EMBARAZO PRECOZ
A muchas las expulsan de las aulas
Quedar embarazada o establecer una unión libre siendo adolescente es uno de los principales factores que inciden en la deserción escolar, decisión que en algunos casos es impulsada por el rechazo, la vergu¨enza, discriminación y expulsión de los centros educativos.
Hoy en día, pese a esa realidad, son más las alumnas que acuden con normalidad a las escuelas y colegios privados estando embarazadas, sobre todo porque está prohibida su expulsión, según las Normas del Sistema Educativo Dominicano para la Convivencia Armoniosa.
Sin embargo, aún con la normativa, hay casos de adolescentes obligadas de manera directa o indirecta a cambiar de aula y de horarios en las escuelas.
Testimonios de diez adolescentes entre los 14 y 17 años muestran las realidades que han enfrentado desde el inicio de sus embarazos dentro y fuera de los centros educativos.
De las diez, cuatro abandonaron los estudios (algunas por rechazo), dos cambiaron a la modalidad del Programa de Educación Media a Distancia y Semipresencial para Personas Jóvenes y Adultas (Prepara) y el resto continúa en los centros de estudios con normalidad.
La rechazaron A Melisa no le permitieron seguir estudiando cuando el embarazo comenzó a notarse y ya no pudo ocultarlo.
“Me rechazaron por estar embarazada y me dijeron que no daba buen ejemplo en la escuela”, contó.
La adolescente de 16 años y con ocho meses de gestación tiene deseos de seguir estudiando, por lo que asegura que cuando dé a luz continuará su formación y concluirá el bachillerato.
Sentía vergu¨enza y algo de temor ante la reacción de la autoridad escolar al enterarse de su estado, pero nunca pensó que sería expulsada y no terminaría su año escolar.
“No pensé que sería así”, se lamentó, y aún más porque tampoco cuenta con el apoyo de su padre, que desde el momento que supo que estaba embarazada no le habla.
El padre de su hijo tampoco la apoya. No sabe de él desde hace meses y hasta ahora, su único sustento es su madre.
Un consejo Cuando María, de 15 años, dijo que estaba embarazada en la escuela donde cursaba el octavo grado, le dijeron que era mejor que se retirara para que no se “golpeara”.
Con casi nueve meses de embarazo, la joven residente en Guachupita, Distrito Nacional, cuenta que la directora le dijo que lo mejor era salir del centro educativo y que por eso se inscribió a estudiar los sábados en otra escuela.
“Me dijeron que me cambiara a los sábados porque me podía dar un golpe y me fui a otra”, expresó.
No sabe si fue una forma de sacarla del centro y no quiere pensar que fue rechazada, solo tiene claro que a partir de ese día debió buscar otra forma de estudiar cerca de la casa donde vive junto a su abuela.
Decidió no vivir con el padre de su hijo, cinco años mayor que ella, porque le gusta estar con su familia, aunque ese núcleo solo está compuesto por ella y su abuela.
“Él está bien, gracias”, se limitó a decir, del hombre que de vez en cuando le da dinero para los gastos médicos.
Lo ocultan Tienen 14 y 15 años, cursan el octavo y el sexto de básica y tienen algo en común: cuatro meses de embarazo.
Luisa y Carolina no tienen problema en la escuela porque han decidido ocultarlo, aunque saben que no tardará mucho cuando sus vientres estén abultados.
“Mis compañeros no lo saben, ni el director”, dice Luisa, cabizbaja porque le avergu¨enza. Sabe que llegará el momento en que deba decirlo, pero tiene miedo a ser expulsada, aunque asegura que nunca ha visto un caso en donde estudia. Ha visto varias alumnas embarazadas abandonar la escuela, pero no sabe si ha sido por elección. Carolina ha comentado su estado a algunos maestros y entiende que pronto todos en la escuela lo sabrán y deberá seguir adelante.
Futuro
DECIDIÓ AVANZAR
“Este ha sido mejor que todos los años”, cuenta Patricia, a pesar de su abultado vientre, el que intentó ocultar de sus padres en los primeros meses.
Su satisfacción se debe a su desempeño en la escuela y sus calificaciones, esas que se ha esforzado por aumentar para que sus padres y maestros vean que sus siete meses de embarazo no le han impedido avanzar.
En la escuela donde cursa el cuarto de media, la casi madre de 17 años, pensó que podría ser rechazada, así como lo hizo su padre.
“Un día me tocaba educación física y tenía que hacer unos ejercicios y le dije al profesor que no podía realizarlos y cuando me preguntó la razón le dije que estaba embarazada y él me advirtió que no lo dijera porque me botarían, pero no fue así”, contó.
Su promedio está sobre los 80 puntos y su meta es dar un mejor futuro a su bebé, cuyo padre es tres años menor que ella.
“Me empeño más, participo mucho en la clase y por el embarazo, para que los profesores vean que me esfuerzo”.
Se repite la misma historia en sus familias
Las hermanas y las madres de las menores entrevistadas tuvieron un hijo en su adolescencia y sus parejas, son hasta siete años mayores. Tres viven con sus parejas y las demás con abuelas, ninguna tiene el apoyo del papá y todas viven en barrios pobres de la ciudad. Diana se casó a los 13 años, hoy tiene 16, ocho meses de embarazo y no estudia, al igual que Estefanía y Marta, que abandonaron la escuela al enterarse de sus estados.
Laura, 17 años, perdió un embarazo de seis meses hace un año y hoy tiene cuatro meses de gestación y decidió estudiar los fines de semana.