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Cuando lo pagano se disfraza de santo

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Jonathan D´Oleo PuigSanto Domingo, RD

No es de extrañar que un rey pagano – Nabucodonosor - de un imperio igualmente pagano - el babilónico - practicara la idolatría y obligara a sus súbditos a hacer lo propio. Pero que una entidad que dice circunscribirse a la doctrina bíblica la practique y la predique de una manera pura y simple es una contradicción de proporciones que no pueden ser ignoradas. Tal es el caso de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. En el corazón de su liturgia está la adoración a imágenes y la práctica de rituales que rompen drásticamente con la doctrina escritural. Para empezar, es incuestionable que en sus prácticas idolátricas la Iglesia Católica transgrede el primer y segundo mandamiento (“No tendrás dioses ajenos” y “No te harás imagen”). “Pero todos los que en principio se supeditan al decálogo – judíos, católicos y protestantes - han violado no solo el primer y segundo mandamiento, sino la gran mayoría de los mandatos del decálogo”, dirán algunos. “Entonces, por qué juzgar de manera aislada a la Iglesia Católica Romana”. Ciertamente, todos somos culpables de transgredir los mandatos de Dios. Ahora, el problema que mediante estas líneas quiero señalar en lo que respecta a la Iglesia Católica en particular es que la misma transgrede el primer y el segundo mandamiento no por descuido, sino de manera intencional, oficial y con todo el peso institucional que tiene en su haber. Ese es el gran problema. Que la Iglesia Católica, a pesar de catalogarse como una entidad cristiana, endosa prácticas netamente paganas a través de su poderoso andamiaje institucional que tiene tentáculos que tocan todo el espectro de influencia, tanto en la sociedad postmoderna de la actualidad, como a través de la historia, desde su fundación en el siglo cuarto después de Cristo.

Como sabemos, la Iglesia Católica sale de Roma y ha sido la entidad que, en cierto modo, ha mantenido al Imperio romano vivo más allá de su disolución en el año 476. Llama la atención que antes de que el catolicismo se convirtiera por decreto en la religión oficial del Imperio en el año 380, Roma perseguía a los cristianos de una manera extremadamente violenta. Está harto documentado que desde el ministerio público de nuestro Señor en la provincia romana de Judea el gobierno imperial persiguió, encarceló, torturó y asesinó a incontables discípulos y seguidores de Cristo.

Ahora, ¿por qué me tomo la molestia de mencionar el hecho de que el Imperio romano perseguía a los cristianos antes de haber declarado al catolicismo como su religión oficial? Lo menciono por el hecho de que el “fin” de la persecución de los cristianos en el Imperio romano (año 313) surge preeminentemente a causa del crecimiento extraordinario que la fe cristiana experimentó a pesar del asedio imperial. No surgió necesariamente por la alegada conversión del emperador Constantino. De hecho, tanto la tolerancia al cristianismo como la oficialización del catolicismo fueron posiciones adoptadas por el Imperio, no para conformarse al patrón bíblico, sino, más bien, para apropiarse del cristianismo. Esto con el propósito de utilizarlo como recurso político en su ejercicio administrativo, el cual, naturalmente, estaba enfocado en consolidar el poder imperial a lo largo y ancho de su dominio jurisdiccional. En ese sentido cabe señalar que los cristianos continuaron siendo perseguidos aun después de la declaración de el catolicismo como religión oficial. Podríamos decir que la cúspide de esa persecución bajo los auspicios de la Iglesia de Roma tomó lugar bajo lo que se conoce como la Santa Inquisición, particularmente la versión articulada por la entidad religiosa junto a la Corona española desde finales del siglo XV hasta inicios del siglo XIX. “¿Pero por qué la Iglesia Católica persiguió a los cristianos a filo de espada siendo una institución cristiana en sí misma?”, preguntarás. La respuesta es sencilla. La Iglesia Católica persiguió a los cristianos porque desde su fundación, y progresivamente a través de su desarrollo, es una entidad influenciada y, en gran medida, preeminentemente controlada por líderes cuyas convicciones no son primariamente bíblicas-cristianas, sino políticas y paganas. Por tanto, siendo la Iglesia Católica una entidad históricamente política y progresivamente pagana, se ha visto, a través de su existencia, amenazada por la propagación de la verdad bíblica que condena de manera meridiana sus doctrinas erradas en lo que respecta, entre otras cosas, a la dinámica idolátrica, a la sucesión apostólica, a la infalibilidad del Papa y a la salvación por obras y no por gracia solamente como claramente lo indica Dios en su Palabra santa, autoritativa, inerrante y definitiva (Efesios 2:8-10).

