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OBSERVATORIO GLOBAL

El PLD: Cuarenta años después

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Leonel FernándezSanto Domingo

Hace cuarenta años, en 1973, que un día como ayer, 15 de diciembre, el profesor Juan Bosch y un grupo de jóvenes dirigentes, fundaron el Partido de la Liberación Dominicana (PLD). Desde el momento mismo de su creación, quedó establecido que la finalidad de la nueva organización política era la de continuar la obra de Juan Pablo Duarte, con lo cual, al tiempo de fijar su relación de continuidad con la raíces de nuestra historia, se comprometía en una lucha permanente por la soberanía, la independencia y autodeterminación del pueblo dominicano, así como por su libertad, democracia, justicia social y dignidad como nación. Pero, si bien, de manera formal, la historia del PLD empezó hace cuatro décadas, no es menos cierto que, al estar vinculada de manera indisoluble a la trayectoria política de su líder, guía y fundador, el profesor Juan Bosch, la misma se remonta a una época anterior. A decir verdad, podría afirmarse que se inició treinta y cuatro años antes, en 1939, en Cuba, con la formación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD), del cual fue, junto a los doctores Enrique Cotubanama Henríquez y Juan Isidro Jiménez Grullón, uno de sus principales gestores. A través del PRD, Juan Bosch intentaría, junto a numerosos otros luchadores del exilio, conducir la batalla contra la tiranía más cruel y sangrienta de América, en esos años: la de Rafael Leónidas Trujillo. A través de varias expediciones revolucionarias, de la denuncia política permanente y de la búsqueda de aliados internacionales, aquella lucha se prolongó por más de dos décadas, hasta que con la muerte del tirano y el desplome de la dictadura en mayo de 1961, Bosch, al igual que otros líderes anti-trujillistas, retornó al país, colocándose al frente de lo que sería el primer esfuerzo de transición democrática en tiempos modernos en la República Dominicana. Democracia, golpe y revolucionEse esfuerzo de transición de un régimen dictatorial, autoritario, como fue el de Trujillo, a un gobierno democrático, representante de diversos sectores de la vida del país, escogido de manera legítima, respetuoso de las leyes y de las libertades públicas, quedaría coronado con el triunfo electoral cosechado el 20 de diciembre de 1962. Luego vendría el período de los siete meses de gobierno; y en esa etapa, el profesor Juan Bosch, actuando siempre con el sentido amplio, abierto, democrático y tolerante que le caracterizaba, desplegaba todas sus energía para abonar el terreno donde aspiraba sembrar la semilla del desarrollo, el progreso y la prosperidad de la sociedad dominicana. Pero en esa época, desafortunadamente, nos encontrábamos en el ojo del huracán de la Guerra Fría. Hacía pocos años, en 1959, había triunfado la Revolución cubana, que luego de la Invasión de Bahía de Cochinos, en 1961, su líder, Fidel Castro, había declarado socialista y aliada de la Unión Soviética. El temor al comunismo y de que la República Dominicana fuera a convertirse en una segunda Cuba, reinaba en el ambiente. A Juan Bosch se le presionaba para que persiguiera a los líderes de izquierda del país, desmantelara sus actividades y clausurase sus locales. Nunca lo hizo. Rechazó siempre tales presiones; y para eso se apoyaba en la fuerza de sus convicciones democráticas, en las que no se temía a las formas de pensar, y por el contrario, lo conducían a exigir el respeto a la pluralidad de las ideas y a la diversidad de las creencias, dentro del marco de la ley. Pero la intolerancia existente para esa época, frente a una auténtica y genuina conducta democrática, sembró la desconfianza en determinados núcleos del poder económico y militar, provocó una erosión gradual del apoyo del gobierno de los Estados Unidos a su gestión y condujo a la formación de una coalición de fuerzas nacionales cuyo único objetivo era su derrocamiento. Así se produjo el golpe de Estado de 1963, del cual conmemoramos este año, 2013, su 50 aniversario. Fue también, por supuesto, el fin del primer experimento democrático en la República Dominicana después de más de tres décadas de dictadura. En su lugar se instaló, en forma despótica e ilegítima, el Triunvirato, cuya imagen, ya afectada por su naturaleza espuria, se hizo rápidamente añicos, por el