EL DEDO EN EL GATILLO

¿Arrivederci, Roma?

Roma también es una fiesta. Diez años atrás, un viajero con mi rostro se reencontró con viejos amigos, como el periodista Aldo García y conoció a Cristina Di Nuncio y Giancarlo Concetti. Eran gentes de bien, sabios y dispuestos. Con ellos se encendieron jornadas de horizontes humanos.

En aquella ocasión, el viajero también se reencontró con su amigo dominicano Warner Vásquez y su suegro Nino Lanza, quienes devinieron en guías citadinos.

El viajero se enamoró de la ciudad. Su hija lo llevó al Museo de Cera, a Cinecittá y a diversas plazas renacentistas. Pero él, inconforme aún, procuró sus propias escapadas en busca de sueños perdidos en aquellos espacios que, en su otra vida, pudieron albergarlo, ya bien como tabernero o gladiador que lanzaba su suerte al diablo en medio de un Coliseo donde las mujeres solo tenían derecho a ocupar espacios de pie, en el Blicher final, y desde allí presenciar los combates que siempre terminaban en naufragios.

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