LA CRÍTICA
“Finlandia”: teatro intensamente violento; violentamente intenso
La historia es de una intensidad tal, que la sala completa se pasa la hora y los veinte y tantos minutos de función, con la adrenalina a mil
A Judith Rodríguez y a Vicente Santos nos gustaría tenerlos en frente, primero, para brindarles una botella de agua a cada uno y pedirles, suplicarles, que se aclaren sus gargantas.
Luego, darles el más cálido, sincero y efusivo abrazo, por la inmensidad de actuaciones que acaban de ofrecer en su “match actoral”, en ese “Tête-à-tête”, que el público agradecerá, como resultado de su trabajo en la puesta en escena de la obra “Finlandia”.
Acudir a una sala de teatro, en esta ocasión, a la Máximo Avilés Blonda del Palacio de Bellas Artes y darse un homenaje de actuaciones de dimensiones mayúsculas, beberlas sorbo a sorbo, con ansiedad, inclusive con lujuria, temiendo, como era de esperar, que en algún momento debía terminar y volver a nuestra mortal cotidianidad, pocas veces ocurre.
“Finlandia” es teatro intenso. De decibeles altos. De agudos registros tanto de actuaciones, como de texto.
Un paroxismo total de emociones que no da tiempo a respirar, que no permite a los actores y, mucho menos al auditorio, a respirar un segundo.
Es de una intensidad tal, que la sala completa se pasa la hora y los veinte y tantos minutos de función, con la adrenalina a mil.
Vayamos a los personajes: ella, Judith es una actriz exitosa, quien ha alcanzado la fama vendido su talento al status quo, para pertenecer, haciendo películas insulsas y comerciales, que nada aportan al arte, se encuentra en Helsinki, capital de ese país europeo, filmando una película “china”.
Él, Vicente, un actor fracasado, fiel al teatro de método, al arte revolucionario, a la filosofía hippie, recorre miles de kilómetros para ir en busca de ella, la mujer de su vida y madre de su hija y, de paso, aclarar ciertas cuentas pendientes que tienen la relación de ambos en un limbo doloroso y envuelta en una violenta atmósfera de discusiones, desencuentros, reclamos y contradicciones.
“Finlandia”, planteada desde la óptica de su autor y director, el francés Pascal Rambert, es un viaje emocional de emociones extremas.
Es un retrato crudo, cruel, sincero y contemporáneo de muchos matrimonios en los cuales la violencia ha tomado una fuerza tan determinante, que muchas veces se llega a confundir con amor, inclusive puede encender las pasiones de los protagonistas y adentrarlos en un “ni contigo, ni sin ti”, incapaz de manejar.
Y de acuerdo a esa lectura psicológica de los personajes, es que, al parecer, actores y director concluyeron en que, lo que más se ajustaba al texto, era una especie de huracán categoría 5, repleto de gritos, golpes, cargadas, rasguños y, sobre todo, excelentes actuaciones.
Ah, es mandatorio aclarar, la pieza, en su estructura, desde su texto (extremadamente inteligente, de avanzada y coherente), hasta el montaje y la dirección de actores, no da paso a la mojigatería.
Su lenguaje crudo, honesto, irreverente y disruptivo, puede escandalizar a los puritanos del idioma, a los ortodoxos de “la moral y las buenas costumbres”.
Evidentemente, esta pieza es manifestación provocadora y reflexiva de la contemporaneidad de la vida en pareja. En este caso, ella, Judith, la mujer, asume el rol más agudo, más violento, lo que perturba aún más al espectador, siendo, sin embargo, la oportunidad de comprobar que en la vida en común no hay nada preestablecido, que no importan clases sociales, status social o nivel cultural que impida desnudar las miserias humanas.
Reconocer la intervención, durante toda la obra, de los traductores en lenguaje de señas, Milton Segura y Sonia Encarnación, para hacer al montaje inclusivo y la intervención en la última escena de la niña Nefer Galaxia Helene Mourou, en el papel de Nina, la hija de Judith y Vicente, por quien la pareja se pelea.
“Finlandia” se convirtió en un acierto teatral de la visión como productores de la propia Judith y el joven gestor teatral, Ismael Almonte, quienes vivieron proceso de alrededor de un año para lograr este montaje en el país y tener el privilegio de que el propio autor dirigiera la obra.
La ficha técnica la componen Canek Denis, asistente de dirección y regiduría; Dayhana Báez, directora de arte y escenógrafa; Coto Adánez, traducción y Adapatación; Ana Martínez, encargada de construcción; Edward Díaz, audiovisuales y fotos; Daylong Pineda, Handyman; Carol Pepín y Yanesy Carmona, asistentes de producción y Ángela Luna, vestuario.
Lo lamentable es que una pieza de estas magnitudes, en todo el sentido de la palabra: producción, dirección, elenco, actuaciones, texto, concepto, sólo se presentara durante un fin de semana.
Ojalá y logren nuevas fechas, para que más personas puedan apreciar este trabajo.