Medio Ambiente
Las madres, el ciberespacio y la cuarentena
Al disfrutar en medio de grandes precariedades de 5 domingos este mes dedicados a las madres, reservaremos dos a estas incomparables creaciones humanas, y le dedicaremos este, a unos compañeros inseparables: el ciberespacio y la cuarentena.
El ciberespacio no es cosa nueva, es verdad; empero, es quizás, la entretención más utilizada de los inventos modernos por la facilidad de adaptación hasta de los iletrados: sobre todo Facebook y Whats Aap. Precisamente, por su modernidad, iniciaremos con una anécdota recibida en cuarentena:
Durante una conferencia sobre las diferencias entre generaciones, un presumido estudiante le explicó a un señor mayor sentado a su lado, la razón por la cual la vieja generación no podía comprender la suya:
“Usted creció en un mundo diferente, realmente casi primitivo”, dijo en voz alta para que lo escucharan a su alrededor.
Agregando: “los jóvenes de hoy crecimos con televisión, internet, teléfonos celulares, aviones jet, viajes al espacio. Nuestras sondas espaciales han visitado Marte. Tenemos naves con energía nuclear y autos eléctricos y de hidrógeno. Computadoras con procesos de velocidad de la luz... somos ciberespaciales.
Luego el señor mayor respondió:
“Tienes razón, hijo mío; como no tuvimos esas cosas cuando éramos jóvenes... ¡Las inventamos!
Ahora, dime arrogante ignaro, además de disfrutar de todo esto: ¿Qué estás haciendo tú para la próxima generación?”
¡El aplauso fue atronador!
Es que, los que andamos por la cuarta edad, también disfrutamos de lo que eran novedades entonces: El teléfono, la radio. Luego la televisión y al final del pasado siglo, de las computadoras y el internet.
Para que otros ignaros como él no pasen vergüenza, recordaremos a dos personajes olvidados, y a un tercero, citado de pasada.
El primero es italiano: Antonio Meucci (1808-1889). Gradúose de ingeniero químico e industrial en la Academia de Bellas Artes de Florencia. Emigró primero a Cuba en 1835 y luego a New York hasta su muerte. Inventó en 1854 el teléfono para poder comunicarse con su esposa desde la planta alta donde trabajaba, a la baja porque ella padecía de reumatismo.
En 1860 hizo público su invento en un periódico de los italianos. Trató ese año de conseguir la patente, pero no tenía dinero, y se conformó solicitándola, hasta que en 1871 pudo registrarla.
Luego que por un accidente quedara maltrecho, su esposa empeñó sus trabajos en una compraventa por seis dólares. Cuando fue a recuperarlos le dijeron que se lo habían vendido a un joven blanco.
Meucci, cuando tuvo acuse de recibo de su invento, visitó a Edward B. Grant (¿….? vicepresidente de una filial de la Western Telegraph Company, y cada vez que fue a hacer demostraciones, le decían que no se podía. Cansado de los viajes, pidió sus papeles y le dijeron que se habían perdido.
Luego, cuando Alexander Graham Bell (1847-1922) vendió el invento (sin usar el nombre de teléfono), trabajó para dicha compañía. Él los demandó, pero sus documentos no aparecieron en la oficina de patentes; unos empleados la vendieron. Luego, a base de triquiñuelas jurídicas, nunca fallaron, y en eso, murió en la miseria.
Aunque en su país lo reconocieron tardíamente, en Estados Unidos el 11 de junio del 2002, la Cámara de Representantes por Resolución No. 269 reconoció que era el inventor del teléfono, y no Graham Bell.
El segundo, es de nuestro continente latino: Roberto Landell de Moura (1861-1928), brasileño, siendo seminarista se trasladó a Roma donde tuvo la oportunidad de estudiar química y física en la Universidad Pontificia Gregoriana. Después de ser ordenado sacerdote en 1886, regresó a su país. En 1892 trasladado a São Paulo hizo investigaciones sobre las propiedades de la luz y los fenómenos ondulatorios, hasta que un año más tarde hizo demostraciones del primer teléfono sin hilos a una distancia de 8 kilómetros; por esa invención, lo tildaron de excéntrico. Siete años después solicitó la patente sobre ese sistema y le fue concedida en 1901.
Viajó ese año a New York y allá solicitó sus patentes tanto para la radiotrelefonía tipo fotófono, en el que la luz era portadora de señales de radio; tan avanzado, que tenía dispositivos parabólicos y una célula de selenio en el circuito receptor. En resumen, el sacerdote obtuvo cuatro patentes en Estados Unidos en 1904, además del teléfono sin hilos, y las señales de radio, llegó a trabajar en la transmisión de imágenes, o la futura televisión. Informes posteriores declararon que estaba trabajando en ideas para un “Telephotorama” o “La Visión a Distancia”.
Cuando regresó a su país en 1905 con esas cuatro patentes americanas, se dirigió a las autoridades, incluyendo el presidente de la república, con una propuesta para establecer un sistema de comunicaciones entre buques que podía conectarse en cualquier parte del planeta; agregando, que en el futuro se podrían realizar comunicaciones interplanetarias. Eso fue el colmo. Lo llamaron loco, y su petición fue rechazada.
Se ha dicho que atacado por la prensa, por sus propios compañeros, llegó a recordar a Galileo, y dejando la experimentación se volvió a Porto Alegre, su ciudad natal, a ejercer el sacerdocio hasta su muerte.
En 1984, revisando sus patentes, le concedieron el crédito que no tuvo en vida.
Así le pagamos, a veces, a los genios. A los que avanzan más allá de su tiempo.
Finalmente, en cuanto a la televisión:
Se ha considerado el inventor oficial al escocés John Logie Baird (1886-1946) que desde 1922 inició sus investigaciones hasta que el 26 de enero de 1926 hizo una demostración ante un grupo de científicos, y el 5 de julio de ese año, pudo enviar imágenes desde Glasgow a Londres a través de un cable; mostrando más tarde la primera transmisiones a color. Como a muchos genios le pagaron su osadía cuando otros perfeccionaron su invento y no recibió ni los créditos de su creación.
A pesar del mal pago de los contemporáneos, el que ama un arte o un oficio, no claudica jamás. Que sea esto el ejemplo a las nuevas generaciones de cómo ocurrieron las cosas. Lo demás, vino por estos avanzados; por eso, modificando la pregunta de aquel señor: “¿Qué están haciendo ustedes para las próximas generaciones?”