La dicotomía periodística: ¿Ambición o calidad de vida?
Realidad: La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado. La lucha entre la ambición (a veces mera necesidad de trabajar) y la voluntad de priorizar otras cosas (salud mental, familia, calidad de vida) es lo que, por lo general, nos hace vivir con tanta inquietud.
Hay algo que me encanta de charlar con periodistas: entienden las expectativas y el proceso. Esta newsletter jamás la leería la amiga recién graduada en Ingeniería Química. Pero sí mis compañeros de trabajo, los amigos de la universidad o los pseudocolegas de Twitter con la misma devoción por entender el periodismo, trabajar para él, renunciar a él.
Hace dos jueves quedé para cenar con el grupo de amigas de la Facultad. Nuestras conversaciones suelen funcionar como bálsamo, terapia grupal y hasta podrían dar el pego como posible tertulia en Tardeo. El escenario ha ido cambiando con los años y también los temas; la esencia es la misma.
C. está harta de su trabajo como redactora de televisión. Dice que aquí, en España, no hay historias que contar, y que las que hay a nadie le interesan. Quiere irse a Latinoamérica y cambiar la persecución de Almeida en Barcelona por otro tipo de acontecimiento. Trata de vender un reportaje que le ha costado varios meses producir sobre la alopecia femenina a diferentes medios del país, pero, de momento, no ha tenido suerte. M. siempre insta a que nos pasemos al “lado oscuro” del periodismo. Cobra 1.700€ y tiene un jefe bastante majo, de ahí su insistencia. V. crea contenido para marcas conocidas y hace poco le subieron el sueldo, aunque últimamente cierra el ordenador a las 21 horas, B. hace frente a un préstamo por un máster universitario mientras intenta encarrilar un libro y P. seguirá trabajando como autónoma para un medio a falta de un contrato fijo en la redacción. Yo les conté que cambio de trabajo, que me adentro en un volcán prodigioso donde quiero sumar y aprender.
Discutíamos sobre si es mejor ‘pringar’ ahora, más adelante o no hacerlo. La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”, leí una vez en un titular que no consigo olvidar”.
La lucha entre la ambición (a veces mera necesidad de trabajar) y la voluntad de priorizar otras cosas (salud mental, familia, calidad de vida) es lo que, por lo general, nos hace vivir con tanta inquietud. ; otras no están dispuestas a pasar por el aro y prefieren priorizar el sentirse valoradas y bien en el trabajo desde los veintipocos, y lo único que puedo decir yo es que siempre podríamos tener a Voldemort como jefe (y tal vez no sería tan malo).
Beatriz Serrano, periodista y autora de la newsletter Massolit 101, escribía en su última publicación algo que me atravesó como una flecha:
“Pero tiene que haber otra vida, ¿no? Una vida donde los martes no sean una cosa que quitarse de encima cuanto antes. No dejo de pensarlo. Estoy obsesionada con ese pensamiento. Tiene que haber algo más porque esto no puede ser así siempre. Algo mejor. Algo distinto. “La vida no puede ser trabajar toda la semana e ir el sábado al supermercado”, leí una vez en un titular que no consigo olvidar”.
La lucha entre la ambición (a veces mera necesidad de trabajar) y la voluntad de priorizar otras cosas (salud mental, familia, calidad de vida) es lo que, por lo general, nos hace vivir con tanta inquietud.
Una lectora de Fleet Street me compartía su dilema hace poco. Ella trabaja en un medio local y salta a una radio de ámbito nacional cuando la llaman para hacer sustituciones. Me contaba que se ha planteado varias veces sacrificar su ambición profesional por dedicarse a un trabajo que le proporcione una mayor calidad de vida, menos presión y compromiso.
¿En esta disyuntiva, qué es mejor? ¿Priorizar el trabajo o a nosotros mismos? La respuesta dependerá de cada persona. Por supuesto, hay empleos donde ambas cosas son complementarias, pero en la mayoría aún son excluyentes.
A todos nos gustaría poder disfrutar de los martes y no desear que el día transcurra lo más rápido posible para volver a la cama. Aprovechar las horas de sol fuera del trabajo y no pasarlas en él. No sentir que vivimos dando vueltas en una rueda de hámster constante, en esa sabia comparación del ritmo vital que llevamos que Marta Hortelano hacía en el último número de su boletín Captura de pantalla.
Steve Jobs compartía en su discurso de graduación para los estudiantes de Stanford en 2005 esta reflexión: “Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo así: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día ciertamente tendrás razón.” Me impresionó y, desde entonces, durante los últimos 33 años, me he mirado al espejo cada mañana y me he preguntado: “Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que estoy a punto de hacer hoy?” Y siempre que la respuesta ha sido “no” durante demasiados días seguidos, sé que necesito cambiar algo.”
Tal vez esa pregunta ante el espejo es un buen lugar por donde empezar.