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Rafael Guillermo Bueno VásquezSanto Domingo, RD

El siguiente relato, lo dedico al mayor general piloto®, Juan Bautista Rojas Tabar, último líder militar post mortem del dictador Rafael Leónidas Trujillo Molina, y lo hago como un reconocimiento a su valerosa decisión de poner en juego su cargo de Secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, para demostrar que no había participado en la desaparición del profesor Narciso González y, a la vez, denunciar la trama en su contra orquestada por oficiales activos de alto rango junto a individuos de la clase civil.

Eran casi las cinco de la tarde del 15 de agosto del 1996, faltaban horas para la toma de posesión del primer periodo presidencial del Dr. Leonel Fernández Reina, me encontraba solo con el general Juan Bautista Rojas Tabar, a la sazón jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Dominicana, estábamos en su despacho terminando de recoger las pertenencias personales, pues era obvio que se avecinaban cambios de mando en las Fuerzas Armadas.

Me desempeñaba como ayudante del jefe de Estado Mayor de la FAD, yo era un coronel joven, con una carrera militar brillante y con la esperanza de un cambio que mejorara la situación de nuestro país y de nuestros Institutos Castrenses. Pensábamos que ese cambio podía hacerlo el nuevo presidente que estaba a punto de juramentarse, pues era un hombre joven, de nuestra generación y más aun de nuestra década.

Saliendo de la Base Aérea de San Isidro aproximadamente a las 5:30 p.m., de ese mismo día, el general Rojas Tabar en un gesto de confianza me dice: “Bueno, me reuní con el Lic. Danilo Medina y me informó que yo era el próximo secretario de las Fuerzas Armadas”. Me agradó mucho la información, y mi única respuesta al general Rojas Tabar fue: “llegó la hora de realizar los cambios que tanto hemos anhelado en nuestras Fuerzas Armadas”.

Siempre tuve una gran amistad con el general Rojas, producto de nuestros años de convivencia en la Unidad Élite de nuestra Institución “El Glorioso Escuadrón de Combate”, donde se forjan aquellos jóvenes aviadores que por vocación decidimos proteger el cielo patrio, a través de una disciplina férrea y un entrenamiento riguroso.

La historia ya la sabemos, Rojas Tabar fue destituido por el Dr. Leonel Fernández a pocos meses de haber asumido el cargo, víctima de un pequeño grupo de militares activos de alto rango y civiles que iniciaron una campaña de difamación en su contra, quien por no contar con el apoyo de su comandante en jefe, acudió a la Procuraduría General de la República, en donde públicamente le exigió al Presidente de la República la puesta en retiro de esos militares o la suya.

Horas antes de este hecho, muy temprano en la mañana a las 07:00 a.m., llegué a la casa del general Rojas Tabar, a tratar asuntos de mis nuevas funciones de director de la Academia Militar Batalla de las Carreras, pues era más fácil conversar con él en su casa, ya que en la Secretaría era difícil y me dijo: “vámonos en tu carro nosotros solos porque quiero comentarte algo. En el vehículo me dijo: “Bueno, estoy cansado de esta situación, hablé con el presidente Fernández y le solicité el retiro de varios oficiales que me adversan y han orquestado una infame campaña en mi contra, y el presidente me respondió, que no podía en estos momentos, que le diera tiempo, y yo le contesté que: “estaba decidido en dirigirme a la Procuraduría General de la República, que no podía esperar más tiempo pues esos comentarios malsanos estaban afectando a toda mi familia, sobre todo a mis padres, y ante mi insistencia y determinación, el presidente me autorizó ir a la Procuraduría, pero me pidió que no le renunciara”. Traté de convencerlo de que no era necesario ir ante el procurador, pero estaba decidido, conociéndolo bien, sus principios en ese momento estaban por encima de su cargo. Las declaraciones del general Rojas Tabar ese infausto día (pudiéramos estar de acuerdo o no), pero la paciencia tiene un límite y más cuando oficiales de alto rango bajo su mando “se apandillan”, con personas de la clase civil para involucrarte en un hecho que no has cometido y crear intrigas para pescar en río revuelto.

Los que conocemos al general Rojas Tabar, sabemos que fue un militar disciplinado, respetuoso y caballeroso con sus superiores, subalternos, damas, caballeros y amoroso con los niños. Un hombre íntegro, un hombre de honor, y los hombres de honor actúan de acuerdo a sus principios y a sus convicciones, sin importar cargos, bienestar y riquezas.

Minutos después de la destitución del general Rojas Tabar como secretario de Estado de las Fuerzas Armadas, la gran mayoría de los oficiales comandantes de unidades de combate del Ejército Nacional, Marina de Guerra y Fuerza Aérea Dominicana, se pusieron a la disposición del general Rojas Tabar para ponerse bajo su mando y ordenara lo que el decidiera. No obstante, la frustración que sintió debido a la alocución dirigida al país por radio y televisión anunciando su retiro, demostró la lealtad que distingue a todo militar disciplinado y, apegado a los valores democráticos, llamó a la calma y a la obediencia a esos comandantes, que se debían al líder militar a quien seguían, respetaban y profesaban gran admiración y agradecimiento.

Rectificar es de sabios, el presidente Leonel Fernández a mediados de su segundo mandato presidencial decide reintegrar como mayor general a Rojas Tabar, lo que colegimos que con esta acción reivindicó a Rojas Tabar, dando una señal de que los presidentes son seres humanos y se permiten modificar su accionar.

El general Rojas Tabar, a quien deseamos larga vida, fue un militar íntegro, de firmes convicciones, humildad extrema y gran sensibilidad humana. Será un ejemplo a seguir en nuestras Fuerzas Armadas y en la sociedad dominicana, y sobre todo será recordado por cientos de miles de militares de todos los rangos y de todas las instituciones castrenses, incluyendo la Policía Nacional y personas de la clase civil, que tocaron la puerta de su despacho a sabiendas de que serían recibidos y ser suplidas sus necesidades.

“La suprema cualidad del liderazgo es de forma incuestionable, la integridad. Sin ella, ningún éxito real es posible”. Dwight D. Eisenhower

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