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Belkis y Mally

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Grisbel Medina R.Santo Domingo

La barriada y las amigas lo sabían. Mally tenía su primer trabajo y el deseo de producir, de empolvarse las mejillas, la tenía esperanzada en contribuir, ahora económicamente, a la crianza de la niña y el recién nacido procreados con el cabo de la Fuerza Aérea José Nazario Jiminián Vargas. La barriada lo supo. Esa mañana del 2002, los agentes de Homicidios y el fotógrafo de la Policía que Belkis Genao, madre de Mally, veía cuando trabajaba para revista Sucesos, interrumpieron el café para preguntarle si tenía una hija desaparecida. La barriada y Belkis lo supieron de una vez. El compañero de Mally la invitó al cine y por eso dejaron al cuidado de la abuela las crías que, a fuerza de tesón, sacrificio y fe, ha podido alimentar y educar. Esa noche, en Brisas del Este, el marido la impactó con un disparo de contacto que disfrazó con el cuento de que cinco hombres la atracaron. Domingo Morla atestiguó durante dos años que vio cuando “él la llevaba encañonada”. Siete años no han borrado la pregunta. ¿Era su hija? Sí, Mally era y es de Belkis. La madre, abuela y periodista lleva este tiempo trotando entre audiencias, apelación y la Suprema Corte de Justicia, que finalmente halló fallas y falló la celebración de otro juicio que se ventila hoy en el Colegiado del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva. Gracias al cambio de tipificación del asesinato, el cabo de FAD José Nazario Jiminián está suelto y tal vez ande de parranda. Yo sé que él también sabe que lo de Mally no fue un atraco y tampoco un homicidio involuntario, como lo tildaron para cantarle dos años en el 2005. En dos ocasiones, el cabo ha enviado unos “mensajitos” a Belkis. “Si no me lo deja ver a la buena, será a la mala”, contó ella cuando el miedo la obligó a querellarse en su contra. Belkis respira en la pobreza pero en ella no ha muerto la dignidad. La falta de recursos, el tiempo y la lentitud de la justicia la han quebrantado bastante. En una prima y su amiga tiene dos defensoras valiosas y gratuitas. Sigue huyendo por la amenaza de que le quiten la nieta y el nieto que, pese al trauma, le han salido inteligentes. Cuando el cabo le robó la contentura, Mally tenía 19 años y tenía cuatro unida al hombre que salió ileso del ¿atraco? Su hija, ahora de nueve, sabe de computadora y un poco de inglés, me cuenta Belkis, quien aspira a conseguir una beca para su desarrollo. El juicio sigue hoy en el Tercer Colegiado del Palacio de Justicia de Ciudad Nueva en Santo Domingo.

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