El victorioso camino de Davis Rodríguez Carpio, el dominicano que logró salir de Ucrania
Después de cuatro días de carretera y trenes, Davis pudo ileso salir de territorio ucraniano
Era el quinto día de bombardeos en Bila Tserkva cuando Davis Rodríguez Carpio ideó un plan para escapar de Ucrania. Tanto el dominicano, como sus dos hijastros ucranianos, habían permanecido dentro de su sótano de tres metros de largo y seis de ancho en espera de un alto el fuego.
El viernes 4 de marzo fue el día electo. No tenía planeado llevarse muchas cosas. De hecho, para las ocho de la mañana solo había preparado una mochila, mismo artículo que también cargaban su par de acompañantes; un bulto con documentos importantes y sus tres mascotas: dos perros y un gatito.
Todo lo demás lo dejó atrás. Estaba consciente que perdería su trabajo, casa, vehículo y la vida que había formado en los cuatro años que llevaba viviendo en Ucrania justo con su esposa de la misma nacionalidad.
El objetivo era llegar a Eslovaquia, país fronterizo con Ucrania que ha recibido más de 140,000 refugiados desde el inicio de la guerra, según la ONU. Pero recorrer 704 kilómetros, desde Bila Tserkva a Uzhgorod, sin medios de transporte públicos disponibles y durante una guerra, es una misión complicada.
Su opción era pedir un taxi que los llevara a la ciudad más cercana desde donde salían trenes hacia Leópolis. En el momento cuando ya estaban entrando sus pertenencias al vehículo, un misil cayó a unos 500 metros de distancia de ellos. Ninguno resultó herido.
“Estremeció el mundo, eso es algo que no sé cómo explicarlo, cuando sientes no solo el sonido, sino la ola expansiva de la bomba que te atraviesa y que te remueve los cimientos”, explica Davis a Listín Diario.
Al ver el incidente, el taxista canceló el viaje por considerarlo peligroso. Y, en medio de la desesperación, Davis pidió otro que sí aceptó llevarles a Tetiiv, un traslado en carretera de unas tres horas.
“Vi los puentes destruidos, casas destrozadas, totalmente bombardeadas, todas las carreteras están bloqueadas, hay retenes y están buscando personas que no tengan identificación ucraniana”, describe.
Al llegar a Tetiiv se dieron cuenta que tampoco había transporte y tuvieron que, nueva vez, tomar un taxi que se extendió por unas cuatro horas hasta llegar a Vinnytsia.
Cuando los tres llegaron a la estación de tren ya había anochecido. Todos entraron como pudieron dentro de los vagones ocupados por miles de personas que permanecieron inmóviles y hacinadas, por falta de espacio, por unas siete horas.
“Fueron las seis u ocho horas más estresantes que he vivido, porque en cualquier momento nos podían bombardear”, cuenta.
Un viaje de siete horas
El tren apagó las luces y ordenó a los pasajeros que hicieran lo mismo con sus dispositivos electrónicos para evitar cualquier luz que llamara la atención de aviones rusos y así camuflarse en la oscuridad de la noche.
Y, luego del susto de su vida, llegaron en la madrugada del sábado a Leópolis, una ciudad que se ha convertido en el corredor humanitario de miles de refugiados.
La primera impresión al salir del tren fue ver a decenas de miles de personas paradas en la estación sin signos de saber hacia dónde dirigirse.
“Con temperaturas de -4 grados Celsius, veía madres con niños pequeños en los brazos sin poder sentarse porque estaba lleno todo el mundo”, dice.
A diferencia de otras personas, Davis y su familia sí tenían el plan de quedarse un par de noches en un refugio dentro de una iglesia que le había recomendado Joaquín Aquino, un voluntario que también le había dado la ruta para llegar a Eslovaquia donde se encontraría con dos diplomáticos dominicanos.
Ya en la parroquia San Pablo Segundo, les informaron que no había espacio para acogerles porque estaba llena de refugiados. Sin embargo, al decir que era dominicano, recibió el apoyo inmediato de José Jesús Pacheco, un venezolano que le colocó un par de frisas en el piso para que pudieran dormir y les dio comida.
Ahí tanto él como sus hijastros, de 9 y 16 años, descansaron hasta la mañana del lunes 7 de marzo cuando el cónsul dominicano en Alemania, Francisco Caraballo, le sugirió llegar lo antes posible a la frontera eslovaca donde los estaban esperando durante días Julio Alberto Martínez y Ricardo Andrés Moreta, ministro consejero y consejero de la Embajada de la República Dominicana en Alemania, respectivamente.
Al igual que en las demás ciudades, en Leópolis tampoco había transporte público para trasladarse hasta Uzhgorod, el área fronteriza entre Ucrania y Eslovaquia. Así que tuvieron que tomar un tercer y último taxi de cuatro horas hasta su destino final. “Pagué un dineral, pero era una situación de vida o muerte”, continua.
Del otro lado de Europa
Ya para las seis de la tarde llegaron a la frontera. Pero el pase no era tan rápido, aunque la fila era relativamente corta, les tomó otras seis horas pasar oficialmente al espacio de Schengen.
Para la medianoche del martes, bajo gélidas temperaturas, con las mismas mochilas, el bulto de los documentos y las tres mascotas que les acompañaron durante todo el recorrido pudieron experimentar por primera vez en semanas paz.
“Después de tantos días, ver a dos dominicanos esperándonos como dos guardias al otro lado de la frontera fue muy emocionante. Lloré de la felicidad”, expresa desde un hotel eslovaco.
Días antes de que comenzara el conflicto bélico, la esposa de Davis fue a trabajar a la isla de Chipre.
Este sábado se reencontrará junto a sus dos hijos y su esposo para viajar el domingo a Alemania donde iniciarán una nueva vida a 1,700 kilómetros de la guerra.