dirigente, a los empleados y obreros, además para uso de talleres, almacenes y garajes de la empresa Sisal Dominicano.
Todo se veía organizado desde fuera. Pero detrás de estas plantaciones, se perdieron las vidas de cientos de hombres que fueron condenados a la esclavitud, a la malnutrición, a los constantes maltratos y los asesinatos por coroneles como José María Alcántara y Arturo Espaillat, a quien apodaban “Yilé” o “Rompe hueso”.
La primera vez que llevaron personas para trabajar al Sisal fue el 13 de marzo de 1952 cuando el coronel Arturo Espaillat solicitó a todos los hombres de El Rosario, en Azua, que se reunieran a las 5:30 de la tarde en el puente Las Auyamas.
Fueron unos 400, y a todos los mandaron a trabajar a donde estaría el cultivo, meses antes de la inauguración.
En el libro “El Sisal: Esclavitud y Muerte en la Era de Trujillo”, del escritor dominicano Rafael Cuello, se detalla que tal como lo mencionaba su apodo, “Rompe hueso” no tenía piedad al golpear a quienes se negaban a trabajar en el área.
La obra relata que en una ocasión un trabajador llamado Mello recibió 60 patadas, “llegando a ponerse amoratado por todo el cuerpo y a vomitar la sangre por boca y nariz”.
El capataz fue removido del cargo cuando se le atribuyó la muerte de un estadounidense que estaba trabajando en los planos del lugar. “Fue encontrado tirado, muerto, sobre un grupo de papeles de cuentas económicas y planos del Sisal”.
Según el relato, en 1962, el coronel Espaillat tuvo un accidente de tránsito y la única opción era amputarle una pierna, sin embargo, antes de la intervención, se quitó la vida. Y, dos meses después, fue puesto en su lugar el coronel Alcántara, a quien describieron como un hombre con “excesiva postura militar”.
Mano dura contra los trabajadores
Recién se instaló, el coronel Alcántara se percató que los hombres eran muy pocos para el inmenso campo que abarcaba aproximadamente 125 kilómetros cuadrados. Y sabiendo que el Sisal era la más reciente adquisición del dictador, no podía darse el lujo de fallarle y no mantener las plantaciones acorde con sus expectativas.
Así que el 14 de mayo de 1953 le ordenó a todos los camioneros que salieran hacia la capital para buscar a todos los hombres que encontraran caminando o jugando en la calle.
Salieron diez camiones y todos se devolvieron repletos de hombres de todas las edades, quienes fueron recibidos a golpes.
Días después, el 18 de mayo, el coronel Alcántara pidió a todos los presos que le enseñaran sus cédulas, pero hubo seis que no las tenían, así que fueron apartados del grupo para ser torturados.
“Esto lo hacía para que los demás presos escucharan, se asustaran y fueran más obedientes a las órdenes que se les dieran, aunque de por sí al coronel no le importaba la obediencia de los presos, porque aquel que no obedeciera por casualidad del destino, lo pagaba con su vida”, explica el libro.
Otro método de tortura era la falta de comida: solo se les daba una vez al día.
Terror en el Sisal
Según los reportes del libro, para la época habían detenido a 250 hombres, la mayoría de Azua: en promedio 30 habían muerto a golpes, 80 fusilados, 25 se habían escapado (de los cuales 8 sobrevivieron), 15 ahorcados y cinco fueron liberados por el coronel Alcántara por tener el mismo apellido que él.
Así que en teoría solo quedaban poco más de 90.
Ya para el 1 de septiembre de 1953 ordenaron nueva vez buscar a más hombres porque poco a poco se descuidaba el cultivo del sisal.
Cuatro camiones salieron hacia Moca, Santiago, La Vega y Puerto Plata. Y al final del día recogieron a más de 900 hombres, pero no todos estaban en las calles, también se llevaron a presos de la Fortaleza de Santiago, que estaba abarrotada de personas contrarias al régimen trujillista; solo de ahí sacaron a 200 hombres.
“Aquellos que estaban encerrados por ser ladrones, asesinos o violadores, gozaban de más prestigio que aquellos que eran encerrados por sospechas o eran opuestos al régimen… Al llegar al sisal y, a medida que los presos iban bajando de los camiones, recibían fuetazos con un cinturón militar, que les dejaba marcadas las espaldas”, explica el texto.
