“Los vagos se harán cargo del descrédito”

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Marino Vinicio Castillo R.Santo Domingo, RD

El trabajo corre el peligro dedesaparecer como paradigma, porque, según se nos ha venido inculcando, losvagos se harán cargo de su descrédito. Es esa la sensación que se experimenta cuando se ven desfilar en triunfo las riquezas fáciles por el arco del reconocimiento público, como si fuera elsueño a alcanzar.

Pensaba yo así, presenciando a un grupo de jóvenes trabajadores dominicanos rindiendo su jornada del día en mi Estancia María Virgen. De repente, me sentí orgulloso y alegre de oírles cantar mientras hacían sus tareas, cada cual en lo suyo.

Uno que abre el hoyo, otro que trae las matitas de plátanos para trasplantar, y los demás en muchas actividades de limpieza preparatoria, a fin de dejar terminada la nueva unidad de producción de la Estancia, un conuco mayor provisto de riego de microaspersión.

Entonces, sentí una súbita ira por lascalumnias que se han esparcido para desacreditar al dominicano como “vago impenitente”.

Ha sido muy meticulosa la maquinación deldescrédito inmerecido y resulta impresionante que su abuso ha prendido, generalizándose, como una decepción incurable de nuestra sociedad. Porque existen esas apariencias estridentes de las riquezas fáciles, han puesto a pagar a justos y pecadores y hemos ido convenciéndonos de que se han perdido generaciones de hombres y mujeres responsables para nuestros surcos y vendimias.

La droga y su opulencia maldita, que destroza la salud de millares de jóvenes, ha dado pie a todo ese proceso aberrante de desnacionalización del trabajo.

Son estas reflexiones estremecedoras, pues, al tener tan cerca cosas como esa que relato de mi nuevo conuco bajo riego de aspersión y la alegría de mis muchachos por hacerlo realidad entre cantos y sudores, termino cercado por sentimientos contradictorios.

¿Qué hago? ¿Qué pienso? Me pregunto. Salir a dar este testimonio, para alentar a mis compatriotas de no hacer caso a las murmuraciones contra la aptitud hacia eltrabajo honrado de nuestros jóvenes campesinos.

Me resulta fácil. Desde el año ´72 del pasado siglo, lo vine advirtiendo y predicando. Esto que escribo es una prueba crepuscular de alentar y animar al espíritu nacional para que reaccione contra la maledicencia que degrada a esosjóvenes nuestros y pujen en su defensa,como manera de preservar la Patria.

Desde luego, ésto no puede ser poesía, nada más. Hay realidades duras de por medio y esas campañas fueron terribles para el desánimo y los propios empresarios del cultivo de sus tierras han terminado por ser voceros de la deshonra y favorecer el destierro de la esperanza, porque se acomodaron al corro debilitante, bajo la convicción de que “al dominicano no le interesa el trabajo”, que ”sólo piensa en droga para consumirla o enriquecerse”.

Las políticas públicas sacrificaron la mística social agraria del pasado siglo; dieron prioridad deslumbrante al progreso urbano y fueron desarraigando familias enteras, para alojarlas en las marginalidades que se han tornado tan peligrosas.

No han comprendido los gobernantes que la agricultura es actividad de baja rentabilidad; que está sometida a las inclemencias del tiempo y que los que permanecen, todavía, doblados sobre la tierra, son verdaderos héroes anónimos.

De consiguiente, no se ha pensado en acompañar de recursos de apoyo y asistencia a las fincas que cumplan con los deberes de dignificación de sus trabajadores, mediante el salario, la comida, y el hábitat decoroso.

Ha faltado imaginación y buena voluntad para atender la delicada cuestión del trabajo agrícola, por un lado, y por otro, la construcción y su 80-20, fallido, momificado en su Ley, ha pasado a ser un percanceaún mayor

Recuerdo haber ido a la isla de Antigua varias veces a interceder por la conmutación de la pena de horcaimpuéstale a un trabajador dominicano de la construcción.

Una madre le pidió al presidente Fernández, a quien acompañaba, auxilio de vida para su hijo. En las ocasiones que fui hablé con muchos y pude comprender la tragedia de su destierro. Ahora he encontrado en mis baúles una placa que recibiera, cuya transcripción explica su desenlace: Agradecimiento Al:

Dr. Marino Vinicio Castillo (Vincho) Por todo el empeño realizado en procura del mantenimiento con vida de mi hijo. Solo Dios puede apremiar el esfuerzo que usted hizo con Confesor Valdez Franco. ¡Que Dios le realice todos sus sueños y le dé la victoria! Dado en Santo Domingo, Rep. Dom., a los 31 días del mes de enero del año 2001.

La cito, aunque no proviene del medio académico, pero me honra, porque esa es la otra escuela de la vida.

La Pandemia favorece mucho los exámenes de conciencia y hoy me he sentido obligado a traer esas cosas al seno amable de mis reminiscencias.

Ahora bien, lo hago, además, porque en ella hay una mención de gente simple que me deseó “¡Que Dios le realice todos sus sueños y le dé la victoria!”

Bueno es apuntar que la madre, con la ausencia del hijo, complicada en la horca, se había referido amargamente a cómo lo habían arrojado de la construcción en su tierra. Lo de la victoria, se me hace muy obvio entenderlo, porque ella supo de mi queja ante la aberrante extranjerización del trabajo, tanto agrícola, como de la construcción. Lo del título de esta entrega es una falsedad inmensa. El dominicano, de lo que precisa es de apoyo y aliento, que no tiene. El resto de cuanto se dice, es maldad y contumelia.