GENTE
Osvaldo Cepeda y Cepeda: una voz de oro que hizo de la locución "una religión" y de las maestrías de ceremonias "un sacerdocio”
Sus 86 años de vida han transcurrido entre varias disciplinas deportivas, aprendizaje de música y cinco idiomas, así como su estelaridad en facetas en la locución comercial, la narración deportiva y de los desfiles militares
El común de la gente lo identifica por sus inigualables narraciones de desfiles militares, pero Osvaldo Antonio Cepeda y Cepeda, quien el próximo 27 de noviembre estará cumpliendo 86 años, tiene en su vida una larga lista de oficios aprendidos, profesiones y logros obtenidos, difíciles de alcanzar por una persona promedio.
Nacido en Pimentel, en 1938, de unos padres, ambos educadores, tuvo la virtud de venir al mundo con un coeficiente intelectual por encima de la media, con una insaciable curiosidad de conocerlo y aprenderlo todo, y con una impresionante facilidad para la palabra, desde el primer momento que salió del vientre de su madre.
Según su propio relato, a las 6:00 de la mañana, cuando llegó al mundo, no lloró y la partera pidió un tabaco para exhalar humo en su cara y buscar una reacción, pero el recién nacido no lloró y plasmó una pequeña sonrisa con sus labios.
Cuenta que emitió un sonido que se escuchó como una palabra y aparentemente “sheshe” y la partera reaccionó asombrada diciendo que el niño dijo leche, que tenía hambre.
Así fue como se regó en el pequeño pueblo, municipio de la provincia Duarte, que el primogénito de los maestros Bruno Cepeda y Josefa Cepeda, al nacer, en vez de llorar habló. Relata que mucha gente de la localidad fue a conocerlo.
Evidentemente que se trató de un presagio. El niño sería experto en la palabra y tenía habilidades no comunes en otros infantes.
“Usé la palabra desde que nací… Desde el principio mi camino lo he hecho con la palabra, mi vehículo ha sido la palabra, usar la palabra para crear, para formar, para conducir, para orientar y, sobre todo, para no dañar”, refiere el laureado locutor en su visita a LISTÍN DIARIO.
Un día especial
Cuando se refiere al día de su nacimiento, Osvaldo Cepeda hace alusión de que nació el Día de la Milagrosa, una advocación mariana cuya devoción se ha extendido por todo el mundo y cada 27 de noviembre los fieles católicos celebran el día de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
El legendario locutor confiesa estar seguro que haber llegado al mundo ese día es porque hubo alguna gracia especial para él, que vino de las manos de Dios.
“Sí, en mi vida ha habido muchos ejemplos para que yo crea que Dios existe y, sobre todo, que creemos que Jesús está vivo y allí el carisma lo demostró”, afirmó.
Desde joven perteneció al movimiento carismático, estuvo siempre cerca de personas con carisma a quienes se acercó para aprender de sus conocimientos.
También conoció a videntes y las obras portentosas como el padre EmilianoTardif, con quien forjó una estrecha amistad.
“Conocí a mucha gente que tenían esas mismas facultades espirituales, pero siempre orientados hacia el conocimiento de Dios en toda su esencia, en toda su grandeza y pureza. Eso me enseñó que Dios existe, que es real, que nosotros debemos llamarlo, buscarlo y lo vamos a encontrar. ¡Jesús está vivo!”
EN LA ESCUELA
Al describir sus primeros años en la escuela rememora que “era todo un espectáculo” sus maestros decían que había que llegar bien preparado para darle clases al pequeño Osvaldo, porque salía con unas ocurrencias y una sapiencia que exponía conocimientos que los maestros no podían responder.
“Mi padrino Agustín Bonilla fue un buen educador, tuve la suerte de encontrarme con buenos maestros a los cuales perseguí, aprendí y me nutrí de ellos”.
Para la época de su niñez en el pueblo habitaban franceses, ingleses e incluso una familia procedente de Italia.
La curiosidad del pequeño Osvaldo era tan grande que escuchó a unos canadienses, que vivían en el pueblo, hablar francés y comenzó a acercarse a ellos para observarlos al hablar. Iba a su casa y escachándolos comenzó a entender el idioma, el cual aprendió con facilidad.
Igual sucedió con una familia inglesa con la que captó el inglés y lo aprendió a hablar sin ningún tipo de formación académica, lo mismo aconteció con el idioma italiano.
“Aprendí a comunicarme con facilidad, podía hablar con ellos, al lado de mi casa había una familia italiana y aprendí italiano con ellos, sin ir a instituto de idiomas ni recibir clases”, revela.
Cepeda y Cepeda habla cinco idiomas: español, inglés, francés, italiano y chino, el que aprendió en Taiwán.
Con esa misma facilidad, recuerda, que siendo niño también aprendió a tocar piano.
“Aprendí de oído, por contagio, acercándome a los músicos y a los grandes compositores de Pimentel como Luis Kalaf y Bienvenido Brens. Así aprendí literatura con Manuel Mora Serrano”, manifestó.
Luego agregó: A los intelectuales los oías, entonces yo estaba allí bebiendo de la fuente, porque siempre fui muy curioso”.
A diferencia de los niños comunes que la diversión la encuentra en los juegos, Osvaldo se divertía aprendiendo a nadar, correr en campo y pista o jugar béisbol o voleibol.
A Osvaldo le fascinaba la natación. Relata que iba al río Cuaba y desde el charco de Las Raíces llegó a ser el único muchacho que saltaba desde los cacaos, desde “una altura considerable” al charco.
“Y la gente iba a verme saltar, también estaba la confluencia del Yuna y Camú, entonces me iba en la barca y cruzaba nadando de una rivera a la otra, cinco kilómetros del río Yuna al cruce”.