fusilamiento de Manolo Tavárez Justo, el líder del Movimiento 14 de Junio, y la muerte salvaje de varios de sus compañeros, en el alzamiento de Las Manaclas, en San José de las Matas. En reacción al golpe de Estado y al gobierno del Triunvirato, se fue gestando un movimiento cívico-militar que procuraba la vuelta a la constitucionalidad de 1963, sin elecciones, y al retorno de Juan Bosch al poder. Ese movimiento fue lo que hizo posible el estallido de la Revolución de abril de 1965, en la cual se llenó de gloria el coronel Francisco Alberto Caamaño Deñó, quien no sólo enfrentó, junto a sus compañeros de armas, con gran heroicidad, a las fuerzas contrarrevolucionarias, sino que se convirtió en el símbolo de resistencia a la agresión a nuestra soberanía que constituyó la ocupación militar de los Estados Unidos durante el gobierno del presidente Lyndon B. Johnson. Esa ocupación militar norteamericana fue, de nuevo, la consecuencia del temor y de la equivocación, típicos en la época de Guerra Fría, de considerar que una Revolución democrática y nacionalista, que lo único que procuraba era la vuelta a un orden constitucional y legítimo, podría convertirse en una Revolución socialista. Bosch y el pldAnte una sucesión de experiencias tan traumáticas, en las que un indiscutible luchador por los valores y principios de la democracia y el Estado de Derecho, como había sido Juan Bosch, de repente se encontrase impedido de poder contribuir con su pueblo en la conquista de la libertad y la justicia social, le obligaban a tener que detener la marcha, reflexionar sobre su pasado, otear el horizonte y relanzar su lucha por nuevos senderos. Fue lo que hizo en los años comprendidos entre 1966 y 1970, en los que desde su retiro en Europa, se dedica, con gran originalidad y creatividad, a interpretar, dentro de una perspectiva histórica, la realidad dominicana, latinoamericana y caribeña, para formular nuevas tesis políticas. Es, en fin, la época en que conecta con la generación de la que formo parte, al escribir textos fundamentales, ya clásicos, como Composición Social Dominicana; De Cristóbal Colón a Fidel Castro, El Caribe, Frontera Imperial; El Pentagonismo, Sustituto del Imperialismo; y Dictadura con Respaldo Popular, entre otros. Al elaborar ese conjunto de ideas, Juan Bosch consideró que necesitaba de una nueva organización política que estuviese a tono con sus renovadas formas de pensar. En principio, consideró que esa fuerza política sería su propio Partido Revolucionario Dominicano (PRD); y para eso, incluso, formó círculos de estudios al más alto nivel dirigencial, tratando de impregnarle de nuevas energías y de posicionarla por nuevos senderos de orientación y participación política. Pero, en el PRD, según su propio decir, encontró muchas resistencias. Se enfrentó a grandes obstáculos y dificultades. Sintió que boicoteaban sus iniciativas. Observó, de igual manera, actitudes reprobables, conductas desviadas, oportunismo político, falta de ética, desorientación ideológica y una cierta fatiga para continuar la lucha popular. En una época de fuerte resistencia frente a una contrarrevolución en el poder, lo único que parecía cautivar el interés de sus dirigentes, era participar en elecciones, que aunque fraudulentas, les generaban la ilusión de obtención de cargos, posiciones y prebendas personales. Frente a eso, Bosch llegó a la convicción de que el PRD había cumplido con su papel histórico. Que no estaba en condiciones de volver a la Presidencia de la República acompañado de sus dirigentes. Que esa organización, para los fines que fue creada, ya había fenecido. Que él necesitaba una nueva organización política, la cual, apoyándose en el ejemplo de Juan Pablo Duarte y de los padres fundadores de la dominicanidad, fuese capaz de orientar y conducir al pueblo hacia la conquista de sus grandes anhelos y aspiraciones. Ese fue el Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el cual, durante los últimos cuarenta años, ha gravitado de manera sensitiva en la vida nacional, y hoy, a pesar de las descalificaciones de sus adversarios, en base al trabajo, la abnegación y el sacrificio de sus miembros, forma parte del legado histórico y cultural de nuestro pueblo, y una esperanza, en constante renovación, para garantizar un mejor porvenir. ¡Por su gran obra y encomiable visión, Felicidades Maestro!

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