Análisis. Perspectiva electoral 2020

¿Alguien conoce a los candidatos a alcalde de Leonel Fernández?

Avatar del Listín Diario
Felipe CipriánSanto Domingo, RD

Faltan 36 días para las elecciones municipales en todo el país y yo, que no soy el dominicano peor informado, solo conozco y reconozco el nombre de Johnny Ventura como candidato a alcalde del partido de Leonel Fernández.

¿Quién puede citar el nombre de otros cinco candidatos a alcalde del partido de Leonel y decir qué hacen y qué han hecho por la democracia dominicana, por los campesinos desalojados en El Seibo, por los inundados de cada lluvia o por los afectados por el dengue, paludismo o hambre?

¡Son innombrados o innombrables para el mundo político dominicano!

Ya escribí que Johnny, una gloria de la música y la dominicanidad, no logrará el 10 por ciento de los votos en el Distrito Nacional y eso es doloroso porque quienes lo han puesto en eso desprecian su verdadero talento y lo exponen a que los ciudadanos que lo quieren de verdad, sin oportunismo politiquero, se vean obligados a humillarlo sin que sea su deseo, pero sí su prioridad.

El partido de Leonel no lleva, todo parece indicar, una sola figura relevante de la política ni de la labor comunitaria como candidato a alcalde en ninguna parte del país, salvo el caso de Johnny, claro está.

Si eso es así, ¿qué le espera al partido que le cedió “políticamente” Peñita Florián a Leonel para que se convirtiera en tránsfuga después de su vergonzosa y advertida derrota ante el novicio Gonzalo Castillo, en las primarias abiertas celebradas por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) el 6 de octubre pasado?

Le espera, ni más ni menos, una derrota humillante que dejará sin aliento las filas curvas del partido de Leonel, que no tiene ni siquiera diez locales abiertos en todo el país.

Y con ese lastre mortal, desafiar al empresariado nacional, al PLD, a Danilo Medina, al poder y a un electorado que Leonel -más que nadie- contribuyó a convertir en buhonero del voto, pinta un panorama de aplastante derrota para su “programa máximo”, que no es otro que intentar volver a ser Presidente para tratar de completar el hundimiento moral y social de un país que Balaguer le dejó en 1996 “listo para despegar en piloto automático”.

Sin empresarios

Dos empresarios (uno del Cibao y otro de Santo Domingo), pusieron medios propios a disposición de Leonel para ayudarlo a que ganara la candidatura presidencial del PLD y la perdió.

Pero no solo la perdió, sino que en su caída de espalda no le importó la estabilidad macroeconómica, la tasa cambiaria y la ventura del turismo. Expuso todo eso con bullanguería callejera y amenazas verborreas de salir de los cánones legales para ir a la insurrección. ¡Ay no, tío, tú nunca has dado una pescozada con tus propias manos y has comido pollo frito porque otro lo ha matado!

Me gustaría ver un acto político, público, donde Leonel presente siquiera a tres empresarios importantes de este país, que respalden sus aspiraciones presidenciales.

Por esto, no me calumnien, ¡cállenme! Si los presenta, prometo no escribir más nunca en diarios, porque sería el baboso que no soy y del que me acusan de ser.

Leonel y los Sicarios del Honor Ajeno no lo harán porque su apoyo político se reduce a sus beneficiarios y asalariados, nada más.

Los entrampados

Es penoso que personas que creía eran tan inteligentes -y amigos por demás que no nombro por respeto a sus familiares- caigan en la verborrea que impulsa el leonelismo y desde los flancos intenten desacreditar a la Junta Central Electoral (JCE) sin motivos ni justificación.

El leonelismo se concentra en hacer todo lo posible para desacreditar a la Junta y sus razones son tan obvias que repetirlo cansa y aburre.

Está no solo perdido, va Leonel y su grupo a la bancarrota y ante la inminencia de su aplastamiento irreversible, tiene que culpar al árbitro para gritar como un jugador de loterías: ¡Me engañán!

Lo grave de esto es que gente querida, con un historial de lucha democrática y hasta revolucionaria, se quede envuelta en el griterío de fraude, uso de los recursos del Estado, entre otras ternuras, como si este país fuera Dinamarca, donde la campaña dura solo dos semanas y es de puro contenido sin apropiación pública.

¡No hermanos! Este es el país de Trujillo, el de Balaguer, el de Hipólito, el de Leonel y el de Danilo, donde el Presupuesto General del Estado siempre ha estado ¡y estará por un tiempo más! al servicio de la meta política de quien gobierna.

Y aunque diga eso, incluyendo a Danilo, aparecen ángeles que me tildan de bocina. Me basta con la gente que me cree, a los que no voy a defraudar y cuento por decenas de miles cada viernes y a los que acompañaré en cualquier circunstancia o trinchera, en un rincón de este país aunque se venga contra él la peor agresión.

Entre febrero y mayo

Hubo un pediatra del periodismo de opinión que dijo que las elecciones de febrero (municipales) no influirán en el resultado de las de mayo (presidenciales y legislativas).

¿Ah, lo que pase en febrero no influirá en mayo?

A confesión de parte, relevo de pruebas.

Esa es la mejor admisión, desde el terreno periodístico leonelista (jamás se entienda como bocina porque no es así) de que ¡febrero está perdido!

Y ni más ni menos. Febrero hundirá la moral de los más conspicuos leonelistas cuando vean que “araron en el mar” y la semilla no se ve por ningún lado.

¿Cuál candidato a alcalde o a regidor que no pudo “sacar una gata a orinar” en las elecciones municipales, que no ve perspectiva por ningún lado, va a salir a hacer campaña por Leonel para presidente o por algún leonelista para senador?

El más tonto de los tontos no es tan tonto como para cometer esa tonta tontería.

La derrota de Leonel es geométrica, no dije aritmética, y la progresión, incalculable. Y sospecho que él lo sabe perfectamente, pero como aquel beso ¿el último? que le dio a Margarita en un esfuerzo final para quemarla como su sustituto y para usarla para tratar de ganar, no le importa que se hundan -si sabe que él también se va a hundir- hasta el ídolo del merengue, el caballo mayor, Johnny Ventura.

¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!