Habiendo puntualizado lo antedicho y siendo la violación de los dos primeros mandamientos por parte de la Iglesia Católica el enfoque principal de este artículo, dedicaremos el espacio que nos resta a la explicación del origen de la adoración a imágenes en esa entidad religiosa. Pero antes de entrar en materia sobre el particular debo mencionar que, aunque la idolatría es, sin dudas, el elemento litúrgico más sobresaliente del catolicismo, la Iglesia Católica niega de manera categórica que esté involucrada en la adoración a imágenes. Oficialmente la entidad establece que lo que hace es “venerar al prototipo de la imagen” – eso es a la persona representada por la imagen – no a la imagen en sí. Es decir que, si sus líderes y acólitos se arrodillan ante la imagen del “divino niño”, se arrodillan ante la persona de Cristo y no ante la imagen como tal. Sin embargo, adoración y culto es lo que efectivamente le rinden no solo a la imagen del “divino niño”, sino a todo el amplio repertorio de imágenes que comprenden la liturgia católica. De más está decir, por tanto, que el término veneración no es más que un eufemismo para no decir idolatría, así como cuando se habla del “derecho” al aborto se utiliza el término “protección de los derechos de la mujer” para no utilizar la palabra “aborto” o la frase “asesinato de bebés”.

Ahora bien, contestemos la pregunta, ¿cuál es el origen del ejercicio de la idolatría dentro de una institución que dice ser cristiana? El origen está en la cultura pagana que predominaba en el Imperio romano mucho antes de que fueran decretados los edictos de Milán y de Tesalónica en los años 313 y 380 respectivamente. En el primero de estos edictos se instauró la libertad de culto en el Imperio romano y de esa manera cesó, en principio, la persecución de los cristianos por parte del gobierno imperial. Más de medio siglo después, mediante el edicto de Tesalónica es que, en efecto, se oficializa la religión católica en el Imperio romano. Es, de hecho, la oficialización del catolicismo lo que agudiza su paganización, ya que al institucionalizarlo el gobierno imperial se dispuso a “convertir” a todos los habitantes del Imperio al catolicismo. El problema con esa disposición imperial es que estaba motivada no por la piedad, sino, más bien, por la política. De esa manera el Imperio comprometió la esencia de la doctrina bíblica-cristiana a medida que daba cabida en el catolicismo a prácticas paganas con el objeto de consolidar su poder a través de las diferentes demografías que componían su amplia y compleja estructura política que se extendía por toda Europa, África del Norte y Oriente Medio.

Lo propio ha continuado sucediendo a través de la historia a medida que la Iglesia Católica ha irrumpido en otros territorios. A finales del siglo XV, por ejemplo, la Iglesia Católica irrumpió en América sobre las ruedas del Imperio español. A partir de ese momento, en vez de evangelizar a los nativos, los colonizadores los obligaron a convertirse al catolicismo. Para facilitar ese proceso no solo les permitieron, sino que, de hecho, motivaron a los indígenas a integrar sus prácticas paganas en su nueva religión católica, apostólica y romana. También, cabe decir, que más recientemente en el siglo XX Agnes Bojaxhiu, mejor conocida como la Madre Teresa de Calcuta, en vez de evangelizar a los hindúes, budistas y musulmanes con los cuales ella interactuaba, los motivaba a continuar con sus prácticas paganas. De hecho, en el hospital que la Madre Teresa administraba en Calcuta, en las paredes detrás del espaldar de las camas, no es raro encontrar altares paganos a uno de los más de 33 millones de dioses que idolatran los hinduistas.

En síntesis, el patrón católico-romano de comprometer la pureza del dogma cristiano para avanzar su agenda política en el mundo pagano resultó en el desarrollo de un proceso de sincretismo a través del cual el paganismo se ha disfrazado de santo para ser practicado dentro del marco del oficialismo. De esa manera podríamos decir que el catolicismo fue - y continúa siendo - para el paganismo lo que las propiedades de lujo y empresas de prestigio pulcro son para los criminales que buscan lavar dinero sucio. Es tanto así que hasta los narcotraficantes tienen una virgen y un santo al cual le rinden culto.

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