Enfoque Política

¿Prorrogar la emergencia, para qué?

La gente en la fila de los bancos no respeta los espacios.

La gente en la fila de los bancos no respeta los espacios.

El Presidente de la República dijo que al país no se le pue­de pedir magia y se declaró opues­to a levantar algunas de las res­tricciones; subrayó que hay que seguir esperando… hasta el aplanamiento de la curva de contagio. A su juicio están tra­bajando los sectores eléctrico, agropecuario, industrial, comer­cio y banca.

De ahí se desprende que solici­tará renovar el Estado de Emer­gencia, algo que difícilmente la oposición apruebe, si recorda­mos lo siguiente: a) que en la úl­tima prórroga redujo a 17 días la declaratoria de Emergencia, b) que de ella depende el toque de queda que reduce los derechos civiles y políticos, convirtiéndo­se en un elemento contrario al proceso electoral, c) que hay se­nadores, comunicadores voce­ros del Gobierno y académicos, en un plan permanente, tenden­te a crear condiciones para que no haya elecciones y establecer un Gobierno de facto el 16 de agosto, pero sobre todo, porque aunque hay miedo atendible, ya no hay la situación de pánico del 17 de marzo y con 45 días ence­rrada, la gente bajo intensa pre­sión social, psicológica, con su economía y la del país, quebra­das, no tiene la misma disposi­ción al mantener la Emergencia, y la presión social, psicológica y económica que sobre todo por­que ya no hace falta debido a que los poderes constitucionales y legales normales le permiten al Presidente tomar las medidas que la situación requiera.

Ningún país ha eliminado el virus, nadie pide ese “acto de magia” a la República, lo que han logrado es “aplanar la cur­va de contagio”, realizando test masivos, acopiar camas –en nuestro caso más de 2,000– y equipos suficientes para aten­der a los ciudadanos que deban ser ingresados y, a partir de eso, ir levantando escalonadamente, las restricciones a las actividades económicas: Así lo programaron para abril y mayo los países más afectados, España, Alemania, Ita­lia, Francia, Inglaterra, Dinamar­ca, Austria y, desde luego, Estados Unidos, todos antes del 11 de ma­yo.

Sorprendidos por la ferocidad transmisora del virus, nosotros con 11 millones de personas, en una política de control estatal no sabía, realizamos muy pocos test PCR, apenas 16 mil en un mes y medio y la espera es de 7 a 15 días: Ale­mania con 86 millones de perso­nas, realiza 200 mil al día y España 47 mil, desde luego que la reacti­vación es paulatina, manteniendo las precauciones necesarias y ex­ceptuando a adultos mayores, em­barazadas y personas con patolo­gías de riesgo.

Tardamos demasiado en autori­zar los test rápidos y, por eso, el Mi­nisterio no tiene ni idea de cuando estaremos en el “aplanamiento” a que se refiere el Presidente pues­to que la única información fiable, es la estadística de fallecidos: 265 al 22 de abril. Siendo que hay cen­sados 5,543 infectados con una ta­sa de letalidad del 5%, solo de ese universo podríamos sufrir otras 277 muertes en el próximo mes, para un promedio de 9 diarias que es más o menos el promedio actual; la cifra de infectados pue­de crecer, pero no necesariamente - aunque es normal - por el creci­miento de la pandemia, sino por­que se están haciendo más prue­bas, en consecuencia el Ministerio, que apenas contrato estadígrafos hace una semana, carece lamen­tablemente de medios para hacer pronósticos en los que el Presiden­te pueda basarse científicamente.

Haciendo uso del pánico gene­rado por el Covid-19, algunos de los que buscaron la modificación constitucional para imponer la reelección, al tiempo que su parti­do trabaja con los demás y la Jun­ta Central Electoral en cumplir el calendario electoral para eleccio­nes el 5 de julio, mantienen una campaña pública que busca crear las condiciones psicológicas en la sociedad para que acepte posibi­lidad de que no haya elecciones a los fines de designar un Ejecutivo de facto, que presidiría un Gobier­no Provisional Inconstitucional: La Junta Central Electoral debe dictar, ya el Reglamento de Campaña, bá­sicamente virtual, regulando que en ella, como en el día de las vota­ciones, no haya aglomeraciones in­deseadas.

Intentan establecer una analo­gía inexistente entre los artículos 274 de la Constitución, que se re­fiere a los funcionarios de elección popular, todos los cuales son a tér­mino y cesan automáticamente el 16 de agosto, con el 275, que se re­fiere, no a elección, sino a designa­ción de los órganos constituciona­les que pueden permanecer hasta la llegada de sus sustitutos: No hay analogías.

Tampoco es viable la tesis del artículo 129, según la cual, al Pre­sidente –si no está el Vicepresi­dente– le sucede el Presidente de Suprema Corte de Justicia, pues­to que eso se refiere, exclusiva­mente, a la terminación del perio­do presidencial, cuando dentro de un periodo constitucional incon­cluso, faltan los dos primeros y, es solamente, para convocar a la Asamblea Nacional, a los fines de que designe al ciudadano que de­be completar el periodo: Ahora se trata de algo distinto, terminan el Presidente, la Vicepresidente y los legisladores: El 16 de agosto, no hay titulares elegidos de los pode­res públicos y nadie puede exten­der sus mandatos.

Buscan “vacíos constitucionales” indicando que ésta no se refiere a lo que puede suceder “si no hay elecciones”; subrayan que esa si­tuación no está prevista: Eso no es un vacío, es una garantía para for­zar que haya elecciones. En los re­gímenes presidenciales, contrario a los parlamentarios, es una garan­tía que se celebren elecciones en las circunstancias que sean en las fechas previstas, pues de lo contra­rio se deja abierta la ventana de las dictaduras.

Otros han sugerido que si no se realizan las elecciones que ellos mismos boicotean, aplica el princi­pio de continuidad del Estado que en realidad se refiere a la continui­dad de las obligaciones del Estado que pasan de una administración a otra, no a que una Autoridad se quede habiendo terminado su pe­riodo.

La maquinaria de creación de opinión y la fábrica de disparates, están en sus mejores momentos mientras el pueblo sigue prisio­nero en sus casas, por un decreto de toque de queda y por el temor a la enfermedad; sin embargo, en este caso, a quien está dañando la campaña, es al Presidente, por­que en medio de ella es poco pro­bable que el Congreso Nacional autorice prorroga al Estado de Emergencia.

No es tiempo de atacar al Go­bierno, hace falta unidad para combatir la pandemia, pero man­tener, sin fecha, al país encerra­do, no es una opción: Es una lo­cura y de igual manera, animar que no haya elecciones, sobre la base del miedo y la ausencia de un Plan de Reactivación para el 1 de mayo. Espero que el Plan no sea que no haya Plan para apro­vechar el desastre.

En una semana la gente hastiada del encierro, sin dinero, un millón de dominicanos sin empleo, sin ali­mentos, ni medicinas, en medio de un país quebrado por los efectos de la pandemia, tendrá preocupacio­nes económicas y, a través de ella políticas, distintas al 17 de marzo: Porque a quien no mate el virus, puede matarlo el hambre: Los ricos tienen comida, los pobres, no.

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