Opinión

Enfoque

Consejos chinos para gobernantes y administradores del poder

Rafael G. Guzmán FermínSanto Domingo, RD

“El consejo dado a un necio es como perlas arrojadas al basurero”. -Esopo-

En momentos en que los tomadores de decisiones en el país sienten una marcada predilección por las relaciones de “todo” tipo con China, a tal punto de llegar al extremo de hacer un secreto “divorcio diplomático al vapor” con la fiel Taiwán, deseamos aprovechar estas fiestas navideñas para darles unos sanos consejos precisamente chinos, extraídos de una de las novelas históricas clásicas de la literatura de la milenaria cultura oriental, “El Romance de los Tres Reinos: La Batalla del Acantilado Rojo” (The Battle of Red Cliff), escrita por Luo Guangzhong, e inmortalizada en el 2009 en el cine en la espectacular producción cinematográfica del director John Woo.

Esta epopeya clásica, basada en hechos reales, se desarrolla en la China del año 208 A.C., nación que, a pasar de ser gobernada por un emperador, Han Xiandi, descendiente de la Dinastía Han, China estaba dividida en varios estados enfrentados.

Entre los personajes principales se destaca el ambicioso primer ministro Cao Cao, quien utilizó su cargo y la excesiva confianza de su monarca Han para nombrar a su antojo y propio beneficio en el futuro, a todos los miembros de la Corte Imperial, los mandos militares y todos los funcionarios del imperio, mientras entretenía al emperador en las tareas protocolares. Con el tiempo, el eficiente e industrioso armador imperial se vio con tanto poder que deseó ocupar él mismo el poder soberano absoluto, traicionando a su emperador y finalmente provocando la división del país en 3 reinos que luego entraron en guerra.

Ante el inmenso poder obtenido por Cao Cao a base de astucia y engaños, los otros dos reinos rivales procuraron una alianza estratégica cuando Liu Bei, tío del emperador, y luego de la división rey de Shen, enviara a su asesor militar de más confianza, Zhuge Liang, como enviado especial al Reino de Wu al sur, a los fines de persuadir a su soberano, Sun Quan, de la necesidad de unificar fuerzas antes de caer abatidos bajo la dictadura de un ambicioso Cao Cao.

Es allí donde Zhuge Liang conoce al Virrey de Wu, Zhou Yu, llegando a ser grandes amigos a pesar de la compleja alianza entre sus dos reinos amenazados. Entonces Cao Cao, presa del odio y la ira al darse cuenta que los soberanos de los dos reinos se han aliado, ordena el envío de un gran ejército de ochocientos mil soldados y dos mil naves de guerra al sur, con la misión de destruirlos en una sola campaña y perpetuarse en el poder.

Esta gran fuerza militar y naval se acantonó en el bosque Crow y a orillas del río Yangtzé y el “Acantilado Rojo”, iniciándose así la legendaria batalla que ha sido inmortalizada en la literatura china desde que fue escrita hace aproximadamente ochocientos años.

En el desarrollo de la trama se observan las causas de la vergonzosa derrota de Cao Cao, a pesar de utilizar toda la riqueza del imperio chino y el poder absoluto del mismo. A modo de enseñanza y aprendizaje de las lecciones aprendidas de esta historia, nos permitimos a continuación enumerar algunas de las más sobresalientes:

El descalabro y debilitamiento del imperio de Cao Cao se inicia cuando comenzó a sustituir de los cargos importantes a funcionarios de talento, otorgándole poder solo a los incondicionales del palacio imperial, ocasionando esto que el país empezara a sentir los efectos de un mal gobierno, de tal manera, que la mala administración de los advenedizos trajo hambre al pueblo, mientras los hombres virtuosos eran amenazados y perseguidos, en un ambiente en que la corrupción lo dominaba todo.

Otro de los errores del otrora exitoso gran estratega político-militar, fue no llevarse de los sabios y sensatos consejos de sus antiguos funcionarios virtuosos al servicio de las dinastías, a quienes los mandó a ejecutar por contradecir su voluntad o expresar en privado opiniones contrarias, mientras los miles de espías diseminados por todo el imperio le llenaban los oídos siempre ávidos a querer dominar y saberlo todo.

Estos eruditos asesores le habían aconsejado que mejor restableciera la amistad con su antiguo compañero Liu Bei y se aliara a él para fortalecer el imperio, pero muy por el contrario, decapitó a sus asesores y despreció y subestimó a su antiguo amigo por considerarlo débil en la guerra, incapaz de enfrentarlo y de no estar a la altura de su gran poder, pues por maniobras de él mismo (Cao Cao), Liu Bei había perdido todo su poder y finalmente expulsado de su imperio, a pesar de que luego este había formado un pequeño reino en Shu.

En este contexto, Cao Cao fue cavando su pendiente a la ruina al despreciar los consejos de sus sabios colaboradores; en cambio Liu Bei, a pasar de su alta dignidad, humildemente pide los consejos del sabio Zhuge Liang diciéndole que provenía de la dinastía del emperador Han -ya fallecido- y que sin merecerlo o buscarlo había tenido fama y rango, llegándole a escribir esta carta legendaria: “Cuando se ve al verdadero gobierno desprovisto de poder y reemplazado por la pretensión, mientras los funcionarios del Estado se derrumban, hordas de bravos guerreros siembran el caos en todo el país y una malvada cávala se adueña del soberano, entonces se le parte el corazón y se le desgarran las entrañas. Por eso vuelve sus esperanzas hacia el MAESTRO, confiado en su generosidad, gracia, lealtad y sentido de lo que es correcto. Si pudiera el maestro emplear su talento, como ya hizo Lu Wang, para realizar grandes hazañas como las de Zhang Liang, el imperio sería un lugar feliz y el trono estaría asegurado.” (Pág. 51)

La novela histórica termina en que finalmente Liu Bei, bajo las enseñanzas de sabios consejeros pasó de ser un aturdido soberano a formar un pequeño reino y así enfrentar al poderoso Cao Cao y vencerle, utilizando las estrategias del Arte de la Guerra del gran estratega militar chino Sun Tzu, pues como decía el humanista y filósofo Juan Luis Avives (1492-1540): “Desventurado el hombre que no tiene quien le amoneste cuando tiene la necesidad de ello”.

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