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Análisis Político

Supervivir al coronavirus y luego hablar de elecciones

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Felipe CipríanSanto Domingo, RD

Medio mundo debe estar riéndose de los políticos dominicanos por su de­mostrada ignorancia del momento que se vive con la pandemia del coronavi­rus Covid-19 y las estupi­deces de que hablan como si vivieran en septiembre de 2019.

Si se trata del gobier­no, todo indica que anda toreando el vendaval con medidas a medias para no disgustar al “electorado”, como si se tratara de un ejercicio de popularidad, cuando lo que está en ries­go es la vida de decenas de miles de dominicanos que no se protegen, sino que se congregan como si no pa­sara nada, en todos los lu­gares abiertos por un es­tado de emergencia muy permisivo.

Da verdadera pena ver con el desparpajo que hombres y mujeres insul­tan y hasta golpean a poli­cías que sacrificando su vi­da, tratan de hacer cumplir el toque de queda, mientras que los violadores se consi­deran con derecho de pa­tear la autoridad y pateada se queda.

Definitivamente, este país ha necesitado un nivel más alto de confinamiento de las personas y por con­sideraciones cuestionables, no se han adoptado las me­didas aconsejables para evi­tar el contagio masivo. Las próximas semanas enseña­rán el verdadero rostro de la muerte y la desolación.

El lunes, todo el que qui­so ver vio a las voladoras prestando servicio en las ca­lles, los carros de “concho” trabajando, la gente con­gregada frente a almacenes, supermercados, bancos, farmacias, todos en tropel, como si se tratara de suici­das.

Soy consciente de que aquí hay millones de perso­nas que salen día a día a la calle a vender todo tipo de mercancías para pagar “la pieza”, para comer, para po­ner recargas a los teléfonos móviles, para animar la es­peranza de seguir con vida.

Pero entre un contagio del Covid-19 por estar en la calle para luego mendi­gar una prueba diagnóstica, después hacer una fila para obtener una cama de hospi­tal, y posteriormente tener la suerte de que aparezca un respirador mecánico pa­ra intentar superar la infes­tación, siempre será prefe­rible la cuarentena aunque sea tomando agua de azú­car –como en aquellos tiem­pos– para evitar contraer el virus y pasarlo a la familia como herencia mortal.

¿Alguien en el gobier­no se ha puesto a pensar de qué viven las cientos de mi­les de muchachas que atien­den bancas de loterías que ya van para un mes cerra­das? Dudo mucho que algu­na se haya muerto de ham­bre, pero con las bancas abiertas –que bueno que el gobierno las cerró– la canti­dad de madres solteras que allí trabajan estuvieran con­tagiadas y contagiando por cientos, sino por miles.

La vida y la experien­cia de vida, es la verdadera fuente de sabiduría. Hace unos años le pedí al gobier­no que cerrara todo tipo de loterías con sus bancas por­que de nada servía dedicar un dineral inmenso en edu­cación, si los niños tenían que pasar por tres y cuatro casetas de venta de loterías entre su casa y la escuela.

Por consideraciones po­líticas, más que por el afán recaudador, este y todos los gobiernos que hemos teni­do, no solo tienen la estatal Lotería Nacional –por cas­tigo divino creada por el fi­lántropo padre Billini–, sino que han permitido que en este país se juegue de la ma­ñana a la noche como si se tratara de una taberna pe­renne.

¡Ahí está la prueba! Casi un mes sin loterías y el go­bierno no ha caído. Por el contrario, sin loterías el es­caso dinero que entra a las casas permite tomar más chocolate y comer más plá­tanos con huevos o salami.

Otra vez lo imploro: ¡Cie­rren todas esas loterías que crean falsas expectativas de ganar y que la gente entien­da que para obtener algún dinero tiene que trabajar, estudiar, emprender, y no soñar con un golpe de suer­te que no existe!

Los políticos

Desde que se hizo evidente que el Covid-19 comenzaba a infectar dominicanos, los políticos, con sus respecti­vos candidatos, han visto la pandemia como un terreno de maniobras para acercar sus objetivos presidenciales.

