Observatorio Global
Johnny Ventura, en el corazón del pueblo
Al circular las primeras informaciones sobre el fallecimiento de Johnny Ventura, nos resistimos a creerlo. El día anterior, por mediación de un amigo en común, pastor dominicano en el estado de Pennsylvania, habíamos conversado por teléfono.
Albergué la esperanza de que se trataba de algún rumor y que todo devendría en falsedad. Pero no fue así. Todo resultó lastimosamente cierto; y fue entonces cuando nos sumamos a la consternación y aflicción de toda la sociedad dominicana ante la ocurrencia de ese acontecimiento, tan fatídico como inesperado.
Johnny Ventura fue un ser excepcional. Surgido de una familia con modestos recursos, se fue labrando su destino en base a su talento natural, su inmenso deseo de superación personal y su dedicación a los estudios.
Su sueño era ser arquitecto. Para hacerlo posible, hizo cursos previos en los que, para obtener un empleo, era típico de la época: mecanografía, taquigrafía, contabilidad y archivo.
A pesar de ese esfuerzo, no pudo alcanzar su meta. En cambio, siendo ya una figura preeminente del arte y la política, logró licenciarse en Derecho, con calificaciones de suma cum laude.
Durante seis décadas fue una fuente permanente de alegría para el pueblo dominicano, al innovar de tal manera con la música y el baile, que transformó el merengue en una pasión internacional, convirtiéndose para siempre en el Caballo Mayor, en el Rey del Merengue Moderno. Al ocurrir su deceso, varios medios de comunicación, de prestigio internacional, lo reseñaron. El New York Times lo calificó como el “Elvis Presley del merengue”, al tomar prestado del rock and roll, mientras mantenía los ritmos tropicales y aceleraba los tiempos de la música criolla. El periódico francés, Le Monde, lo consideró como “figura del merengue”. CNN internacional lo enalteció diciendo que era “uno de los artistas más queridos de la República Dominicana y América Latina”.
Por su parte, la revista Rolling Stone afirmó que “Johnny Ventura, a través de su Combo Show, puso su estrella de calidad en pleno despliegue, lo que le ganó la reputación de pionero (trailblazer), al añadir elementos de rock and roll al merengue.”
Otros medios, como el Washington Post; El País, de España; la BBC de Londres; y la estación de radio estadounidense, NPR, también hicieron referencias merecidas sobre el Caballo Mayor.
Como si fuera poco, hasta en las estaciones del metro de Berlín, la capital de Alemania, se difundía información sobre el fallecimiento y la gran obra artística del maestro dominicano.
Identidad nacional En medio de un mundo cada vez más globalizado, cada nación procura establecer su singularidad, su carácter único, su identidad propia, en medio del concierto internacional.
Así lo hace, por supuesto, República Dominicana. Al escuchar nuestro himno nacional, vibramos de emoción. Lo mismo cuando vemos ondear nuestra bandera tricolor.
Hacemos alarde de nuestra gastronomía. Expresamos nuestro nacionalismo manifestando nuestra preferencia por el mangú con queso frito o salchichón; nuestra predilección por la longaniza o el chicharrón.
En fin, promovemos a nuestros pintores, escultores, poetas, cuentistas, novelistas y cineastas. De igual forma, a nuestros músicos, cantantes y bailarines.
Por medio de todas esas expresiones culturales, que son algunas de las que contribuyen a perfilar nuestra identidad nacional, la que nos distingue de las demás, surge un sentimiento de orgullo respecto de lo que somos.
En cultivar ese sentimiento de orgullo nacional, contribuyó con su música contagiosa, con su estilo de baile, con su sonrisa seductora y su carisma cautivante, Johnny Ventura, quien nació, hace 81 años, con el nombre de Juan de Dios Ventura Soriano.
Aparte de lo rítmico, el merengue de Johnny representa, en el ámbito de la música, tres momentos decisivos: primero, la incorporación de elementos populares al arte; segundo, la transformación de una sociedad tradicional a otra moderna; y tercero, la transición de un sistema político dictatorial a una democracia plural y abierta.
Con respecto a lo primero, es notable cómo a lo largo de su carrera, el maestro Ventura fue introduciendo nombres de personajes de la vida cotidiana a su quehacer artístico.
Es así, por ejemplo, en El Cuabero, cuando canta:
“Ramona creía que cuaba iba a comprar, pero salió una estilla y no quiso quemar.
La hijita de Virginia, como no sabía ná, también compró una estilla, y no quiso quemar.”
En otra de sus composiciones, entona:
“Aunque mi nombre de pila es Alberto de Jesús me llaman por un apodo y todos me dicen Chú, y eso es Chú pa’ aquí. Eso es Chú pa’ allá. Cuando voy pa’ arriba. Cuando voy pa’ abajo…”
Hay una interpretación que parece autobiográfica, porque el Caballo Mayor parece referirse a su esposa, doña Josefina. Dice así:
“El marido de Josefa sólo come pescao. Si le dan otra cosa, lo rechaza abravado. Yo no quiero mondongo, ni platanito asado. Quiero que me den mi pescado guisado.”
Símbolo de la dominicanidad Las piezas musicales que mejor representan la transición de una sociedad tradicional a una moderna son, entre otras, El Manicero, El Cachimbo, Filete y El Vendutero.
Esta última es particularmente reveladora en destacar una época que, por lo menos en los medios urbanos, ha desaparecido.
Se canta así:
“Vendutero de mi país, tú te mereces una canción.
Tú eres parte de mi pueblo, y de mis calles de corazón
Vendes plátanos o chinas, limones verdes, yuca o maíz
Guandules, flores, piñas, melones, palmito, auyama y ajonjolí.
El tercer momento de cambio radical del merengue, en el que Johnny realiza aportes trascendentales se refiere al de la caída de la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo y el advenimiento de la democracia.
Durante la época dictatorial, muchos compositores y cantantes se vieron compelidos a cantarle loas al tirano, con lo cual el merengue servía de instrumento político para legitimar la dictadura.
Con el colapso del régimen, hasta el merengue se democratizó. Recuerdo de niño la canción que inició esa etapa. Entonaba de esta manera:
“El pueblo celebra con mucho entusiasmo.
La muerte del chivo, en la carretera.
Déjenmelo ver, déjenmelo ver.
Mataron al chivo y no me lo dejaron ver.”
A partir de ahí fue una explosión. El merengue, desde entonces, ha pasado a formar parte de la acción política democrática en la República Dominicana y, naturalmente, en ese sentido, el nombre de Johnny Ventura ocupa un lugar de distinción.
De esa tercera etapa de luchas progresistas en el escenario político nacional, hay dos canciones que resultan memorables: Ahí Vienen los Indios, con lo cual se advertía de la llegada de la policía para reprimir las protestas estudiantiles; y la otra, por supuesto, El Tabaco es Fuerte.
El rol del Caballo Mayor fue clave en cada una de las etapas de evolución de nuestro merengue, hasta el punto de que sin él no se concibe que la UNESCO le haya otorgado la condición de patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
Pero tampoco fue insensible o indiferente a la lucha política concreta que se libraba de permanente en la sociedad dominicana. Tuvo militancia partidista. Fue Alcalde del Distrito Nacional y Diputado al Congreso.
Naturalmente, siempre será recordado por su intransigente batallar en defensa de la democracia y la Constitución
Así lo reconoció el pueblo, que el pasado domingo le tributó una despedida alucinante, apoteósica e inolvidable.
Y es que Johnny Ventura se consagró para siempre como un símbolo de la dominicanidad.