Uno de los principales métodos de tortura contra los esclavos era colocar el sello del Sisal, que muchos también conocían como el de la “bestia”. Les pegaban sellos calientes en la piel como castigo por tratar de escapar o por negarse a trabajar en las plantaciones.
Los militares también usaban hachas, pinzas, aguijones, látigos, machetes, sogas y alambres eléctricos, entre otros elementos.
Pese al deterioro físico y anímico de los detenidos, la producción del sisal iba en progreso.
Según reseña sacaban diariamente más de 15 patanas llenas de agave hacia la capital para fabricar sogas, sacos y sombreros.
Poco a poco iban muriendo más hombres. No solo por los golpes y malnutrición, esta vez por enfermedades como la tuberculosis, por lo que no tuvo otra opción que mandar a buscar a más esclavos esta vez en Barahona, San Juan de la Maguana, Elías Piña y Baní.
En solo tres meses habían matado a más de 80 hombres en el sisal.
Tal era el abuso, que un día ahorcaron a 15 hombres a quienes preguntaron si querían ser liberados. Doce de estos eran del sur y los tres restantes del Cibao.
El 6 de febrero de 1955 mandaron a buscar a 200 hombres de la cárcel de San Juan de la Maguana. Y para mayo del mismo año encerraron a cien haitianos, quienes a diferencia de los demás fueron contratados por cuatro años como parte de un acuerdo que realizó Trujillo con el presidente de Haití, Paul Eugène Magloire.
Sobreviviente: “Vimos matar 178 en el lapso de enero a diciembre de 1957”
Julián Reinoso Ferrer, José Dionisio Tiburcio y Valentín García fueron parte de las víctimas de este infierno.
En la edición del 3 de febrero de 1962, a menos de un año del ajusticiamiento de Trujillo, contaron para el periódico El 1J4 que en enero de 1957 fueron enviados al Sisal.
Esa noche dos hombres intentaron fugarse, y el coronel José María Alcántara los ahorcó como castigo.
Al día siguiente el mismo coronel preguntó a los presos si se encontraban enfermos.
Muchos levantaron las manos y, al ser tantos, decidió que solo mataría a 12 de los que se encontraban en condiciones más débiles.
“Nos puso en fila, haciéndonos pasar por encima de los muertos. Y al que rehusaba le caían a golpes”, contaron en la edición del desaparecido periódico.
Al mes, aparecieron en el corte Alcántara, y otros tres militares con cinco presos en una camioneta.
El coronel les pidió a cuatro que se agacharan, mató a cuatro a tiros. Al otro le pidió que huyera, y cuando se levantó para correr también fue asesinado a quemarropa.
Dos meses después, 14 hombres intentaron escapar, y los ahorcaron. Al otro día ahorcaron a seis más.
“A los ocho meses de nosotros estar ahí, sacaron una parte de los presos, embarcándolos para Pedernales. Al otro día, nos desnudaron a todos y nos mandaron a trabajar así para que no nos fugáramos”, relataron.
Ese mismo día huyeron 35, agarraron a tres, a los que ahorcaron… “Vimos matar 178 en el lapso de enero a diciembre de 1957”.
Los soltaron en enero de 1958, un año después de haberlos detenido.
“Nunca nos pagaron un centavo. A veces, cada dos o tres meses, nos daban diez centavos para que compráramos tabaco”, dijeron.
Cuando la Iglesia trató de intervenir
Pero no todos estaban de acuerdo con la masacre que ocurría dentro del sisal. La iglesia Católica se opuso al campo de concentración y sus motivos. En una ocasión el padre E. McCarthy se trasladó hacia el Sisal para acudir a la oficina del coronel Alcántara, sin embargo no logró convencerlo de dejar libres a los presos.
La heroína que salvó el Sisal
Con los años, la mayoría de los presos tenía tuberculosis, desnutrición y pulmonía… y pocas fuerzas.
Cuando los coroneles los mataban dejaban los cadáveres a la intemperie y el fuerte hedor permanecía en el área.
