teatro dominicano
“El club de las divorciadas”, una agradable y breve experiencia
La historia, con textos, producción y dirección de Ismael Almonte y Albania Peña, sigue presentándose miércoles y jueves, hasta el 22 de junio en Microteatro
El plan era ver los tres monólogos pautados en el ciclo de obras “El club de las divorciadas” y presenciar las puestas en escena de los montajes “Ta’ pillao”, con Paula Ferry; “5 años”, con Irina Peguero y “La primera, pero no la última”, con Yenny Lovera, en la plataforma de teatro corto, Microteatro desde finales de mayo, hasta el 22 de junio.
Hasta ahí, todo bien, porque, si bien es cierto que las expectativas no eran muchas, por malas experiencias anteriores en otras obras del mismo formato y, siendo justo y honesto, me movía más la relación de hermandad-amistad-complicidad con una de las actrices, Yenny Lovera, que el mero hecho de asistir a un bodrio más.
Cuando asistimos, sólo hubo dos representaciones: las de Irina y Yenny. Paula tuvo inconvenientes que la obligaron a suspender sus apariciones durante este ciclo teatral que, para mi sorpresa, resultó ser una agradable jornada de teatro breve y contundente.
Irina, con su monólogo “5 años”, se mostró pícara, desenvuelta y actuando en consonancia con el texto que le corresponde interpretar, basado, más que todo, en desmontar los mitos que se tejen en torno a la mujer y al hecho de disfrutar su sexualidad, sea sola o acompañada.
Ella, que hasta entonces era una desconocida (para mí), demostró esa frescura, soltura, dominio escénico y un vínculo especial con el auditorio, el reducido auditorio que permite este tipo de montajes, del cual, al menos en la función a la que asistí, salió airosa.
Sobre Yenny
Por primera vez y durante todo el tiempo que tengo escribiendo de teatro, me voy a permitir la licencia, primero, de escribir en primera persona y luego, de admitir que no seré para nada imparcial pero, eso sí, muy claro en lo que plantearé a continuación.
Evaluar el trabajo de una persona a la que nos unen afectos no es tarea fácil. La predisposición se antepone ante cualquier juicio crítico, coherente y alejado de todo favoritismo. Pues con lo que viví recientemente al ver la actuación de Yenny Lovera en su monólogo “La primera, pero no la última”, me da un respiro, una sensación de tranquilidad y de paz, al reconocer que todo lo que diga al respecto se basa en la verdad y el buen juicio y no en el amor que nuestros más de 20 años de amistad pudiera determinar.
Yenny es una actriz en todo el sentido la de la palabra. Desde sus primeros parlamentos, impone. Sentada en un sofá, acompañada por una copa de whisky que llena y bebe a sorbos durante casi todo el monólogo, entrega una actuación madura, pausada, contundente y convincente.
Su texto, que además es poseedor de un mensaje profundo de feminismo de avanzada, de empoderamiento, de liberación, la conduce por un sendero de una actuación seria, una interpretación con una descarga de emociones impresionantes, que va del drama al sarcasmo; del llanto, a la risa desternillada; del dolor, a la fortaleza; de la derrota total, al triunfo absoluto.
Y Yenny, mi Yenny, lo logra. Y me hace sentir orgulloso. Y me hace celebrarla. Y motivo a todo el que pueda ir a verla, que lo haga y que aparezcan más productores que sigan dándose el lujo de tener en su elenco a una actriz entera, con una pausa de más de 20 años y un regreso, tímido, pero creíble.
“El club de las divorciadas”, con textos, producción y dirección de Ismael Almonte y Albania Peña, sigue presentándose miércoles y jueves, hasta el 22 de junio en Microteatro.