TEATRO DOMINICANO
"¡Es hora de actuar!", el experimento didáctico-teatral de Josema Rodríguez
La obra reúne a Brian Delena. Karla Jamel, Gabriel Decena, Rosa Galán, Katiuska Estévez, Luvesky Fernández, Idel Montás, Frederic Montilla, Kevin Rodríguez y otros actores
José Manuel Rodríguez, Josema, La Diva, lo hace de nuevo. Sin temor a los riesgos, inclusive, sin temor a las críticas.
El actor y productor vuelve a apostar por un elenco de actores y actrices nóveles, sacados de los grupos de alumnos que se forman en sus talleres de actuación, con un texto suyo, en colaboración con Wilson Cabral y, más que todo, unas ganas inmensas de dar visibilidad y oportunidades a gente que no ha salido de las aulas clásicas del teatro local, pero que, en cambio, tienen todas las ganas de hacer de la actuación parte de sus vidas.
"¡Es hora de actuar!", la obra de teatro que recientemente presentó en la sala Ravelo del Teatro Nacional, es un trabajo experimental y didáctico, casi autobiográfico, en donde interpreta a un profesor de teatro, quien en una sesión de clases, se debe enfrentarse a los temores, inseguridades, talentos y peculiaridades de sus alumnos.
Hay que hacer especial énfasis en los aspectos teatro experimental y teatro didáctico, para comprender el contexto. Los ortodoxos de las tablas puede que se hayan dado golpes de pecho, si es que acudieron a una de las citas de las puestas en escena de este trabajo. Quizás escandalizados por ausencia de muchas técnicas elementales del teatro, quizás apenados por asistir a un montaje amateur en una de las salas más importantes del país, cuando de teatro se trata.
Si algo le increpamos a esta puesta en escena, es quizás la osadía de llevar esta pieza a la sala Ravelo.
En otra sala, con menos solemnidad, más apta para producciones de este tipo, el “ruido” hubiera sido menor y los pequeños fallos observados en su construcción, en el ritmo, en el tiempo, pudieron haber pasado desapercibidos, pero no fue así.
Por lo demás, somos partidarios de las primeras oportunidades y, en este punto, hay que reconocer el empeño tanto de Josema, como de Wilson Cabral y Daniel Sosa (el productor), de apostar a jóvenes con primeras experiencias ante un público que ha pagado por verlos y quienes pretenden, en lo adelante, hacer una carrera teatral digna y de respeto a la audiencia.
Ojalá existan más “Josemas” en nuestro panorama teatral. Más artistas establecidos, de escuela profesionales, estatales o privadas, que estén dispuestos a dejar a un lado el divismo, el ego y las ínfulas y entiendan que el relevo es necesario para el crecimiento, la diversidad y la posibilidad de que el arte se perpetúe, evitando un anquilosamiento de las “viejas glorias del teatro”. Si lo que acaba de hacer este equipo no es loable, que venga Dios y lo vea.
Josema se hizo acompañar de 11 actores y actrices, de los cuales con poca o ninguna referencia de teatro, siendo el más conocido Braian Delena, cuyos trabajos en varias obras de teatro, en cine y en televisión le han merecido cierto renombre y, evidentemente, esto no lo amedrentó a la hora de decidirse a presentar este trabajo ¡Es hora de actuar!
Si bien es cierto que esta obra no alcanza el nivel de excelencia esperada, no es menos cierto que sus protagonistas dejan la piel en cada oportunidad que les corresponde entrar en escena.
Desde los personajes caricaturescos del homosexual amanerado y pintoresco, la típica niña “popy” desganada y poco interesada en las lecciones que se le imparten, hasta ese final melodramático y novelesco de la chica que le revela al profesor que no está enamorada de él, sino que en realidad es su hija, particularmente, la obra, yo la volvería a ver y abogaría, quizás, porque se le hicieran algunos ajustes, pero que la esencia y el coraje de presentarse, se mantengan.
A Josema Rodríguez, Brian Delena. Karla Jamel, Gabriel Decena, Rosa Galán, Katiuska Estévez, Luvesky Fernández, Idel Montás, Frederic Montilla, Kevin Rodríguez, Katherine Sarita y Deybi Williams, como actores; a Wilson Cabral, en la dirección y a Daniel Sosa, en la producción, se les debe reconocer el empeño y las ganas de hacer teatro, pero también, se les debe criticar no “cocinar” el producto, para que el resultado haya sido una obra de estilo experimental, con altos niveles de calidad.
Siempre que se persigue la calidad, se consiguen buenos resultados. Una revisión rigurosa de texto y de montaje previos, evitaría tropiezos elementales y, sí, como en este caso se percibe, la intención es enseñar, motivar y hacer de lo aspiracional toda una filosofía de vida, entonces trabajos como éste es pertinente que sigan presentándose, quizás no en una sala como la Ravelo, pero sí en escenarios donde la gente con sueños y metas se puedan sentir identificados.