Ya siendo un joven llegó a correr en campo y pista y fue gracias a una maratón que organizó con 35 corredores, que inició corriendo, a las 10:00 de la noche en Pimentel y llegó a la capital, al Palacio Nacional, a las 10:00 de la mañana, que el gobierno de entonces, le concedió la obra de un acueducto para su pueblo.
Con naturalidad Osvaldo responde que no era una persona normal. “Tenía cosas fuera de lo común, nacido en un pueblo de intelectuales, de artistas, de personas que hablaban diferentes idiomas, los pimentelenses hablan su propia lengua, entonces no era un muchacho común jugaba bien volibol con mi estatura, corría en campo y pista y aprendí a nadar por mí mismo. La gente me hizo suyo. Fui una persona muy respetuosa y religiosa”.
También viviendo en Pimentel, siendo un adolescente, aprendió a pilotear una pequeña avioneta que se usaba para fumigar el sembradío de la localidad.
La pista estaba ubicada en Angelina, Pimentel, y hasta allí llegaba a curiosear, a mirar y a preguntar, hasta que un día le permitieron subir a la avioneta, y más tarde al pasar los días se atrevió a volar, teniendo un perfecto aterrizaje.
Fue esta experiencia que lo llevó a formar parte de la Fuerza Área Dominicana, convirtiéndose en un competente piloto.
La locución
La locución llegó a su vida por casualidad. En su pueblo, Alfredo Achecar, dueño de la farmacia, tenía una pequeña cabina instalada en el local y un altoparlante en el techo, desde allí se realizaban algunos anuncios o comerciales y también complacían a la gente con algunos temas musicales.
“Yo me acerqué y él me enseñó cómo se podía leer un pequeño anuncio de su farmacia, eso fue una maravilla porque empecé a hablar por radio ya”, recuerda.
Desde la pequeña cabina se llegaron, incluso a narrar novelas y obras teatrales en donde Osvaldo logró pequeños papeles y aprendió la narración.
El dueño de la farmacia montó una emisora, La Voz de Quisqueya HI2A, y prepararon a Osvaldo y lo enviaron a la capital para que se examinara como locutor. Obviamente, Osvaldo pasó el examen.
“En 1953 me gradué de locutor, pasando dos años de pasantía, en 1955 obtuve mi carnet número 95”.
Luego pasa a trabajar a San Francisco de Macorís, en donde se codea con grandes artistas que se presentaban en la provincia, como Lucho Gatica.
Osvaldo observó que la locución era un árbol del que se desprendían varias ramas y se preparó para ejercerlas todas. Así que al dejar San Francisco de Macorís llegó a La Voz Dominicana.
Ahí, en la ciudad de Santo Domingo, estuvo en la escuela de locución y conoció a grandes maestros como su profesora María Cristina Camilo, a quien adora.
“Con Antonio Blanco Monte narraba novelas, fui a Puerto Rico a hacer locución. Como hablaba inglés llegué a hablar en Radio Canadá y llegué a tener programas en francés y en inglés en Radio Caribe y eso me abrió puertas en el extranjero, entonces ahí vino el asunto del béisbol que me llevó por todos los parques”.
En el periódico Listín Diario conoció a Félix Acosta Núñez, quien le abrió el camino de narrar y hacer comentarios del béisbol.
Con Freddy Mondesí, Osvaldo aprendió el oficio como locutor comercial: “A Freddy Mondesí le llamaban la voz que vende, a mí me apodaron la voz que más vende”.
Osvaldo también estuvo en Francia y Barcelona, España, narrando la copa de polo. Narró boxeo en Italia, Londres, África, Venezuela y Colombia. Estuvo en Brasil narrando los carnavales de Río de Janeiro, porque también se le da el portugués.
Narrador de desfile militares
Es con esta experiencia que, luego siendo miembro de la Fuerza Área Dominicana, Cepeda y Cepeda, se convierte en el narrador oficial de los desfiles militares.
En 1970 se inauguró en la capital la avenida Gregorio Luperón, los desfiles militares, que eran frecuentes en la dictadura de Trujillo, ya no se realizaban y el pueblo no estaba en armonía con los militares, entonces se organizó una parada de militares que narró Osvaldo Cepeda y Cepeda, quien ya había sido entrenado por el coronel Teofilo Ramón Romero Pumarol, quien lo instruyó cómo están organizados la formación para desfile y toda la jerarquía de los cuerpos castrenses.
“He hecho de la locución una religión y de las maestrías de ceremonias un sacerdocio”. , fue una de sus mejores frases durante la entrevista.
El veterano comunicador, que se define como “un guerrero de la palabra”, también tiene palabras para la nueva generación que usan indebidamente el micrófono: “Haz de la palabra un escudo para defender la verdad, no una espada para herir”.
Retiro
En 2021, el presidente Luis Abinader ascendió al rango de mayor general y puso en retiro al locutor y general de brigada de la Fuerza Aérea Dominicana, FAD, Osvaldo Antonio Cepeda y Cepeda, por antigüedad en el servicio.
En 1963 fue asesor de radio y televisión, del Presidente de la República, Profesor Juan Bosch.
Participó como coproductor del programa radial de poesías “La Noche Pide un Poema”, que se difundía por Radio Mil, en Santo Domingo, y WQBA en Miami.
Fue el único locutor de narrar la visita del papa Juan Pablo II a la República Dominicana.
El Ministerio de Defensa de la República Dominicana bautizó el edificio de la emisora La Voz de las Fuerzas Armadas con su nombre, donde fue su director desde el 23 de agosto de 1996 hasta el 15 de marzo de 2001.
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