Análisis. Perspectiva electoral 2020
La batalla en el PLD apenas comienza hoy
La última reunión del Comité Central del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), en función de congreso elector, pareció un concierto de cristianos y judíos celebrando la gloria de Dios: unos considerando a su Dios nacido 3,761 años primero que el otro, pero todos en avivamiento.
Los muchachos de Leonel Fernández, integrantes de la secta ¡No hay marcha atrás! salieron complacidos porque el Comité Central le dio paso libre al León para que busque la candidatura el 6 de octubre en las primarias abiertas, con voto universal, organizado por la Junta Central Electoral (JCE).
¡Cuánta ingenuidad en un solo lugar! ¿Y qué esperaba el leonelismo? ¿Pensaba que el danilismo lo iba a echar afuera antes de tiempo?
De ninguna manera. Los danilistas tendrían que ser los tontos que no son para aplicarle la mayoría mecánica que tienen en el Comité Central del PLD para excluir in limine litis a Leonel de la competencia por la candidatura, porque si hubiesen hecho eso le regalaban un candidato hecho ¡y qué candidato! a los Partidos de los Herederos para entrar al círculo de los que reciben el 80% del dineral que pagamos los contribuyentes para que ellos “hagan política”.
Si el Comité Central del PLD le negaba el derecho a Leonel de competir por la candidatura, él quedaba en libertad de hacerlo por otro partido y llevarse un tercio del peledeísmo hacia la oposición.
¡No señor! Los danilistas lo aclamaron ahora para aplastarlo el 6 de octubre y como la ley es clara, si lo derrotan en el PLD, no puede ser candidato de otro partido. La demostración de lo que afirmo se dará en las próximas horas. Si el diputado Demóstenes Martínez, a quien conozco y admiro por ser un ciudadano correcto y un legislador competente de la cuadra de Leonel, se corona presidente de la Cámara de Diputados, hay un camino de avenencia para franquearle el rumbo al leonelismo.
Si por el contrario, Demóstenes no es escogido y queda sin efecto el acuerdo de alternabilidad grupal en la presidencia de la Cámara de Diputados, a Leonel y sus corsarios que se preparen porque ¡ahora es que falta mambo!
Es la desconfianza Quienes no entiendan que entre el danilismo y el leonelismo la desconfianza es total y recíproca, no pueden tampoco seguir con certeza el curso de los acontecimientos, que son tan dinámicos que a cualquiera dejan anclado en el pasado.
Es cierto que entre los peledeístas ha primado una voluntad de consentimiento de todo tipo para proteger los intereses de sus dirigentes y mantener la unidad, incluso a costa de la democracia partidaria.
Cuando la vida de los peledeístas se reducía a acudir a reuniones, influir en algunos círculos periféricos a la política y a tertuliar, la confianza era total y la práctica sectaria y despreciativa de los demás.
La cosa cambió a partir de su paso por el poder en 1996-2000. ¡Qué zafra tío hicieron estos parceleros de la política y en tan poco tiempo!
Con escasas excepciones, en el país no se realiza la lucha política sobre la base de contenidos, sino en un movimiento envolvente de intereses grupales y personales.
Por eso gran parte de la acción política se reduce a propaganda que oculta la realidad y presenta un cuadro primaveral en una pocilga pestilente. Eso explica el falso triunfalismo que pregona Leonel y la expectativa de que “la unidad peledeísta está garantizada”.
Reforma constitucional Cuando en el año 2014 escuché los argumentos del combatiente anti-trujillista, ingeniero Leandro Guzmán, acerca de la necesidad de modificar la duración del período gubernamental de cuatro a seis años, me sorprendí.
Gobernaba Danilo y Leandro advertía -confieso que yo no- que el Presidente quería reelegirse. Su solución en ese momento era que podría llamarse a una reforma constitucional para extender el mandato presidencial dos años de manera que completara su programa de gobierno y no intentara la reelección.
¿Qué pasó? Lo que previó Leandro. Danilo no creyó que había completado su obra en cuatro años y por eso hizo modificar la Constitución y se volvió a postular.
Tal vez ahora que amplios sectores del país quieren habilitar a Danilo para que vuelva a optar por la Presidencia en 2024 y que Leonel se propone volver a ser Presidente, es posible un pacto entre Danilo, Leonel y los demás partidos de la oposición, para considerar una reforma constitucional que establezca la no reelección bajo cualquier circunstancia, pero el período gubernamental, municipal y legislativo sea de seis años.
Si una propuesta de este tipo lograra consenso, lo ideal sería llamar a esa asamblea revisora antes del fin de año para que el nuevo Presidente sepa que no tendrá opción a la reelección.
Con un período de seis años de gobierno sin reelección, tendríamos un país menos saturado de política, sin caudillos creyéndose los predestinados y unos legisladores y alcaldes con mayor independencia para actuar en sus respectivos ámbitos.
Por igual, los legisladores y alcaldes, con la limitación de una sola reelección, podrían concentrarse en gobernar bien y preparar su retiro definitivo de las funciones públicas para dar oportunidad a nuevos liderazgos.
Revocabilidad Como se trata de un período de gobierno más largo, se debe instituir un procedimiento de revocabilidad del mando para los casos en los que gobernantes, legisladores o autoridades municipales se aparten de sus responsabilidades, una mayoría incuestionable pueda deponer legalmente a esos funcionarios.
Eso evitaría, pero no descartaría, que los funcionarios puedan ser obligados a renunciar por aclamaciones populares, como acaba de suceder en Puerto Rico.
Junto a esa reforma electoral, el país debe aprovechar para crear un Poder Judicial independiente, un ministerio público profesional, estimulado y supervisado para que actúe conforme a la ética y a sus atribuciones constitucionales, a la vez que un cuerpo de Policía apegado a la ley, vinculado con la ciudadanía y bien remunerado por el Estado para que esté por encima de cualquier protección política.
¡Cuando pase la tempestad, contaremos las estrellas!