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Ley de Hidrocarburos, de lo absurdo al absurdismo

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LUIS MANUEL PIANTINISanto Domingo

Desde su posición antes de su arribo al poder los principales ejecutivos del presente gobierno, apostaron por transparentar la aplicación semanal de los precios de los carburantes y llevarlos a reflejar las variaciones que se verifican en los mercados internacionales, teniendo como base y precio de referencia el de comercialización del barril del llamado West Texas Intermediate, con la intención de que esos precios internos bajaran. Desde que llegaron al gobierno había sido una promesa del Presidente Luis Abinader la modificacion de la Ley de Hidrocarburos, y ya desde la oposición siendo diputado nuestro Ministro de Industria y Comercio, también había propuesto la reformulación o eliminación de la fórmula que fija el precio de los diferentes componentes de los derivados del petróleo.

Esa llamada fórmula la componen dos tipos de impuestos advalorem y específico y también el costo de transporte y los márgenes de comercialización en sus diferentes etapas, componentes cuyos costos varían diariamente en el mercado, por lo tanto así los márgenes también deberían de variar. Viajando a diferentes países, me fijaba que los precios de los diferentes carburantes variaban diariamente y que eran diferentes entre los establecimientos de ventas que existían. En Miami hay una calle que debe de tener alrededor de 10 establecimientos de expendios en un tramo no muy largo, donde acudíamos a recorrer la misma, y ver los precios reflejados en senalizadores lumínicos para escoger y comprar en aquel que ofreciera los precios más convenientes.

Siempre me he cuestionado de por qué las cosas fáciles se vuelven tan complicadas en mi país. Hay un dicho que dice que mientras más revuelta y opaca es el agua, más se pesca. Recordaba de cómo la liberalización de la tasa de cambio creó un mercado de cambio competitivo donde se ha beneficiado la población, y donde han surgido una miríada de entidades que comercializan las monedas porque ya no es solo el dólar. Antes, hace 30 años, cuando se modificó el sistema de cambio, existía el mercado oficial de divisas con una tasa determinada por el Banco Central, su precio era inferior al del mercado libre para adquirir los dólares, o sea una tasa sobrevaluada donde se beneficiaban las únicas empresas que tenían acceso a ella. Era un subsidio que el estado les transfería a esas empresas para mantener a precios bajos los bienes y servicios que comercializaban, una justificación no verificable a dicho privilegio. Pero a la larga estas empresas utilizaban la diferencia de precio con el mercado privado para obtener ventajas sobre aquellas que tenían que acudir al mercado privado con una tasa más devaluada para el peso. Desde que se acabó el de colocarle precios artificiales a la tasa, y al dejarla que el mercado la determine, se acabaron las rentas privilegiadas, las crisis y los ataques de nervios y protestas cada vez que el Banco Central se veía obligado a modificar el valor de dicha tasa oficial, porque estaba perdiendo reservas internacionales, precisamente por mantener una tasa artificial.

Ahora con el sistema de fijación de precios por parte de las autoridades en los diversos combustibles, también se acuden a subsidios privilegiando algunos, y se crean dolores de cabezas y temblores cada vez que hay que elevar esos precios, porque en el mercado internacional se eleva el precio de petróleo, su principal componente.

Ahora, oh sorpresa! el gobierno ha depositado en el congreso la modificación de la actual ley de hidrocarburos cuyo texto y componente para la nueva fórmula es más inverosímil y absurda que la llamada fórmula actual, porque lo que aparece en el texto de dicho proyecto es una fórmula química cuyos confeccionadores deben de saber mucho de esta materia, pero de mercado libre y transparente conocen poco. Nuestra economía es llamada una economía de mercado, donde de mercado contiene poco. Donde la mayoría de los sectores están manejados por pequeños grupos de grandes empresas que dominan el ingreso de nuevos participantes, cerrándoles el paso y eliminando la competencia en la fijación de precios, pese a existir una ley y un organismo público que garantiza la competencia pero que tiene más de 10 años que no funciona desde que se estableció. Por eso en este país la micro, pequeña y mediana empresa no puede levantar cabeza y se impide que el mercado genere una mejor y más justa distribución de ingresos y riquezas, y eso es producto de todas las distorsiones estructurales que permiten los gobiernos que existan para impedir que haya una libre y eficiente operatividad de los mercados, para el beneficio de los consumidores.

Sin embargo en el caso de los combustibles existen 1100 estaciones de expendios de combustibles, así como decenas de entes de transporte, de importación y distribución, constituyéndose en un mercado muy amplio y poco concentrado, para que en la actualidad se le deje el manejo de los precios internos, si este mercado es liberado para el beneficio de la población, que podrá escoger aquellos establecimientos que exhiban en sus bajos precios manejos más eficientes en sus costos. Entonces no comprendemos la oposición que existe a liberar la comercialización de estos bienes como se liberó la tasa de cambio. De esta forma se cotizaría diariamente en el mercado sin sobresaltos y ahogamientos de la población, la cual se acostumbraría a comprar diariamente ese producto al precio de ese día. Este gobierno administrado en su mayoría por empresarios que en un momento determinado dirigieron los órganos empresariales y comerciales más importantes del país, donde su filosofía se basa en el libre mercado, no le luce salir ahora con una fórmula para complicar incautos, la cual determinaría los precios cada dos semanas, cuando hay tantas variaciones diarias en los precios internacionales y el desfase y los cambios serían de mayor amplitud y repercusión que los actuales semanales. Cuando vamos a entender que el crecimiento de esta economía del morivivi y su dinamismo se debe a que funciona libremente sin aceptar imposiciones de controles estatales la cual se detiene y hace crisis cuando estos emergen? Que estamos muy lejos ya de ser una economía latinoamericana para que se nos apliquen las mismas distorsiones que han paralizado por años a esas economías sin que avancen, mientras nosotros avanzamos con saltos anuales hacia adelante. El gobierno debe de dejar de ser un secuestrador de sí mismo, teniendo el control de imponer precios cada cierto tiempo recayendo sobre sí una culpa que no tiene, puesto que ni este, ni el país producen hidrocarburos para fijar precios oficiales. El caso de Venezuela es elocuente de cómo el manejo de precios y el otorgamiento de subsidios hunden a un gran sector y a un país. Aquí cada viernes los cambios de precios les crean dolores de cabeza a la población culpabilizando al gobierno por los cambios. Sin embargo por la larga experiencia que viví en la administración pública por casi 50 años, viviendo los manejos malos, mediocres, y buenos de los gobiernos para afrontar las crisis, les diré que pueden gastar el presupuesto entero en subdidios y al final nadie se lo agradecerá. Pero si se construye una escuela, un hospital, una carretera, una presa, obras que resuelven problemas reales y aumentan la productividad de la población y de la economía en el mediano y largo plazo, la población presente y las futuras generaciones recuerdan y se lo agradecen. Presidente, deje que el mercado determine los precios, aplique los impuestos en el momento del ingreso de los productos al país y libere los márgenes de comercialización y transporte para que haya competencia, y se ofrezcan a mejores precios los mejores productos. Y los subsidios que quiera aplicar lo realiza desde los precios en frontera. Siendo esta una economía capitalista de mercado, quítese Presidente ese dolor de cabeza cada quince días, aplicando una fórmula que si antes era absurda ahora bordea el absurdismo. De todas formas el gobierno puede aplicar los impuestos y también subsidiar a los productos. Nada impide que en momentos determinados esos productos sean subsidiados en su precio de frontera.

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