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PANORAMA POLÍTICO

Llamado a consulta de EEUU, una tormenta diplomática

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Guarionex Rosa | ANALISTA POLÍTICOSanto Domingo

La tormenta diplomática en un vaso de agua que provocó el Departamento de Estado, al menos en el caso dominicano, al llamar a consultas a la nueva embajadora, Robin Bernstein, no ha hecho más que fortalecer la decisión de restablecer relaciones con China Popular.

También estaba destinado al fracaso el llamado que hizo el Departamento a sus jefes de misiones en Panamá y El Salvador, que abrieron relaciones con la República Popular China recientemente, al decir de sus cancillerías como un derecho de establecer su política externa.

En el caso dominicano, la decisión fue solamente un susto, que concitó que los opositores se sobaran las manos, pero que dejó ver la impericia del Departamento de Estado, convertido en la era del presidente Trump, en un propagandista del gobierno de Taiwán.

El llamado a consultas de los diplomáticos acreditados en Santo Domingo, Ciudad de Panamá y San Salvador se hizo con el supuesto de evaluar la decisión de los tres países de romper con Taiwán a favor de un mejor intercambio con China.

En el caso de la embajadora Bernstein, la orden del Departamento de Estado de retornar a Washington, D. C., se produjo en el lapso de 48 horas durante las cuales presentó las copias de estilo al canciller Vargas Maldonado y las credenciales al presidente Medina.

Tras presentar sus cartas credenciales en el Palacio Nacional, en un gesto inusual de amistad, el canciller Vargas Maldonado, enterado o no de lo que se estaba cocinando en Washington, D. C., ofreció una cena sentados a los Bernstein en su residencia de la capital.

La consulta que se pudiera hacer a la embajadora Bernstein iría a favor de la parte dominicana, tanto por su desconocimiento de la situación, como por haber sido recibida con todas las cortesías al llegar a Las Américas y en todos los pasos subsiguientes hasta verse con el presidente Medina.

Diplomacia apresurada Una diplomacia menos apresurada por los factores políticos que dimanan desde la Casa Blanca, hubiese simplemente demorado la llegada de la embajadora, como un gesto de disgusto o no haber sometido al Senado a los trajines de aprobar su nombramiento.

Más bien de lo que se trató fue de mostrar un disgusto al régimen dominicano que ya se había plantado cuando la República Dominicana y China decidieron restablecer las relaciones, tras reuniones secretas en Lima, Madrid, Pekín y Santo Domingo.

A Vargas Maldonado se incorporó en las reuniones de Lima y Madrid el ministro de la Presidencia, José Ramón Peralta, quien le había dicho a un periodista que le preguntó sobre cuándo se daría el paso: “Eso será pronto”. Dos semanas después se hicieron los anuncios respectivos.

Los Estados Unidos se enteraron de la decisión dominico-china cuando abrieron por la mañana del 30 de abril pasado los medios electrónicos. La diplomacia taiwanesa esperaba el golpe pero tenía un rayito de esperanza. Sus afamados servicios de seguridad fallaron.

El calendario dominico-chino ha seguido como se esperaba, sin ninguna variación y la visita a Pekín del presidente Medina, que se está preparando con bastante puntualidad, dará culminación a un deseo de los dos países que fue postergado durante años.

Aunque lo hubiesen querido, los dominicanos no podían echarse hacia atrás sin concitar la carcajada mundial teniendo ante sí la votación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas que aprobaría de manera unánime el ingreso al Consejo de Seguridad.

Vargas minimiza tema El canciller Vargas Maldonado minimizó el aparente disgusto de los Estados Unidos al llamar a consultas a su flamante embajadora en Santo Domingo, con quien había cenado la noche anterior en su residencia en un gesto de largueza y buena voluntad.

Vargas Maldonado, a quien en el Palacio Nacional atribuyen gran responsabilidad en echar adelante el propósito del presidente Medina de reabrir las relaciones diplomáticas, al parecer ha resultado de gran utilidad por inobjetable y por sus relaciones internacionales.

Las relaciones de Vargas Maldonado con otros gobiernos, especialmente dominados por la social democracia y sus incansables viajes al exterior, hicieron que la aprobación a la RD en el Consejo de Seguridad fuera sin disputa. El país estrenará en enero su asiento por primera vez.

A fin de calmar los ánimos de algunos empresarios inquietos y de congelar la alegría de los opositores al régimen de Medina, el canciller Vargas Maldonado dijo que llamar a consultas a un diplomático por su gobierno es algo normal. Y que la RD lo ha hecho (al menos con Haití).

También será la primera vez que un presidente dominicano viaje en visita oficial a Pekín, lo que ha estado antecedido de la acreditación en tiempo récord de los embajadores chinos en Santo Domingo, y dominicano en la capital de la República Popular.

La molestia norteamericana no se entiende. Los Estados Unidos rompieron relaciones con Taiwán, la antigua Formosa en 1978 bajo la presidencia de Jimmy Carter y las restablecieron plenamente en 1979, reconociendo la existencia de una sola China.

Tras la reapertura de las relaciones el entonces primer ministro Deng Xiaoping hizo una visita de Estado a Washington, D. C., fue hospedado en la Blair House, la mansión destinada a los grandes dignatarios y se le ofreció una recepción de gala en la Casa Blanca. Encontrándome como diplomático dominicano en la capital norteamericana, lo vi entrar en Blair House.

En 1978 entre los reconocimientos que recibió el primer ministro Deng estuvo la portada que le dedicó la revista Time por los cambios ocurridos con la reapertura de las relaciones chino-norteamericanas.

Las intenciones del trumpismo respecto a las relaciones con Taiwán se notaron desde el momento en que el nuevo presidente aceptó en la Casa Blanca una llamada de felicitación de la presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, que motivó de inmediato una protesta diplomática de Pekín.

Los diplomáticos norteamericanos de carrera acreditados en Santo Domingo saben bien que los Estados Unidos firmaron un acuerdo de reconocimiento de la China Popular con prescindencia de todo nexo diplomático con Taiwán.

Quizá por ello uno de la sección política al parecer de la tendencia trumpista concordó durante una conversación coloquial con que si de algo pudiera beneficiar el paso dominicano era porque atraería buenos cocineros que cambiaran la propuesta “aplatanada” de los restaurantes chinos.

El llamado del jefe de la misión norteamericana en San Salvador, en el caso un jefe de negocios interino, tuvo un contrasentido a la luz del insulto recibido por ese país como “letrina” que lanzó el presidente Trump también contra Haití y los países africanos.

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