El sublime entorno para un diálogo entre vivos y difuntos

Algunos hablan a sus familiares como si los oyeran desde sus moradas de concreto.

Un adolescente retoca la pintura de una de las tumbas en el cementerio Cristo Redentor. RAÚL ASENCIO/LD

Un adolescente retoca la pintura de una de las tumbas en el cementerio Cristo Redentor. RAÚL ASENCIO/LD

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LOURDES APONTESanto Domingo, RD

Con las entradas cubiertas por los vendedores de flo­res y velones para quienes deciden visitar a sus seres queridos que ya no están en este plano, visitantes limpiando y adornando las tumbas, así lucían los principales cementerios de la capital en el Día de los Fieles Difuntos.

Algunos hablan a sus fa­miliares fallecidos como si las paredes de concreto que sellan las tumbas es­cucharan sus plegarias al cielo o vieran sus lágrimas de dolor. Los semblantes tristes y reflexivos mos­traban expresiones que evocaban el recuerdo de quienes ya no se encuen­tran entre ellos, haciendo de esta tradición un sabor amargo en la boca.

Magdaleno Ureña, quien funge como traba­jador independiente en el cementerio Cristo Reden­tor, explicó que “la cosa, el día de hoy, ha sido un po­co tímida. No han veni­do tantas personas como siempre pasa antes para la fecha”.

Asimismo, destacó que “ahora por lo menos la se­guridad es mejor, porque nadie viene aquí por gus­to’’.

En el recorrido por ese camposanto, a lo lejos y en medio del sol se veía un adolescente de unos 15 años de edad que vestía ro­pa desgastada y bajo el sol incandescente y de rodillas restauraba la pintura sobre la lápida de una tumba de­teriorada por los años.

Su jefe, quien se encon­traba a su lado, alegó que “la cosa no está buena, aquí no ha venido casi gente, he picoteado poco, pero esto está duro”.

Personajes Más adelante en una capi­lla blanca adornada por un torso en mármol, donde la brisa suave movía las esca­sas hojas del suelo, a lo lejos se veía una señora con una camiseta azul, sentada en una banqueta blanca oran­do en silencio.

“En el mundo hay tres personas idénticas mi papá, Johnny Ventura y Peña Gó­mez, cada vez que puedo y vengo a visitar la tumba de mi madre hago una parada aquí a rezarle a la tumba”, manifestó Ramona Álvarez.

Justo al lado de la capilla del extinto líder político Jo­sé Francisco Peña Gómez, otro sepulcro con cadenas cercando sus divisiones y la hierba bien podada, res­guarda la última morada del reconocido artista John­ny Ventura, y detrás de esta una familia estaba de pie en la parte trasera, leyendo ca­da nombre con atención.

Dentro del grupo se en­contraba una pequeña ni­ña, la cual observaba con atención las fotografías de la leyenda dominicana, y con una sonrisa cálida su padre le citaba memorias de quien fue y ha dejado un legado inmortal.

“Hija mía, este señor fue una leyenda grande, cuan­do nadie creía que era posi­ble brillar él se encargó de hacerlo”, exclamó.

Allí se encontraba Reinal­do, la persona encargada de velar por el cuidado de ese espacio, quien al ver co­mo se acercaban personas que para él eran completos desconocidos, abría sus ojos como esferas y decía que cuidado de cómo se acer­caban al terreno, porque él era su cuidador.

“Ellos siempre confían en mí para tener todo bien aquí, yo los cuido y ellos a mí”. Esas fueron las pa­labras del guardián, al ser abordado por los presentes.

Entre el ruido de los mer­caderes y el intenso olor de la tierra cuando está apunto de llover, la familia Batista se bajó de su vehículo para cruzar a realizar sus tradi­ciones ceremonias para sus ausentes, en el Cemente­rio Nacional de la avenida Máximo Gómez.

“Aquí llevo agua, flores y velones para colocárselos a mis padres y un sobrino”, declaró uno de los miem­bros de la familia.

SEPA MÁS Nacional Entre el ruido de mer­caderes y el intenso olor de la tierra mojada, la fa­milia Batista se bajó de su vehículo para reali­zar sus tradicionales ce­remonias en honor a sus ausentes, en el Cemente­rio Nacional de la Máxi­mo Gómez. “Aquí llevo agua, flores y velones pa­ra colocárselos a mis pa­dres y un sobrino”, decla­ró uno de los miembros de la familia.

Mientras un ciudadano acotó que “los saqueos a las tumbas están insopor­tables, no respetan la me­moria de quienes están ahí, llevándose desde algo tan sencillo como un ve­lón hasta los hierros”.

Esta dama visitó la tumba de Peña Gómez.