La escalada EE.UU-Irán: una bomba de tiempo que trae el nuevo año

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ANTONIO V. JAQUEZ LÓPEZSanto Domingo, RD

El año 2020 que recién inicia, trae consigo el recrudecimiento de viejas tensiones que parecen amenazar la paz y estabilidad mundial, y no precisamente con Corea del Norte como protagonista.

Para sorpresa de todos, un bombardeo de misiles desde drones norteamericanos (posiblemente con la colaboración de su aliado Israel), ha terminado con la vida de Qassem Soleimani, el hombre más poderoso en la estructura del mando militar iraní y el segundo en importancia del país y más cercano al Ayatollah Khamenei.

Junto a él viajaba el líder de Hezbollah en Irak, Abu Mehdi al Muhandis, quién también murió en el ataque perpetrado en las inmediaciones del aeropuerto de Bagdad.

Tras la muerte de Soleimani, el Pentágono, a través del Secretario de Defensa Mark Esper, confirmó su participación en el ataque y dijo que Donald Trump ordenó la operación para eliminar a Soleimani, en un ataque que se produce tres días después del asalto a la embajada estadounidense en Bagdad por parte de manifestantes pro iraníes.

Como era de esperarse, Khamenei prometió una “retaliación severa”, tras una reunión de urgencia del Consejo de Seguridad Nacional iraní, mientras que en Irak las autoridades de más alto nivel la calificaron como una “violación flagrante a la soberanía iraquí y un ataque a la dignidad del país”, elevando las tensiones entre estos tres países al máximo nivel.

A diferencia de lo que por aquí se pudiera pensar, estos incrementos bruscos en la tensión entre naciones de alto peso estratégico, suelen generar rápidas repercusiones mundiales, y una de ellas ya se siente en los mercados petroleros, cuyos precios se han disparado hasta un 4% tras el asesinato del comandante iraní, con efecto también en las compras futuras, según se percibe en las predicciones de los mercados de New York y Londres.

Algunos analistas consideran que la muerte de Soleimani a manos de Estados Unidos es poco menos que una “declaración de guerra” hacia Irán, mientras otros se cuestionan sobre la viabilidad de la estrategia de la administración Trumps para la región, que ahora será puesta a prueba como nunca antes.

El impacto Este hecho tiene repercusiones importantes en ambos países, pues mientras para los norteamericanos Soleimani era un hombre con las manos manchadas de sangre estadounidense, que dirigía una estructura considerada y declarada como terrorista, para Irán significaba una figura muy popular que, en términos prácticos lideró el contraataque de Teherán contra la amplia campaña de presión y las sanciones impuestas por Estados Unidos.

Por eso, Washington ha definido el ataque como “disuasivo” en razón a que la Fuerza Quds, organización que dirigía Soleimani (una especie de hibrido entre la CIA y una unidad de fuerzas especiales), estaba “desarrollando activamente planes para atacar diplomáticos y miembros del servicio estadounidense en Irak y de toda la región”. Esta estructura paramilitar elite iraní, cuyo nombre significa “Jerusalén” en árabe, se tiene información de que opera demanera encubierta y a veces abiertamente en varias partes del mundo, con vínculos muy cercanos con la Hezbolá del Líbano y las milicias chiítas en Irak y Afganistán.

A la Fuerza Quds se le vincula con diferentes ataques mortales, como el atentado contra los cuarteles de la Infantería de Marina norteamericana en Beirut en 1983, y tanto Washington como ciertos países de la Unión Europea la han acusado de distribuir armas en Siria para ayudar al régimen de Bashar Al-Assad.

Pero aún más significativo es el hecho que esta organización es considerada por los EE.UU y otros países como un importante instrumento de la política exterior iraní, aunque este régimen siempre ha negado toda participación en sus operaciones internacionales, con lo que ha intentado evadir un conflicto directo con EE.UU.

Otras informaciones que se manejan entre servicios de inteligencia de diferentes naciones, coinciden en afirmar que Soleimani había llegado a ser un personaje mucho más importante que Osama Bin Laden, con mucho más poder del que la mayoría de la gente pensaba.

En efecto, a él se le atribuía el control de numerosas organizaciones terroristas a nivel mundial, incluso en la región de Latinoamérica, específicamente en México, Cuba, Dominica, Antigua y Barbados, Venezuela, Colombia, Nicaragua, Bolivia, Ecuador, Brasil y Perú. Con esta información a mano, puede ser más fácil entender las razones que movieron al gobierno norteamericano a tomar una decisión de tan previsibles consecuencias.

Es bueno saber que los Estados Unidos e Irán han mantenido un largo enfrentamiento, pero no siempre fueron enemigos. Diversos historiadores creen que el golpe de Estado de 1953 (Operación Ajax), que derrocó al primer gobernante iraní elegido democráticamente, primer ministro Mohamed Mossadeq, alimentó una oleada de nacionalismo que culminó con la “Revolución Islámica de 1979” y a su vez envenenó para siempre las relaciones entre Estados Unidos e Irán.

Intereses económicos Según se desprende de documentos históricos, los intereses de Reino Unido en Irán eran sus campos de petróleo, los cuales poseía desde 1908, y con la llegada al poder Mohamed Mossadeq, este nacionalizó la industria petrolera, terminado así con un negocio del cual los británicos se habían beneficiado durante décadas.

Estos reaccionaron primero amenazando con invadir el país persa, y luego urdieron un plan secreto para derrocar al nuevo gobernante, pero al carecer de fuerzas operativas en la zona, solicitaron ayuda de EE.UU., su gran aliado durante la II Guerra Mundial. Es ahí donde la recién estrenada Agencia Central de inteligencia de Estados Unidos (CIA), se encargada de orquestar el golpe, bajo la presidencia de Dwight Eisenhower.

Al retornar al poder una monarquía favorable a Occidente, la del Sha Mohamed Reza Pahlevi, se iniciaron excelentes relaciones con Estados Unidos, facilitandole a la vez desarrollar una posición de poder en una región donde hasta ese mo-mento había tenido casi ninguna influencia, pero que en 1979 interrumpiera la llamada Revolución Islámica, que devolvió a manos de los iraníes la soberanía total de sus recursos petroleros.

El control del petróleo iraní siempre fue o al menos es uno de los motivos detrás del golpe, y la causa principal de la enemistad que hoy sume al mundo en una potencial crisis, en la cual aflora precisamente el incremento del precio del petróleo como primera consecuencia.

Pero por otro lado, es previsible que el ajedrez geopolítico tienda a complicarse aún más con la entrada forzada en escena de actores como Rusia y China, potencias que precisamente al inicio del año realizaban maniobras militares en el Océano Índico y el Mar de Omán con Irán, ejercicios que han sido interpretados por expertos analistas como un desafío a Estados Unidos, y un mensaje conjunto de que su influencia en esa región estaría disminuyendo. Ni hablar de la propia región americana, donde la presencia china, e incluso rusa, ha ido creciendo a una velocidad insospechada.

En el caso nuestro, que de ninguna manera tenemos “velas en ese entierro”, por cada dólar que suba el barril del petróleo a nivel internacional veremos y pagaremos nuevas alzas en la factura petrolera del país.

Las próximas horas serán cruciales para saber hasta dónde llegará esta escalada de violencia en el Medio Oriente, cuyas consecuencias pueden ser catastróficas para todos, y de manera especial para nuestra economía, que requiere para pagar las importaciones de petróleo cerca de 1% del Producto Interno Bruto (PIB).

El autor es general retirado del ERD y miembro fundador del Circulo Delta.