Análisis Político
Rebelión en la Plaza de la Bandera, Juan Luis y Carmen Imbert Brugal
Tras conocerse la abrupta suspensión de la votación el 16 de febrero y la convocatoria extraordinaria para las elecciones municipales para este domingo, miles de jóvenes se manifestaron en la Plaza de la Bandera reclamando la salida de los actuales miembros de la Junta Central Electoral (JCE) –con sus suplentes- e incluso la renuncia del presidente Danilo Medina.
Para que nadie me rellenare de cuentos, me ocupé de ir en dos ocasiones para ver “con mis propios ojos” la movilización y las características de los participantes porque me pareció extraño que esa juventud llegara tan rápido a la conclusión de que la actual JCE actuara para materializar un fraude para favorecer al gobierno, como ellos denunciaron.
Su consigna favorita y el estribillo concluyente en todos los mensajes por WhatsApp, era el mismo: ¡Se van!
Más de un amigo con los que compartí verdaderas batallas por la libertad en los años sesenta y setenta, los vi entusiasmados con las movilizaciones y hasta gozosos porque la JCE y Danilo ¡se van!
¿Quién incitó la protesta? Es obvio que la rebelión juvenil no fue espontánea ni nada que lo parezca. Estuvo políticamente motivada por el grupúsculo político que teme como el diablo a la cruz que le comiencen a contar los votos y que encabeza Leonel Fernández.
Solo hay que ver las demandas y “por ahí María se va”: renuncia de la Junta y del gobierno, dando a entender que la JCE se puso al servicio del gobierno para torpedear las elecciones y por tanto, ambos tendrían que renunciar.
Exactamente lo que viene enarbolando Leonel desde que lo derrotaron en las primarias del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) el pasado 6 de octubre.
Inexplicablemente sus intervenciones no son para promover las virtudes de sus candidatos a alcaldes, sino para denunciar a una JCE que después de la que encabezó César Estrella Sahdalá y luego Juan Sully Bonelly, es la más independiente y más plural que ha tenido el país.
¿Quiénes eran los jóvenes? Como fui a ver para que no me contaran, puedo hablar de lo que vi.
Con la congregación masiva en la plaza, los teléfonos celulares fotografiando y grabando videos que se enviaban de inmediato a las redes, la movilización se tornó una gran diversión incapaz de hacer temblar a nadie.
Por eso la JCE dijo tajantemente: No renunciamos. Preferimos enfrentar un juicio político. ¿Cuántos senadores tienen esos jóvenes o Leonel para hacer un juicio político a nadie?
A ambos lados de la avenida Luperón la hilera de automóviles parqueados de participantes era inmensa, a tal punto que comenzaba en la calle Caonabo, al norte y llegaba hasta la avenida Rómulo Bethancourt, al sur de la gran rotonda de la avenida 27 de Febrero.
Se trató de jóvenes con empleos o negocios propios, estudiantes universitarios que se dieron el lujo de rechazar en ocasiones a los muchachos humildes de barrios marginados (wawawa) que venían a sumarse a las protestas que protagonizaban esencialmente los más acomodados (popi).
Su rutina era muy sencilla: salían de su trabajo o de sus estudios, iban a la plaza, pasaban horas allí agitando sus consignas y al final para sus casas, un buen baño con agua templada, una buena cena, una copa de vino o una “pequeña” y luego a dormir en habitación confortable.
Naturalmente, no eran todos de esa condición social. Había jóvenes de Herrera o Cristo Rey que acudían allí a respaldar la consigna de que ¡se van! como una forma de militar una posición política.
Como el país no se reduce a los jóvenes acomodados ni a quienes los acaudillan aunque no lo sepan, allí no estaban ni eran invitados los trabajadores, las juntas de vecinos, los campesinos, los empresarios, la gente que vive en callejones, que también se quedó sin votar.
Es una pena que los jóvenes que se movilizaron en la plaza y que luego fueron a un diálogo alternativo acompañados de los partidos que postulan a Leonel, no se den cuenta que quien precisamente se constituye en el obstáculo para que ellos tengan un papel relevante en la política dominicana, es precisamente quien los incita a manifestarse contra la JCE.
El momento más culminante de las movilizaciones juveniles fue el concierto musical realizado desde las 10:00 de la mañana el pasado 27 de febrero, que tenía entre los artistas más destacados a Juan Luis Guerra.
En ese concierto, como en las veladas previas, se enarboló la consigna de que ¡se van!, en referencia a los miembros de la JCE y del gobierno.
Me perdonan quienes puedan ofenderse pero digo con toda frontalidad que no cambio yo la trayectoria de lucha por la libertad de Carmen Imbert Brugal, miembro de la JCE, por todo el prestigio que pueda tener Juan Luis Guerra.
¡Jóvenes, no fue Carmen Imbert quien fue a cantarle a Juan Guidó y a John Bolton en Colombia para agredir a Venezuela! ¡Fue Juan Luis Guerra! ¡Esa es su credencial democrática!
¿Con qué moral, él y ellos, ponen en duda la honestidad de Carmen Imbert como miembro de la JCE y como luchadora insobornable por la libertad y la justicia, además sin aportar un solo elemento probatorio de algún comportamiento irregular?
Y hablo de Carmen, como podría hablar de los demás miembros de la JCE que han sido objeto de un cuestionamiento inmerecido, injusto y desproporcionado, como el tiempo aclarará.
Mis análisis han sido consistentes en que este país tiene que superar el caudillismo y el continuismo como condición para que la democracia se fortalezca y surjan nuevos liderazgos.
Pero ahora que estamos a solo meses de enterrar políticamente al último caudillo (Leonel), los jóvenes caen en la ingenuidad de darle oxígeno cuando su trabajo ha sido obstruir a cualquiera que tenga la intención de interponerse en su objetivo de volver a ser Presidente de la República, aunque sea su propia esposa, una joven brillante, inteligente y trabajadora.
Mientras haya un solo caudillo gravitando en la política dominicana, disponiendo de inmensos recursos de todo tipo que todo el mundo sabe que no provienen de una herencia familiar, que ningún joven ni partido pequeño piense que puede descollar.
El PRM se alejó Aunque desde antes de las primarias de octubre el Partido Revolucionario Moderno (PRM) de Luis Abinader –no incluyo en esto a Hipólito Mejía ni a su hija Carolina- estaba en brazos de Leonel para acorralar al gobierno ¡y a la JCE!, es evidente que en las últimas dos semanas marcó distancia de la Fuerza Pu.
En su último discurso Leonel llamó a boicotear el diálogo convocado para que las elecciones se realicen con un mayor grado de transparencia y confiabilidad, argumentando que el órgano dispuesto para mediarlo responde al gobierno.
En realidad, su posición es coherente en su intento de que no le cuenten los votos y por eso marca distancia del diálogo político y manda a sus seguidores al “diálogo alternativo” de los jóvenes de la Plaza de la Bandera.
El PRM, en un momento de excepcional lucidez, fue al diálogo con el PLD para favorecer la realización de las elecciones como debe ser en un partido que tiene la posibilidad de obtener decenas de alcaldías y direcciones de distrito, muy contrario a lo que le va a pasar a la Fuerza Pu, que quedará ridículamente derrotada.
La rebelión de los jóvenes no tuvo agenda propia, pues aunque repudiaba el papel de la OEA, se coloca, en los hechos, al servicio de quien con mayor ahínco la ha llamado, como a Mike Pompeo, para que sea una especie de JCE sustituto.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!