Enfoque
Haití, ¿qué hacer?
Con el secuestro de 17 misioneros –16 estadounidenses y un canadiense – ampliamente recogido por la prensa mundial, el mundo escandalizado parece por primera vez ser testigo de la erupción de un volcán violento por ausencia absoluta de autoridad de un Estado que como Haití desde su fundación estableció como su matriz de nación la violencia, la raza, la pobreza y la depredación: desde 1804 matarse entre sí, indefinidamente, eliminar a blancos y mulatos, acabar con los bosques y acomodarse a la pobreza extrema, han sido la constante.
Sólo el ejército, única institución existente a lo largo de su trágica historia ponía algo de freno a este estado de ingobernabilidad permanente que hoy – varios presidentes americanos - califican ante la Asamblea de Naciones Unidas, de riesgo hemisférico.
Por décadas cada noticia sobre Haití que atrae la atención mundial, es un desastre natural, posposición de las elecciones, caída de los gobiernos – que apenas duran meses -, fracaso de la ONU y, últimamente, asesinato del presidente o el secuestro, principal industria del país:
Extranjeros pagan hasta USD$ 1.0 millón por cabeza, haitianos USD$ 100 mil, en general y los más pobres USD$ 1,000.00 a la banda actuante.
¿Qué puede importarle la democracia a 11 millones de personas que duermen a la intemperie alimentándose de raíces hervidas con algún producto de la ayuda humanitaria internacional, que durante el día deambulan como zombis en medio de la polvareda por los toscos caminos y senderos de sus 27 mil km2 o en la inseguridad de los villorrios de zinc y cartón de Puerto Príncipe escondiéndose de los ladrones para al caer la tarde, buscar refugio temprano en cualquier lugar, puesto que sin toque de queda, el terror impone dejar los espacios públicos a la delincuencia organizada?
La principal industria de los políticos que tenían como correas de transmisión a esas bandas, fue la ayuda internacional y el turismo de desastre: con ellos había que negociar para hacer cualquier proyecto o realizar las donaciones. Pero esa actividad – alimentada con los terremotos y otros desastres - con la salida de la misión de la ONU, esta última, para la entrega de las últimas ayudas, se vio obligada a pactar con las bandas que controlan los puertos, debilitaron a los partidos y el poder absoluto quedó en manos de los secuestradores.
Naciones Unidas y Estados Unidos, a cargo de quien está el actual fracaso, en especial por haber disuelto el ejército – que debió ser depurado – en ocasión del retorno de Jean-Bertrand Aristide, están pagando el precio de ese error, la primera, ahora no sabe qué hacer y el segundo, ha visto su propia frontera amenazada con la llegada de 13 mil refugiados que ha repelido de la peor forma, teniendo su Presidente que disculparse ante el mundo por la crueldad, no por la falta de razón y, luego de eso, el secuestro de sus misiones… que a decir verdad, debían estar un poco locos para estar allí. Todos los países debían aconsejar a sus ciudadanos no pisar esa tierra.
Haití es un estado colapsado en donde no existe autoridad, ni cuando es elegida por un minúsculo puñado de personas, lo que les da cierta legalidad, ni cuándo como ahora no ha sido elegido por nadie. Una muestra rocambolesca es que el Primer Ministro se presente – como sucedió hace una semana – a los actos del natalicio de Desallines y, vestido igual, llega el jefe de una de las principales bandas a quien la guardia del Jefe de Gobierno recibe con aplausos forzándolo a retirarse, temiendo por su vida, hacia la comisaría más cercana.
El Listín Diario preguntó el pasado domingo a sus lectores ¿Cree que en Haití se avecina un estallido social?; la respuesta es, ya se produjo y salpicó la frontera de Estados Unidos y México, en donde hoy hay una marcha de refugiados –particularmente haitianos-, mojó a toda centro y Sur América, en donde ya se han quejado Panamá, Colombia Chile y otros países presentándose como un riesgo de seguridad hemisférica. Esa nación, que no ha logrado llegar a República, está en llamas, arden sus gentes y las chispas, peligrosamente, traspasan sus fronteras.
Otras preguntas –más útiles- pueden ser ¿Porque no se ha pronunciado la poco eficaz Organización de Estados Americanos, si, precisamente, es para esto que existe y usualmente ha sido el órgano en cuyas manos la ONU deja operativamente los temas hemisféricos?
Si ya el Presidente Abinader en una oportuna intervención en la Asamblea de la ONU planteó el problema con eco positivo en la zona y luego se reunió con los presidentes de Panamá y Costa Rica ¿Por qué la Cancillería no adelanta, ahora que preside el Consejo Permanente, la reunión de Cancilleres prevista en los estatutos de la OEA?
Nunca antes hubo mejor conciencia del problema que representa Haití, para su pobre gente y para el resto de los países, en consecuencia, si dejamos la hipocresía política de la diplomacia internacional con sus complejos sobre las razones de la realidad de la tierra de Toussaint – echando la culpa a Francia – de la situación allí.
El primer problema es eliminar la violencia a través del control que del territorio tienen las bandas armadas; todo lo demás, viene después y, la realidad es que eso no es posible sin una intervención militar. En Haití hubo dos en el siglo pasado, la segunda aún no concluye del todo y la situación es peor, en consecuencia esta debe dejar instituciones, en particular, un ejército, una nueva organización policial y un sistema político viable. Un día será útil saber el nombre del genio a quien se le ocurrió confundir – porque se sientan en la ONU - a Suiza o Costa Rica con Haití, para disolver el ejército. Quitar el monopolio dela violencia a la Autoridad fue traspasarlo a manos de la delincuencia y sembrar del semilla del caos y, ese ahora es el principal problema porque impide la solución de los demás.
Una intervención en Haití – que no debe ser propuesta por RD, ni incluir soldados nuestros – no debe tener por objeto llamar a elecciones, pues el resultado, el mismo desde 1986, ya lo sabemos y no se debe esperar resultado distinto haciendo lo mismo, sino crear ciudadanos y una elite política con algo de permanencia, así como un sistema político electoral menos complejo.
Empero, mientras tanto, el estallido de la violencia en tierra de nuestro vecino, expresado en 119 secuestros en los últimos 15 días – de los que han sido víctimas dominicanos – y perdida de todo control a cargo de la Autoridad hace que, resguardar la frontera, construir el muro y preparar nuestras fuerzas para una eventual incursión de delincuentes violentos o de personas desesperadas, sea un imperativo nacional.
La Cancillería dominicana que ocupa – como indicamos – la Presidencia del Consejo Permanente, jamás tendrá un mejor momento para propiciar una consulta de cancilleres y de proponer medidas que mejoren esa terrible situación política y de derechos humanos, que fácilmente puede desatar sobre nuestra patria consecuencias terribles, algunas, parecidas a las padecidas por los colonos franceses en la noche de los cuchillos cuando en horas fueron asesinados 25 franceses blancos y mulatos, puesto que con nosotros, en nuestros barrios y hogares, conviven 1,5 millones de haitianos.