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De un prospecto de béisbol a profesional de enfermería

Oscar Pimentel Mañón, mientras ofrece atenciones a una paciente en Cedimat, donde labora.

Oscar Pimentel Mañón, mientras ofrece atenciones a una paciente en Cedimat, donde labora.

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Doris PantaleónSanto Domingo, RD

Una lesión en el hombro marcó su destino. Oscar Pimentel Mañón, era un prospecto beisbolista de seis pies y dos pulgadas de estatura y sólo le faltaba una firma para entrar a las grandes ligas, pero su accidente alejó rápidamente a todos aquellos que le aupaban.

Desamparado y con esos sueños rotos, Oscar encontró en la perseverancia de su madre, Cándida Mañón, enfermera de profesión, la fuerza que le hizo levantar, estudiar y prepararse. Hoy, con sólo 26 años, su fama de buen enfermero y sus habilidades para asear a pacientes postrados corre en los pasillos de Cedimat, donde labora, al punto que es solicitado con frecuencia para dar asistencia domiciliaria de ese tipo.

Familiares de pacientes resaltan las habilidades para tratar y bañar aquellos que se encuentran postrados. Al punto que es solicitado con frecuencia para dar asistencia domiciliaria de ese tipo.

Oscar adquirió sus conocimientos de enfermería, mediante estudios cursados en el Instituto Nacional de Formación Técnico Profesional (Infotep) y viendo a su madre trabajar en hospitales, como el Luis Eduardo Aybar. No obstante él decidió combinarlos con los de terapia física y hoy ejerce ambos servicios con igual entusiasmo.

Confiesa que cuando se lesionó sintió mucha frustración, “antes todos andaban detrás de mí, pero al lesionarme los abogados y manager se alejaron y me aislaron como que ya yo no servía, eso me puso muy triste, pero mi madre siempre estuvo ahí, era mi apoyo, tenía tres empleos para poder mantenerme en rehabilitación, proceso en el que estuve por ocho meses.

Dice que en el Centro Olímpico hasta a los mismos terapeutas tenía que andarle detrás, rogándoles, para que le dieran la terapia, “entonces dejé la pelota y me puse a estudiar”, señala.

Inició el curso de enfermería en el 2011 y al graduarse se quedó como apoyo en la Unidad de Cuidados Intensivos del hospital Aybar, luego trabajó en diferentes centros privados. Recuerda que su padre le decía que la enfermería era para mujeres y para homosexuales y “me peleaba mucho, trataba de minimizar mi ánimo, pero mi madre me motivaba a que siguiera”. Hoy su padre se siente orgulloso.

Dice que para él la enfermería es un arte, y depende del amor que “tú le pongas a tu trabajo”. Lo más bonito de esta profesión es el vínculo que tu creas con el paciente, cuando tú tienes un tiempo trabajando, sea en el hogar o en un centro de salud, se crea esa confianza y así como haces tu trabajo, el paciente habla bien de ti. Eso para mí es un orgullo”, señala al contar su experiencia a Listín Diario.

Dice que le agrada mucho poder servir en dos áreas en las que el país tiene mucha necesidad, como es la enfermería y la terapia física. Esa última pasión, explica, la descubrió cuando entró a trabajar a Cedimat, donde su superior le enseñó las técnicas, “empecé con un señor de 90 años y dije esto es lo mío, al ver que el señor empezó a caminar, tenía un reemplazo de cadera y me alegró ver que yo ayudé”.

Ahora estudia licenciatura en terapia física en la universidad católica de Santo Domingo.

Entre sus cualidades, cita, el ser atento con el paciente, estar presente cuando lo necesitan, trabajar con entusiasmo, dar explicaciones al paciente y al familiar sobre el medicamento que le va a suministrar, higienizarlo con prontitud y cuidado y tratarlo con humanización.

Su sueño es que su madre sea pensionada, ya que tiene más de 30 años de servicios y que si algún día ella enferma, sea él quien pueda cuidarla.