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Enfoque

La Entropía del Cancerbero

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Virgilio MalagónSanto Domingo, RD

Cual dios mi­tológico, los humanos nos compor­tamos, im­buidos por el poder y los efectos entrópicos que es­te genera, como Cancer­beros impenitentes.

El Cancerbero, perso­naje mitológico, cuida­ba las puertas del Hades, que era el inframundo de la cultura griega y ade­más, se aseguraba que sus habitantes( corroídos y condenados) no salie­ran del mismo; tampoco permitía que los emanci­pados vivientes entrasen en él.

Se necesitan ciertas habilidades para poder burlar al Cancerbero, de manera que se pue­da entrar y salir del Ha­des sin ser descubierto, so pena de ser devora­do por las fauces de este personaje metamórfico y omnímodo.

En el ejercicio cotidia­no de la política, la par­tidocracia contribuye al surgimiento de estos ar­chipámpanos mitológicos que instauran arquetipos de gobernanza férrea, dando pié a eventos entró­picos que dan al traste a las instituciones que ama­mantan sus devaneos de poder y engreimiento.

Nuestra historia repu­blicana está preñada de estos aconteceres; empero la relevancia contemporá­nea es el motivo de esta re­flexión.

Lo acontecido, en los últimos dos cuatrienios es un referente emble­mático del cancerberismo dominicano, ejercido de una manera cruda y des­carnada.

Un partido, de raíces promisorias y de otrora bi­soños protagonistas, lle­gó al pináculo de su rea­lización, en brazos de dos grandes líderes octogena­rios, de nuestra nación.

Las ejecutorias de es­ta nueva estirpe política se enmarcaron dentro del contexto de la Globaliza­ción, social y económica, al amparo de un concierto de organismos internacio­nales que promovieron los postulados de ésta.

La inserción del país, en estos esquemas, dejo gran­des frutos, pero también, grandes lagunas.

Nuestro lar insular no estaba preparado para es­ta inserción debido a que todavía arrastrábamos los lastres culturales de va­rias décadas de indefini­ción, continuismo y revan­chismo político; además de una sociedad donde la clase media apenas inicia­ba un proceso de repunte económico y social.

Sin embargo, la magia del encanto y la pericia de estos inicios, llevo a nues­tro país a senderos de un crecimiento infraestructu­ral sorprendente, no así en las estructuras preeminen­tes del tejido social domi­nicano.

Con el tiempo, este dis­tanciamiento se fue ha­ciendo muy evidente y es aquí donde se inicia el cancerberismo del Parti­do de la Liberación Domi­nicana.

De un partido promiso­rio, novel y pragmático, paso a ser una parcela de intríngulis y traspiés, don­de se auparon políticos corporativos, al amparo de un pragmatismo gatopar­dista, potencializado por un emblemático persona­je, que reclamó su terreno perdido, ante un ¨estado que le venció¨.

De ahí en adelante, ese clúster político se aden­tró, muy profundamente, a una práctica continuista, que genero fuerzas muy entrópicas en su seno.

Esta entropía, silenciosa y voraz, fue carcomiendo el pragmatismo de otrora, por el revanchismo insalu­bre e improductivo.

La ¨muerte anuncia­da¨ del sisma por venir, se hizo realidad, no por los estigmas constitucio­nales y congresuales, si­no más bien, por una ac­titud decidida de que el ¨Basta Yᨠera la consig­na a seguir.

El drenaje, furtivo y elo­cuente, de la militancia descontenta y desespe­ranzada, surtió sus efectos devastadores, al punto de que se concibiera un esce­nario electoral variopinto y mancomunado para de­rrotar al partido en el po­der.

Esta sinergia entre los descontentos y la ¨nouve­lle politik¨ creo un para­digma electoral, sólido y decidido a desplazar al partido en el poder.

Loa resultados de es­ta actitud cancerbera y la entropía que esta género, son harto elocuentes.

Solo el destino y la bue­na voluntad de sus miem­bros, logrará que su re­surgimiento sea acorde al mito del Ave Fénix.

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