Una propuesta decente
El Ministerio de Cultura o alguna dependencia debería crear un departamento para ayudar a los escritores dominicanos sin recursos para contratar a un contable y alcanzar el ansiado RNC.
En sus tiempos de obispo de La Vega, monseñor Camilo le expresó a un amigo: “Los escritores son ilusos. Los amigos quieren que les regalen los libros que publican y los enemigos no los compran”. Aquellas declaraciones todavía hoy suenan a verdad si atendemos a las caraterísticas poco culturales del país donde vivimos: El dominicano no lee. Solo la llamada “farándula” literaria acude a comprar obras extranjeras en la única librería que actualmente existe como tal. Estas ediciones las arropan en sus flamantes bibliotecas, después de solo hojearlas. El que puede, puede. Los “autores menores”, “poco conocidos” o “de pequeñas tiradas” lo hacen por internet, o por llevar sus novedades al Paseo de la Lectura de la calle Duarte para darse la mano con ediciones antiguas o usadas.
Hace unas semanas, la joven pasante del Listín, Cayena González, entrevistó a una oficial de la policía que publicó un pequeño libro de frases salidas de su intelecto en honor a su esposo, enfermo de cáncer. Lo presentó en la Biblioteca Nacional y allí reunió amigos, familiares y compañeros de trabajo. Fue una pequeña tirada. No conozco como fue su venta, pero estoy seguro de que si lo hizo, no llenó sus bolsillos. Además, era un libro pequeño de apenas 50 páginas, en una edición modesta. No sé si ella volverá a publicar o no otro libro, pero este lo hizo por razón espiritual: su esposo casi le suplica la edición porque quería leer sus textos en letra impresa.
Este y otros ejemplos que ahora no voy a mencionar me obligan a dejar a un lado mi emotividad crítica y mi desprecio contra aquellos que miran por encima del hombro al humilde escritor que con sus escasos ahorros solo puede imprimir 50, 100 o 200 copias de su obra literaria.
Es por ello que con mucha humildad, y después de escuchar a amigos escritores, me dirijo a las actuales autoridades con esta propuesta para buscar una solución justa al trato desigual e inhumano que reciben los autores dominicanos mediante una ley que hace mucho tiempo debió de ser reformada:
1-El actual gobierno no tiene la culpa de lo que está pasando sobre este tema. Cuando llegó al poder ya la ley estaba funcionando a diestra y siniestra. La responsabilidad de aprobar la ley controversial corresponde a las autoridades anteriores.
2-El Ministerio de Cultura, o alguna de sus dependencias, debiera crear un Departamento para proteger al escritor dominicano y desde el mismo, realizar una justa clasificación de autores y obras para evitar que todos caigan dentro de un mismo saco legal controlado por la Dirección de Impuestos Internos, como manzanas podridas.
3-Ese Departamento elaboraría listados de autores y personas que publiquen libros atendiendo a la periodicidad y cantidad de copias y procedencia de los mismos para separar a los autores “famosos” o que pueden vender sus obras de maner habitual a instituciones públcas o privadas, o poseen Número de Coprobante Fiscal propio. De esa forma este tipo de autor se separaría de quienes difunden libros de manera eventual o de los jóvenes que quieren dar a conocer sus cuentos y poemas.
4- Como todos los dominicanos que realizamos actividades independientes estamos en el deber de pagar impuestos al Estado, ese departamento tendría la responsabilidad de ayudar a quienes no pueden pagar un salario a un contable toda cada rato para poner en orden sus papeles. De esa forma y, en algunos casos, se exhonerarían del pago de impuestos a quienes “no viven de la venta de sus obras” toda vez sus ingresos al fisco sería insignificante.
5- Es imposible comparar a un escritor famoso, con nombre reconocido, premiado y distinguido por haber ocupado u ocupar cargos públicos, con otro que no lo es ni lo será, y que no aspira a otra cosa que dejar impresas sus emociones y sentimientos.
Con esta propuesta solo se aspira a reparar un error que se viene arrastrando y que ha creado situaciones lamentables en detrimento de las nuevas generaciones así como de creadores emergentes que también tienen derecho a dar a conocer sus textos sin estar supeditados a un mecanismo fiscalizador que los empobrezca más de lo que están.
Todo libro, por malo o bueno que sea, tiene su público. Apoyar a ese masa de lectores en formación y no dejarla sin la oportunidad de consumir lo que está al alcance de su economía es un deber. Y una garantía
Cada pueblo tiene su legislación propia en beneficio de la lectura. Ojalá la República Dominicana tenga por fin la suya.