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historia humana

Tras 23 años de haber perdido cuatro hijos en un incendio, señora aún pide ayuda

“Ayúdenme y denme mi casa, que eso es lo que yo necesito”, es el deseo de Carmen Montero, quien ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para ser escuchada.

Carmen Montero

Carmen MonteroRaúl Asencio / LD

Hace 23 años Carmen Montero perdió a cuatro de sus hijos en un incendio que por poco acabó también con su vida. 

La noche en que ocurrió solo pudo salvar a uno de ellos, quien en ese entonces tenía solo nueve meses de haber nacido.

Desde ese momento la vida de Carmen ha ido cuesta abajo. Tuvo que empezar a vivir en casas de familiares, quienes al poco tiempo le decían que tenía que irse. 

Por esta razón, en la actualidad vive en una pequeña casa de zinc que le prestó una vecina, junto a su hijo que sobrevivió, otro que nació poco tiempo después y una nieta de tres años, que está ubicada en Los Alcarrizos.

Esta es una familia que sobrevive el día a día con lo que le dan de la iglesia y personas de la comunidad dispuestas a ayudarles. Sin embargo, en muchas ocasiones, pasan hambre porque no consiguen nada para comer.

“Ayúdenme y denme mi casa, que eso es lo que yo necesito”, es el deseo de esta mujer, quien ha hecho todo lo que ha estado a su alcance para ser escuchada y que la ayuden, pero hasta el momento no ha recibido ninguna respuesta.

A sus 66 años de edad, Carmen sufre de diabetes y, a raíz de todas las dificultades que ha enfrentado, le dan muchos dolores en el cuerpo, los cuales no le permiten trabajar. 

Además, su vástago que se salvó padece de los riñones, lo que de igual manera le dificulta hacer muchas cosas, mientras que el otro trata de ayudarla con lo que gana vendiendo en el barrio.

“El mes pasado me subió la azúcar a 515 y me internaron en La Isabelita. Yo he pedido ayuda en todas las instituciones a las que Dios me ha permitido llegar”, deploró Montero. 

Asimismo, aseguró que su fe es lo que le ha permitido seguir adelante y hacer hasta lo imposible por conseguirle una mejor vida a sus seres queridos.

“Yo era una mujer que trabajaba mucho en casas de familia, en el campo, pero después fui cogiendo edad y se me empezó a dificultar hacer las cosas. Yo no tengo cabello en la cabeza porque los nervios me lo tumbaron todo. Mi única esperanza es que tengo al Señor ahí arriba”, dijo.

De igual manera, agregó de manera desesperada y con lágrimas es sus ojos: “Yo lo único que le pido al presidente es que, por favor, me dé mi techo”.  

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