Haití fuera de control y ricos buscan visas para venir al país

George Bazin dijo que ya no tiene sentido vivir en Haití porque allí “no hay seguridad para nadie”

Mientras las fuerzas políticas se enfrentan por el control del poder en Haití, las pandillas se afianzan y fuerzan la salida de sectores ricos y pobres.

Mientras las fuerzas políticas se enfrentan por el control del poder en Haití, las pandillas se afianzan y fuerzan la salida de sectores ricos y pobres.

El terror que están impo­niendo los grupos pandi­lleros que controlan ba­rrios y calles de Puerto Príncipe, Cabo Haitiano y otras ciudades de Haití, la inseguridad generalizada, desempleo, quiebra de ne­gocios, falta de alimentos, combustibles y otros ma­les, está impulsando a mu­chos haitianos de clase al­ta y media a buscar visas en los consulados domini­canos en ese país, para radi­carse aquí.

Una fuente diplomática dominicana en Cabo Hai­tiano ha confirmado que en las legaciones consulares que operan en Haití se ha producido un mayor flujo de personas de todos los es­tratos sociales que quieren obtener sus visados para in­gresar a territorio domini­cano.

Tal es el caso de George Bazin, un hombre que ce­rró su negocio, junto a su esposa y dos hijos menores de edad, abandonó su casa y tras conseguir visas domi­nicanas en Puerto Príncipe, decidieron entrar a territo­rio dominicano.

“Nos la dieron por seis meses y ya llevamos dos y medio aquí; nos gusta mu­cho este país y no queremos volver”, agregó.

Dijo que él y su esposa manejaban una fábrica de chocolate en Delma, pero que fueron víctimas de una banda que, aunque no los secuestraron, les saquearon su negocio.

La gente está asustada” “Para qué vivir en Haití, si no hay seguridad para na­die y para nada, y esos se­cuestros tienen a la gente asustada”, se quejó.

Bazin busca ahora un lo­cal en Santiago para, junto a un socio de su mismo ori­gen, instalar su mediana in­dustria chocolatera.

Su caso no es aislado. Dianny Bisoneaux decla­ró a Listín Diario que hace dos años se graduó de li­cenciada en enfermería en la Universidad Tecnológi­ca de Santiago (UTESA) y luego de investirse regresó a Cabo Haitiano, su pueblo, donde laboraba en el hospi­tal público.

Sin embargo, expresó que su madre, quien tenía una fábrica de dulces y de ma­nualidades, por poco la se­cuestran y que su progeni­tora, junto a ella y otras dos hermanas, decidieron emi­grar a Santiago.

La profesional manifestó que ahora está sin empleo en este país, porque su visa­do está vencido, pero dice que, por lo menos, ayuda a su madre en una pequeña fábrica de dulces que tiene en el sector Bella Vista, al suroeste de Santiago.

Sin ánimo de regresar “Queremos regular nues­tro estatus migratorio en el país; no queremos pro­blemas con las autorida­des y tampoco estamos en ánimo de regresar a Haití, al menos hasta que la si­tuación no mejore”, enfa­tizó.

De su lado, Jenfrey Du­breiul, del Comité de De­fensa y Protección Civil del Noreste de Haití, agregó que lo que está sucedien­do en su patria es “lamen­table”.

A merced de pandilleros “Te secuestran hasta para llevarte una bicicleta; los vehículos se los quitan a las personas a la fuerza y luego tienen que comprarlos al precio que digan los pan­dilleros”, lamentó.

En ese contexto, añadió que esas bandas se finan­cian a través del secuestro, asaltos, saqueos a estable­cimientos comerciales, ven­tas de drogas, estafas, chan­tajes y otros delitos.

Dubreiul, quien se en­cuentra de visita en Re­pública Dominicana, di­jo que regresa a su pueblo natal de Cabo Haitiano, porque no teme a las ame­nazas y que seguirá de­nunciando lo que pasa en Haití, sin importar el ries­go que corre su vida.

“Haití es invivible en es­tos momentos, seguirán llegando más a este país, prepárense, que así será”, observó el activista.

OLA DE TERROR Hay 76 pandillas. Según cifras propor­cionadas por la Co­misión Nacional de Desarme, Desmante­lamiento y Reintegra­ción, en Haití existen más de 76 pandillas.

Actualmente, 500.000 armas ile­gales están circulan­do en ese país. Es­tos grupos armados tienen atemoriza­dos a residentes en distintas partes de ese país, y preocupa a quienes desde ha­ce tiempo se han ra­dicado en este lado de la isla en busca de mejores condiciones de vida, educación y economía.

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