Como es natural, la pan­demia mundial pone en evidencia su mediocridad, su carencia de virtudes, su egoísmo, la preeminencia de sus caracteres calculado­res. El sufrimiento del pue­blo es secundario a sus am­biciones.

Un verdadero dirigen­te político no se dedica a calcular cómo posesionar­se mejor ante un pueblo en una tragedia que no es cul­pa del gobierno ni un des­cuido de un funcionario. No, un dirigente verdade­ro se hunde en el corazón del pueblo, vive y lucha a su lado para probar que tie­ne energías para ayudarlo a supervivir la tragedia.

Por eso, cada vez que pueden –con escasas excep­ciones- los políticos levan­tan la cabeza para advertir que en medio de la pande­mia hay que respetar el or­den constitucional, hay que hacer las elecciones y que el actual gobierno termina el 16 de agosto…

Su desvelo no es por los miles de contagiados regis­trados –no tengo dudas de que los que tienen el virus y no lo saben son tres veces esa cantidad-, los casi 200 muertos contabilizados y los millones de expuestos al contagio porque no respe­tan el aislamiento ni se pro­tegen, sino cuándo serán las elecciones que ellos esperan “ganar”.

La Constitución como chantaje

En ese camino desesperado por ver llegar las elecciones, están esgrimiendo la Cons­titución como chantaje.

Sí, la Constitución es la ley suprema, el contrato so­cial que organiza la vida en convivencia de los domini­canos y de quienes aquí vi­ven, pero no me venga a de­cir nadie que ella está por encima de la razón lógica, de la necesidad de defen­der la vida de los compa­triotas aunque las eleccio­nes se queden para febrero de 2021.

La Constitución no se de­be violar (no dije puede por­que siempre que haya fuer­za se puede) por intereses políticos o apetencias caudi­llistas, pero la Constitución no se puede esgrimir como guillotina para que los ciu­dadanos acudan a elegir au­toridades en un acto suicida para complacer egos.

Aquí se anuló la Constitu­ción en 1963 por un golpe militar, la última aprobada por una Asamblea Constitu­yente, y jamás se restituyó a pesar de la sangre de mi­litares y civiles revoluciona­rios y patriotas.

¿Cuál político, en la era “democrática”, evocó ja­más la Constitución de 1963 después de la Revo­lución de 1965? Lo que han hecho los políticos que aun aspiran es acomodar la Constitución para tratar de volver a ser presidentes.

Con esas credenciales, que nadie me venga a mí a proponer cambiar muertos del Covid-19 por “respeto a la Constitución”, porque aquí no hay ningún guar­dia planteándose tumbar el gobierno ni Danilo Medina inventó la pandemia para perpetuarse.

Se de un candidato oposi­tor –y no es Leonel Fernán­dez- que ya ha integrado dos gabinetes presidencia­les como si fuera presiden­te electo. Vive un delirio y por eso encuentra conse­jeros que le recomiendan “atacar al gobierno y espe­rar más muertos por el co­ronavirus”, para mejor po­sesionarse. El pueblo no es su motivo, sino su rebaño para pasar a asirse del era­rio y de paso entregar la so­beranía a cualquier bocón que se presente como líder mundial, aunque su pueblo lo desprecie.

La Junta Central Elec­toral ha fijado las eleccio­nes para el 5 de julio. Eso es puro testimonio. En julio no habrá elecciones, ni en agosto, ni septiembre, ni di­ciembre…

Si los políticos fueran un poquito realistas estuvieran pensando en primero sal­var al mayor número de do­minicanos posible, reorga­nizar hasta donde se pueda el aparato productivo con la agropecuaria como punto de partida, y después, si se pue­de, organizar elecciones. Ha­blo de la primavera del año 2021 como temprano.

Es la agenda realista. Pe­ro quienes no comprenden la magnitud de la tragedia hoy y lo que viene maña­na, tal vez a finales de año, vean aterrorizados lo que se niegan a aceptar ahora porque creen que lo pueden obviar.

¡La tempestad no pasa por ahora, no sé cuándo po­dremos contar las estrellas!