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La batalla de los Grammy y el ejemplo de España

El primero de enero comenzará el año 63 de esa revolución y de ese régimen. Pueden permanecer en el sillón de mando, pero ¿hasta cuándo? El general Francisco Franco murió en la cama como Fidel, y como sucederá con Raúl, pero lo que no evitarán es que las jóvenes generaciones modifiquen totalmente el rumbo político del país.

1) El Generalísimo Francisco Franco. 2) El expresidente Adolfo Suárez. 3) El Rey de España, Juan Carlos I.

1) El Generalísimo Francisco Franco. 2) El expresidente Adolfo Suárez. 3) El Rey de España, Juan Carlos I.

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CARLOS ALBERTO MONTANERESTADOS UNIDOS

El régimen cubano lo convierte todo en una ridícula batalla. Es in­capaz de mirarse en el espejo. Le teme a la imagen de octogenarios vencidos por la vida y asume una visión he­roica de sí mismos. Ahora mismo ha transformado la entrega de los “Grammy Latinos” del 2021 en una lucha épica contra Yotuel, Maykel Osorbo, a quien mantie­ne en la cárcel, Descemer Bueno, Yadam González, El Funky, Gen­te de Zona y Beatriz Luengo. ¿Por qué? Por ser los autores o los in­térpretes de Patria y Vida (“Chan­cleta Records”), y porque los or­ganizadores, con toda justicia, eligieron a esa canción como la mejor, la más destacada del año. Simultáneamente, recibieron el Premio a la “Mejor canción urba­na” del 2021.

Ni siquiera fueron los únicos cubanos que obtuvieron un Gra­mmy. Gloria Estefan y la Orques­ta Aragón también fueron mere­cedores de uno. Gloria Estefan resultó premiada por el “Mejor Álbum Tropical del año” con Bra­zil-305, mientras la Orquesta Ara­gón, fundada en 1939, 20 años antes de que surgiera la Revolu­ción Cubana, recibió el premio al “Mejor Álbum Tropical Tradicio­nal” por su Cha-Cha-Cha: Home­naje a lo tradicional. La noticia sorprendió a los miembros de la orquesta, según relató Rafael Lay, su actual director e hijo de uno de los fundadores, aunque la calidad del sonido se logró en Los Ángeles por las gestiones de Isaac Delga­do y Alain Pérez, dos excelentes y carismáticos intérpretes.

Observen la secuencia de los hechos. Primero fue el choque con el Movimiento San Isidro. Un grupo de jóvenes artistas muy pobres, separados del poder po­lítico, se presentaron de buena fe en el Ministerio de Cultura a ha­blar con el Ministro. No se les con­cedió esa gracia. Meses más tarde ocurrieron las protestas cívicas del 11 de julio. Miles de personas se levantaron en todo el país. No hay que ser un lince para vincular am­bos sucesos. Por último, el 15 de noviembre tomó el relevo la aso­ciación cívica “Archipiélago”, pro­visionalmente dirigida por Yunior García Aguilera, quien acabara exi­liado en España, y a quien se debe una magnífica explicación de estos fenómenos pronunciada en la rue­da de prensa.

El hecho de que el premio a la “Canción del año” haya sido con­cedida a Patria y Vida, debería ha­berle revelado a la dirigencia revo­lucionaria que tiene un mensaje que huele a naftalina. Es muy vie­jo. Hace 20 o 30 años hubieran pre­miado una canción en torno del le­ma Patria o Muerte, y se lo hubiera otorgado un chaval que vestía una camiseta del Che, pero hoy es im­pensable que algo así ocurra. ¡El primero de enero comenzará el año 63 de esa revolución y de ese régimen! Por supuesto, pueden permanecer en el sillón de man­do, pero ¿hasta cuándo? El gene­ral Francisco Franco murió en la cama como Fidel, y como presumi­blemente sucederá con Raúl, pero lo que no evitarán es que las jóve­nes generaciones modifiquen total­mente el rumbo político del país. Así ha sido siempre en la historia del planeta.

Franco había supervisado cui­dadosamente la educación de su sucesor en el Poder Ejecutivo –el rey– para garantizar que no ha­bría sorpresas. Incluso, en el Parla­mento –que en esa época se llama­ba “las Cortes” y estaba formada por tercios, como indicaban los manuales fascistas– existían unos aguerridos parlamentarios que in­tegraban “los 40 de Ayete”. Así se llamaban por el palacete en que solían reunirse, muy cerca de San Sebastián, en el “país vasco”, lugar de residencia de Franco en algunos veranos. Era el grupo de franquis­tas que, supuestamente, resistiría cualquier intento de cambio. Solo que al frente de “los 40 de Ayete” estaba, nada más y nada menos, que Adolfo Suárez, el hombre que junto al rey, encabezó la transición una vez que Franco murió.

Ni el rey Juan Carlos ni Adolfo Suárez fueron traidores a Franco. O, si lo fueron, debieron optar una de dos lealtades conflictivas: la que le debían al viejo Caudillo que los había encumbrado personalmen­te, o la que les debían a las nuevas generaciones que no habían par­ticipado activamente en la Guerra Civil, como era el caso de ellos mis­mos. Tanto Juan Carlos de Borbón como Adolfo Suárez eran producto de la Segunda Guerra Mundial, o, si se quiere, de la Guerra Fría que entonces se libraba. Ellos eligieron dirigir a sus compatriotas a la mo­dernidad y extraerlos de la prime­ra parte del siglo XX a la que los ha­bía arrastrado el Generalísimo de España.

No sé cómo se puede obviar el ejemplo de España, pese a que, desde el punto de vista económico, los últimos 15 años del franquis­mo fueron espléndidos. Cuba tiene una oportunidad dorada de corre­gir el rumbo equivocado emprendi­do en 1959. Todo lo que tiene que hacer es rectificar, consultar a la so­ciedad, e ir, como señalaba Oswaldo Payá, “de la ley a la ley”. De lo contra­rio el país puede sucumbir a otra eta­pa de innecesaria violencia.

DATO Primero fue el choque con el Movimiento San Isidro. Un grupo de jóvenes artistas muy pobres, separados del poder político, se presentaron de buena fe en el Ministerio de Cultura a hablar con el Mi­nistro. No se les concedió esa gracia. Meses más tarde ocu­rrieron las protestas cívicas del 11 de julio. Por último, el 15 de noviembre, tomó el re­levo la asociación cívica “Ar­chipiélago”, provisionalmen­te dirigida por Yunior García Aguilera, quien acabará exi­liado en España.

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