El sublime entorno para un diálogo entre vivos y difuntos
Algunos hablan a sus familiares como si los oyeran desde sus moradas de concreto.
Con las entradas cubiertas por los vendedores de flores y velones para quienes deciden visitar a sus seres queridos que ya no están en este plano, visitantes limpiando y adornando las tumbas, así lucían los principales cementerios de la capital en el Día de los Fieles Difuntos.
Algunos hablan a sus familiares fallecidos como si las paredes de concreto que sellan las tumbas escucharan sus plegarias al cielo o vieran sus lágrimas de dolor. Los semblantes tristes y reflexivos mostraban expresiones que evocaban el recuerdo de quienes ya no se encuentran entre ellos, haciendo de esta tradición un sabor amargo en la boca.
Magdaleno Ureña, quien funge como trabajador independiente en el cementerio Cristo Redentor, explicó que “la cosa, el día de hoy, ha sido un poco tímida. No han venido tantas personas como siempre pasa antes para la fecha”.
Asimismo, destacó que “ahora por lo menos la seguridad es mejor, porque nadie viene aquí por gusto’’.
En el recorrido por ese camposanto, a lo lejos y en medio del sol se veía un adolescente de unos 15 años de edad que vestía ropa desgastada y bajo el sol incandescente y de rodillas restauraba la pintura sobre la lápida de una tumba deteriorada por los años.
Su jefe, quien se encontraba a su lado, alegó que “la cosa no está buena, aquí no ha venido casi gente, he picoteado poco, pero esto está duro”.
Personajes Más adelante en una capilla blanca adornada por un torso en mármol, donde la brisa suave movía las escasas hojas del suelo, a lo lejos se veía una señora con una camiseta azul, sentada en una banqueta blanca orando en silencio.
“En el mundo hay tres personas idénticas mi papá, Johnny Ventura y Peña Gómez, cada vez que puedo y vengo a visitar la tumba de mi madre hago una parada aquí a rezarle a la tumba”, manifestó Ramona Álvarez.
Justo al lado de la capilla del extinto líder político José Francisco Peña Gómez, otro sepulcro con cadenas cercando sus divisiones y la hierba bien podada, resguarda la última morada del reconocido artista Johnny Ventura, y detrás de esta una familia estaba de pie en la parte trasera, leyendo cada nombre con atención.
Dentro del grupo se encontraba una pequeña niña, la cual observaba con atención las fotografías de la leyenda dominicana, y con una sonrisa cálida su padre le citaba memorias de quien fue y ha dejado un legado inmortal.
“Hija mía, este señor fue una leyenda grande, cuando nadie creía que era posible brillar él se encargó de hacerlo”, exclamó.
Allí se encontraba Reinaldo, la persona encargada de velar por el cuidado de ese espacio, quien al ver como se acercaban personas que para él eran completos desconocidos, abría sus ojos como esferas y decía que cuidado de cómo se acercaban al terreno, porque él era su cuidador.
“Ellos siempre confían en mí para tener todo bien aquí, yo los cuido y ellos a mí”. Esas fueron las palabras del guardián, al ser abordado por los presentes.
Entre el ruido de los mercaderes y el intenso olor de la tierra cuando está apunto de llover, la familia Batista se bajó de su vehículo para cruzar a realizar sus tradiciones ceremonias para sus ausentes, en el Cementerio Nacional de la avenida Máximo Gómez.
“Aquí llevo agua, flores y velones para colocárselos a mis padres y un sobrino”, declaró uno de los miembros de la familia.
SEPA MÁS Nacional Entre el ruido de mercaderes y el intenso olor de la tierra mojada, la familia Batista se bajó de su vehículo para realizar sus tradicionales ceremonias en honor a sus ausentes, en el Cementerio Nacional de la Máximo Gómez. “Aquí llevo agua, flores y velones para colocárselos a mis padres y un sobrino”, declaró uno de los miembros de la familia.
Mientras un ciudadano acotó que “los saqueos a las tumbas están insoportables, no respetan la memoria de quienes están ahí, llevándose desde algo tan sencillo como un velón hasta los hierros”.