En una ocasión, la madre de uno de los detenidos solo conocido como “El Rubio” averiguó que su hijo estaba en el Sisal y se dirigió al lugar. Mercedes Rodríguez Sánchez “Conchita” llegó con varios guardaespaldas y en vehículos de lujo. Al llegar, se dirigió de inmediato hacia los presos.
Mientras se acercaba, uno le dijo “doña, de acuerdo con las características que usted nos está dando, ese es El Rubio, si usted hubiera llegado cuatro horas antes, habría encontrado a su hijo vivo, pero también lo habría tenido que acompañar al más allá, porque nosotros conocemos más a ese diablo que él mismo (se refería al coronel Alcántara) y de ninguna manera se lo hubiesen entregado porque de aquí son pocos los que salen vivos” ,explicó el libro.
Cuando se apartó, la mujer, quien era influyente social y económica, amenazó a los guardias con que pagarían lo que le habían hecho a su hijo.
El joven que le dio las informaciones a la señora fue posteriormente asesinado por los coroneles del sisal.
Pero días después, Rodríguez Sánchez regresó al Sisal, esta vez con Trujillo, quien informó a todos los presos que a partir de ese momento serían liberados.
Los detenidos pensaban que era una broma. Y no querían salir del lugar por temor a que fuera una trampa.
“Cuando el sátrapa rompió los alambres para despachar a los presos, éstos salieron atropelladamente; muchos no tenían fuerzas para correr, pero el instinto de conservación se les daba para salvarse de estos asesinos”, detalla el libro.
Pese a que todos los presos sobrevivientes salieron, un grupo no llegó a casa con vida debido a las heridas y enfermedades que habían desarrollado.
Por otro lado, luego del cierre del Sisal, el coronel José María Alcántara fue ascendido a general y trasladado a San Juan de la Maguana. Sin embargo, luego del ajusticiamiento de Trujillo, tanto él como otros militares que laboraban en el Sisal fueron desvinculados de la institución y enviados ante el tribunal criminal por el juez instructor de Azua.
El coronel Alcántara fue encarcelado en la Fortaleza Ozama y ocho años después, en septiembre de 1970, murió a los 62 años.
Editorial sobre El Sisal
El 12 de enero de 1962, varios periódicos locales difundieron un comunicado enviado por la empresa Sisal Dominicano en el que se desvincularon de las masacres y maltratos contra los presos.
A continuación el comunicado íntegro de Sisal Dominicano:
“Con motivo de las informaciones recientemente aparecida en periódicos locales sobre odiosas prácticas, que en contra de la voluntad de la empresa Sisal Dominicana, C. por A.m se impusieron en los campos de cultivos de Azua, los dirigentes de esta empresa han expresado a redactores de la prensa radial y escrita, que la referida empresa está en la mejor disposición para prestar toda su cooperación en cualquier consideración que se juzgue conveniente dar a este asunto, del cual, como brutal imposición por la fuerza, resultaron víctimas, tantos los infelices que fueron objeto de esos bochornosos atropellos como la propia compañía Sisal Dominicano, C. por A”.
Agregaron que la empresa hizo todos los esfuerzos posibles, dentro del estado de cosas que imperaba para esa época en nuestro país, a fin de erradicar una odiosa práctica que tuvo su origen con el propio nacimiento del cultivo industrial del sisal en la República Dominicana, varios años antes de ser adquirida por la actual firma Sisal Dominicano, C. por A.
El día siguiente de estas declaraciones, el periódico El Caribe publicó un editorial titulado “Investigación que se impone”, en el que dijo que “el Sisal Dominicano se benefició del sudor y la sangre de indefensos trabajadores”, y que los “trabajadores explotados también tenían derecho a una reparación moral por el daño ocasionado a su dignidad”.
El editorial tenía como propósito que se abra una investigación oficial de los involucrados en los crímenes del Sisal.
¿Cómo se transformó el Sisal?
Desde 1961 hasta 1967, parte de las tierras pertenecientes al sisal estuvieron baldías. En 1967, mediante la ley 67, pasaron a ser propiedad del Instituto Agrario Dominicano (IAD) y se repartieron formalmente a campesinos de La Plena, en Azua.
Posteriormente, se construyeron proyectos habitacionales como el de Sabana Yegua (trasladado en 1979 al kilómetro 11 por haber sido azotado en esta fecha por el ciclón David).