Balaguer, Teófilo (Quico) Tabar y Miguel Cocco Guerrero

Abrahán Tabar Manzur

Abrahán Tabar Manzur

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Cándido GerónSanto Domingo, RD

Como se sabe, el destino juega un rol determinante en la vida de los hombres y, a partir de esa premisa, todavía es la hora que, 23 años después, me siento incapaz de conciliar las razones que me colocaron frente a Joaquín Balaguer para cumplir el diálogo de mayor prestancia que haya disfrutado este servidor en su particular existencia. Hablo del 12 de febrero de 1992, en horas de la noche, cuando Teófilo (Quico) Tabar me condujo al Palacio Presidencial invitado por Balaguer tras leer el libro Hacia una interpretación de la poesía de Joaquín Balaguer de la autoría de quien esto escribe.

Numerosos autores escribieron sobre el autor de El Cristo de la libertad, y puedo decir con sinceridad que quienes plasmaron sus particulares apreciaciones sobre este extraordinario estadista y escritor singular superan la humildad de mis escritos.

Tal vez sea esta la razón por la cual hablo del destino que me sonrió con la satisfacción de apreciar que ese azar de la vida me convertiría en una persona diferente, porque enlazaba mi existencia con una de las glorias históricas más esplendentes de la vida nacional.

Desde luego, he de confesar al lector que debo la génesis de mis conversaciones con Balaguer al licenciado Teófilo (Quico) Tabar, a la sazón director general de las aduanas, y al entrañable amigo Miguel Cocco Guerrero, quien fue el primero en leer el texto Hacia una interpretación de la poesía de Joaquín Balaguer y en solicitarme hacérselo llegar al gobernante a través de Quico Tabar.

¿Por qué Balaguer conversaba conmigo con la actitud más bien propia de un amigo, con la dulzura de un padre y con la cadencia que parecía generaba la búsqueda de una comprensión que acaso le habrían negado los adversarios políticos, y aquellos que le regateaban la bien ganada condición de poeta, ya que tenía un dominio excepcional sobre la métrica y el verso libre?

Esto lo explico, porque a Joaquín Balaguer, tanto los intelectuales de Santiago como los de la ciudad de Santo Domingo, le negaron la calidad de poeta que la posteridad recoge como su legado fecundo y como un hombre que hizo de sus inspiraciones un gigantesco formato de pasión por la literatura y la cultura universal.

Se ignora si estaba Joaquín Balaguer Ricardo diseñado para ser estudiado por la ciencia o si su enigmática figura estaba expuesta al inevitable escrutinio de la historia.

Lo cierto es que, al estudiar el dominio de su particular conducta y enjundia, generaba brío y acierto en un marco de pasión, lucidez y talento, como lo justificaba en José Vasconcelos, Antonio Acevedo Escobedo.

Los conceptos expresados en torno a la personalidad de Balaguer, están plasmados con sinceridad, aunque para algunos resulte controversial como es natural en el caso de los grandes hombres.

Obra la suya, intrépida en su imaginación, rica en espontaneidad pedagógica y contenido semántico como filólogo que fue en su tiempo.

En una ocasión expresó a quien esto escribe: «Todo se fundamenta en el destino y la circunstancia y a partir de estas ideas me considero un hijo del destino y de la circunstancia, porque a final de cuentas, el destino y la circunstancia son los que determinan la existencia”.

Recuerdo esa noche en su despacho del Palacio Nacional, (2/4/1992), lo saludé muy afectuosamente y le llamé Señor Presidente. Luego de los protocolares saludos, inició la conversación a cerca del que había escrito sobre su creación poética y la satisfacción que produjo la lectura de sus sonetos y poemas libres en el proceso de la estructura del texto.

Tal vez fue cuestión del destino, porque a veces al escritor le llegan las secretas ondas inducidas por los demiurgos de la creación. Estas vibraciones a menudo sorprenden a los poetas, como en mi caso que, al entrarme en los entretejidos de su poesía he sentido que me he metido en las fibras más hondas de su ser.

Por varios segundos, Balaguer sonrió, en señal de satisfacción, y tras esa pausa me dijo: “Al leer su hermoso libro he comprobado que usted se adentró en la raíz cósmica de mi humilde creación poética. Pero créame que no me considero poeta sino un versificador. La poesía requiere de cierto ángel que yo no poseo y, además, por la faena política la he descuidado, aunque no le niego que no pasa una semana en que escriba algún verso o piense en ella”.

A seguidas, expresó: “Ahora que he leído su libro detenidamente y con mucha fruición, de haberlo conocido por vía de Quico Tabar, desearía, si no le robo tiempo a su oficio de escritor, me brindara la oportunidad de visitarme con frecuencia para hablar de literatura, de autores dominicanos y extranjeros que con frecuencia escriben textos, ensayos y artículos muy interesantes. No podemos dejar todo a la política. Hay días en que estoy tan abrumado que siento la necesidad de conversar con un amigo para evocar aquellos autores que contribuyeron a nuestra formación intelectual”.

“A pesar de la política --me dice, el escritor escribe pensando en la trascendencia, la que tal vez nunca alcanzará. Por esa razón, no pienso en ella sino en el momento, y por ello vivo alejado de las fastuosidades, los reconocimientos y no me halagan los elogios porque he llegado a la conclusión de que muchas veces no son sinceros. Hay mucha mezquindad, muchos egos y muchos odios en la mayoría de los intelectuales y escritores dominicanos; sin embargo, los hay muy buenos y desinteresados como los casos de don Mariano Lebrón Saviñón, Manuel Mora Serrano, Antonio Fernández Spencer y otros que han sido generosos al escribir de mi poesía y otros textos. No busco la fama, consciente de que lo más importante, en la corta existencia que nos depara la vida, es lo que hacemos en beneficio de los demás». Y añadió: “Eso hago, en solitario”.

--En su libro no hace elogios de mi vida y obra poética y eso me satisface bastante. Créame, poeta Gerón, que la selección no podía ser más rigurosa. Usted se ha enfocado en la eficacia creadora y, por tanto, estoy muy agradecido de la visión con que enfoca el intimismo y el valor de la ritma en mis sonetos.

--Usted está considerado como uno de los estadistas más ilustres de América Latina y un excelso escritor, por tanto, ya tiene un nicho en la historia dominicana –le digo.

--La fama--poeta Gerón, es ambición que ciega a los gobernantes y a los que escriben solo pensando en ella. Eso pasa también con algunos genios. La fama no se labra. Sin embargo, reconozco que hay naciones que se enorgullecen de sus héroes que convierten en ídolos y profetas. En cambio, yo tengo la certeza que, cuando cierre los ojos, no seré ni ídolo ni héroe, sino un simple mortal, si la rueda de la historia me concede un poco de suerte.

Hombre hermético, humilde, tímido, sin ambición por el dinero; nunca asistía a fiestas, no fumaba ni bailaba y era difícil encontrar en él flaqueza. Negador de las teorías, el presupuesto de la nación lo recitaba de memoria cuando perdió la vista.

En su dilatada vida política, tal como postula Maquiavelo en su obra El príncipe, Joaquín Balaguer fue «amado y temido», como en el caso de Trujillo.